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Desplome tecnológico en la bolsa inquieta a Silicon Valley

Steve Hoffman toma el micrófono y, enseguida, transmite el optimismo de Silicon Valley. Vistiendo su típica camisa a cuadros púrpura y azul, y con su voz aguda resonando en las paredes de hormigón, promociona el historial de su incubadora y recita los nombres que ayudó a impulsar: Instagram, Etsy, Change.org, Foursquare.

Cities Beat Back Silicon Valley's Great Scooter Boom Of 2018
Cities Beat Back Silicon Valley's Great Scooter Boom Of 2018 | Bloomberg

Steve Hoffman toma el micrófono y, enseguida, transmite el optimismo de Silicon Valley. Vistiendo su típica camisa a cuadros púrpura y azul, y con su voz aguda resonando en las paredes de hormigón, promociona el historial de su incubadora y recita los nombres que ayudó a impulsar: Instagram, Etsy, Change.org, Foursquare.

¡Oohs! y ¡aahs! se propagan a través de la multitud de veinteañeros. Los teléfonos inteligentes se elevan para filmar cada una de sus palabras.

Se han aglomerado en esta sala de conferencias subterránea de San Francisco para tener la oportunidad de reunirse con capitalistas de riesgo deseosos de apostar por sus sueños. Cuando Hoffman dice su frase final: "ustedes pueden ser el próximo unicornio", el lugar estalla en vítores.

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Sin embargo, momentos antes, Hoffman –o el Capitán Hoff, como le gusta que lo llamen– sonó decididamente más pesimista cuando conversaba con franqueza mientras esperaba que llegaran sus invitados. La verdad es, dijo, que cuando se trataba de su propio dinero, invertía muy poco. Después de una década de aumentos en las valoraciones tecnológicas, era de esperarse la reciente baja del 12 por ciento en el Nasdaq. Teme que la venta masiva en los mercados bursátiles públicos empeorará mucho y, a su vez, hará caer las altas valoraciones de las empresas que no cotizan en bolsa.

"En realidad estoy bastante preocupado", dijo Hoffman, quien creó la incubadora Founders Space en 2011. Dijo que retiró el 80 por ciento del dinero que tenía en los mercados públicos y el 60 por ciento del que tenía en los mercados privados. Todo ese dinero ahora permanece como efectivo. "No hay nada más seguro que el dinero en efectivo", sostuvo.

La inquietud de Hoffman puede ser un poco extrema para los estándares de Silicon Valley –hay quienes no comparten su percepción en absoluto; sin embargo, pone de manifiesto una realidad nueva e inconfundible: la excesiva preocupación sobre la caída de las acciones tecnológicas ya no es de dominio exclusivo de los operadores de Wall Street. No, incluso aquí, en el corazón de la industria donde el optimismo está incorporado en el ADN, las dudas están comenzando a aparecer.

No es que la gente se esté preparando para otro estallido de las punto.com o algo parecido a lo de 2008. Solo unos pocos, como Hoffman, son tan pesimistas. Normalmente, es más sutil que eso. Tal vez una firma de capital de riesgo pasa unos días más examinando los términos de las transacciones. O un joven programador suspende la compra de una casa de US$1 millón. Austin Degenhardt, fundador de 29 años de Paul Hardt, una empresa incipiente que fabrica zapatos de lujo y los comercializa en línea, describió la creciente sensación de angustia de esta manera: "Es más como algo que tengo presente. Simplemente siento la prisa”.

Para Degenhardt, la prisa es asegurar el financiamiento de los capitalistas de riesgo mientras las valoraciones permanezcan cerca de niveles récord. Busca obtener US$600.000. (Tuvo un muy buen día con Founders Space la semana pasada, y obtuvo alrededor de media docena de tarjetas de visita de capitalistas de riesgo).

Y para los empresarios más adelante en la etapa de desarrollo, el apresurarse es a menudo aprovechar los mercados públicos con una salida a bolsa. Hasta el momento, ese mercado no ha mostrado ningún signo de enfriamiento. Ha habido 46 OPI tecnológicas este año. Recaudaron US$16.000 millones, superando el total de US$13.000 millones de 2017. Y algunos nombres destacados como Uber, Slack y Airbnb se están preparando para salir pronto al mercado.

La mayoría de las acciones tecnológicas han estado cayendo durante varios meses. Algunas de las bajas son sorprendentes: Netflix ha bajado un 32 por ciento desde su nivel más alto alcanzado en julio; Amazon.com ha caído un 22 por ciento desde principios de septiembre; Tencent, el gigante de la tecnología china, ha bajado un 38 por ciento desde el récord de enero. Las empresas de semiconductores también han sido golpeadas y han caído un 19 por ciento desde principios de junio; al igual que las empresas de hardware de tecnología, que han bajado un 14 por ciento desde su máximo de octubre. A nivel mundial, las empresas de tecnología han perdido US$1.100 millones en valor en los últimos dos meses y medio.

Las causas son muchas, desde los molestos problemas de privacidad de Facebook y Google, hasta la caída de la demanda de semiconductores y teléfonos inteligentes y la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Y todos ellos apuntan a una verdad aparentemente ineludible: que los días de crecimiento interminable de ganancias están llegando a su fin. Entonces, después de una increíble década en la que el Nasdaq se disparó más del 500 por ciento, muchos inversionistas de Wall Street decidieron que el sector es demasiado caro.