Devastación económica. Éxodo social y violencia callejera. Clima de guerra civil. Presiones externas. Muertos. Un país partido en dos que, desde ayer, está bicéfalo. Venezuela nos conmueve. Tiene demasiado que ver con nosotros. En el auge de la autoproclamada revolución bolivariana, Argentina fue el cuarto país latinoamericano en cantidad de chavistas por metro cuadrado, después de Cuba, Ecuador y Bolivia. Por obra y gracia de la polarización extrema, también el antichavismo se hizo carne entre nosotros. Hoy, según los últimos datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), somos (luego de Colombia, Perú y Ecuador) el cuarto país elegido para refugiarse por los cada día más venezolanos que marchan al exilio...
Suficiente para que Venezuela sea tema de tapa cantado.
Lo es.
Sin embargo, los lectores de Página/12 no se enteraron hoy de que una impresionante multitud entronizó como “presidente encargado” al hasta anteayer casi desconocido legislador de 35 años Juan Guaidó.
Ni una foto.
Toda la culpa es del imperialista Donald Trump y sus secuaces, entre ellos, Mauricio Macri.
¡Ay, estos fachos!
Por su parte, los lectores de Clarín y La Nación se perdieron de saber que Nicolás Maduro, pese al tremendo desgaste provocado en parte por su mesianismo caricaturesco, sigue contando con el apoyo de millones y millones de devotos de Hugo Chávez.
Ni una foto.
Toda la culpa es del fucking populismo, que se resiste a morir.
¡Ay, estos zurdos!
Informar deliberadamente sobre la mitad de las cosas es desinformar... a medias. Los lectores de Página/12 merecerían ser "ayudados" a pensar que, aparte de las conspiraciones externas e internas, Maduro ha sido inútil en lo económico, ineficaz en lo social y brutal en lo político. En tanto que los de Clarín y La Nación tendrían derecho a que se los haga dudar sobre si un triunfo electoral avalado por 2.000 veedores internacionales puede convertir a Maduro en un "usurpador" del poder y punto. La realidad suele ser bastante más compleja que las simplificaciones tranquilizadoras. Decirles a los lectores, usuarios, oyentes o televidentes sólo lo que están dispuestos a escuchar no sólo desnaturaliza al periodismo: embrutece a la sociedad. La demagogia (des)informativa construye audiencias pasivas pero impacientes y demasiado propensas al fanatismo. Es decir, fáciles de engañar.
En el centro porteño también marcharon contra Nicolás Maduro
Venezuela es bandera electoral en la Argentina. Se la alza con cualquier mano y da para todo uso. El teniente coronel Chávez, que al principio se parecía más al Jair Bolsonaro de hoy que al Fidel Castro de anteayer, quiso ser utilizado por Carlos Menem para imponer su fallida re-relección (los elogiosos abrazos eran mutuos). Después fue convertido en prócer por los K, en busca de suministros energéticos, algo de financiamiento y “aportes de campaña” en negro. Mauricio Macri lo convirtió en demonio, lo cual fideliza votantes sin costo alguno y sirve para caerle mejor a Mr. Trump (personaje crucial para que el FMI no asfixie).
Cronología del #23E en Venezuela: el minuto a minuto de una jornada violenta
Atizar conflictos en otros países desde el oportunismo electoralista implica optar, con notable inmadurez, por una peligrosa zona de confort. La mayoría de las miradas argentinas sobre Venezuela atrasan. Tienen lógica de Siglo XX. De guerra fría. Un estadista no debería olvidar lo que pasó cuando, para evitar conflictos directos entre ellas, las potencias mundiales los libraron a través de terceros en la "periferia".
(*) Director de Contenidos Digitales de Editorial Perfil.
