ARTE
Arte y negocios

El último Da Vinci: tragedia ecológica y danza de millones

¿Quién es el magnate ruso que adquirió el Da Vinci que hoy se subasta en Nueva York?

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El magnate ruso Dmitri Rybolóvlev compró el Da Vinci en u$s 127.5 millones de dólares. | Cedoc

El anuncio de Christie’s no revela quién es el dueño de la obra, pero todo el negocio del arte lo conoce por una serie de escándalos recientes bastante mediáticos y por un pasado tan oscuro como dudoso. Se trata del ruso Dimitry Rybolovlev, el rey del potasio siberiano, uno de los tantos multimillonarios generados por la caída de la URSS. Hijo de padres médicos muy vinculados con el sistema de salud soviético, obtuvo su título en la misma profesión en 1990, a la vez que fundó una financiera, operando con inversores durante la danza de las privatizaciones de las empresas estatales. En 1995 obtiene un porcentaje significativo, y el control, de una de las mayores empresas mineras: Uralkali. De inmediato radica a su esposa e hija en Ginebra, Suiza. De hacer negocios en la inestabilidad política post soviética debía alejar a los posibles rehenes de la codicia de los “nuevos empresarios”, pero también era una jugada económica: a Ginebra podía girar las ganancias de su actividad, un lugar realmente seguro. En 1996 fue detenido por el asesinato, a manos de sicarios, de un competidor del rubro, Evgeny Panteleymonov. Luego de 11 meses en la cárcel, el testigo principal se desdijo y la estructura política salió en su ayuda para ser declarado inocente.

A partir de allí, la empresa minera comienza una carrera de explotación salvaje: aumenta su producción 2,5 veces, con todos los riesgos que eso implica. También el potasio sube su precio internacional, mientras Dimitry controla la comercialización de todo el producido en el país por un acuerdo con su competidora. Cuando vende sus acciones en 2010 se estima que embolsó 5.400 millones, fortuna que hoy se especula como superior a las 9.000 millones. Casi la duplicó en 7 años, eso sí es hacer fortuna. En su momento, la venta accionaria tuvo la apariencia de una jugada financiera genial pero parece que los motivos eran otros.

La mina explotada por Uralkali se encuentra en la ciudad de Berezneki, o peor: la ciudad se construyó sobre los profundos túneles de la mina. Hace 70 años era un campamento, y al estilo stalinista, se erigió sobre los túneles inestables por inundación. Con los años, y el aumento de la actividad, el desastre inminente por desmoronamiento llevó al estado ruso a presionar para que la empresa rellenara esos túneles, cuestión a la que Rybolovlev dijo sí pero jamás ejecutó la obra, no sin antes pagar una multa superior a los 250 millones. Dos años antes de la venta de Uralkali logró que el informe de los funcionarios rusos sobre el desastre fuera neutro, cuestión que revaluó las acciones de la empresa.

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Hoy Berezneki es considerado el mayor desastre ecológico de Rusia luego de Chernobyl. Literalmente, la ciudad se desmorona sobre cráteres gigantescos, además de tener una contaminación inaudita en todos los ríos conexos por el vertido de deshechos que le adjudican a la gestión del millonario. Ya fueron desplazadas más de 15.000 personas y se estima que deberán evacuarse 12.000 más. A la fecha, existen fuertes indicios de que el segundo hombre más poderoso de Rusia, Igor Sechin, ex viceprimer ministro, mano derecha de Vladimir Putin, y actual presidente de la petrolera estatal Rosneft, así como también padrino político del fiscal general del país, enarbolando una nueva política anticorrupción, llevará ante la ley al magnate para que pague por semejante destrucción. Porque, en realidad, escapó con la fortuna y nunca más volvió. Eso sí, invirtió en obras de arte, siempre al resguardo de acreedores de todo tipo. Desde hoy, es el dueño del último Da Vinci.