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OPINION

Juan Guaidó se arriesga mucho y gana poco

En vez de replantear la estrategia de la oposición o retroceder, Guaidó, tal vez asombrosamente, optó por presionar su desventaja.

Venezuela's Guaido Claims Military Support to Take Power
Venezuela's Guaido Claims Military Support to Take Power | Photographer: Bloomberg/Bloomberg

La oposición política de Venezuela parece estar en un lugar difícil. Más de tres meses después de que Juan Guaidó, el líder de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, asumiera el cargo de presidente interino, con el apoyo de más de 50 países, el estancamiento político persiste y Nicolás Maduro permanece en el palacio de Miraflores. Pero en vez de replantear la estrategia de la oposición o retroceder, Guaidó, tal vez asombrosamente, optó por presionar su desventaja.

El 30 de abril, la víspera del tradicional festivo del 1 de mayo, guió a sus seguidores a las calles en lo que sería un punto de giro nacional. Bajo el nombre de Operación Libertad, el movimiento pregonaba el fin de la "usurpación" del poder venezolano. El levantamiento fue incentivado por el instigador de la oposición, Leopoldo López, a quien sus solidarios soldados habían liberado de su arresto domiciliario esa mañana. Sin embargo, en lugar de incursionar en la base militar y convertir a las fuerzas de seguridad a la causa rebelde, el levantamiento decayó a un enfrentamiento familiar, en el que manifestantes enmascarados lanzaban piedras a las tropas que a su vez les disparaban gases lacrimógenos y perdigones. Para el final del día, López se había escapado a la residencia del embajador chileno y luego a la embajada de España, y dos docenas de militares desertores corrían con el rabo entre las piernas hacia la embajada de Brasil. Guaidó seguía siendo solo un líder proclamado.

¿En qué pensaban Guaidó y su atrevida banda de rebeldes? Olviden los airados gritos sobre un supuesto golpe, como acusaron Maduro y los Chavistas a muerte. Maduro mismo sentó las bases para un cambio de régimen cuando se robó las elecciones presidenciales de 2018, vetando a sus oponentes y castrando al órgano legislativo, en violación a la constitución escrita por su mentor, Hugo Chávez. "Un golpe de estado es el derrocamiento de un gobierno democráticamente electo por medios militares" escribió en Twitter el profesor de la Escuela avanzada de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, Yascha Mounk. "Lo que está ocurriendo es un levantamiento legítimo —e inspirador— contra un dictador sin legitimidad democrática".

Las apuestas no podían ser más altas. El frustrado levantamiento no solo pospuso un fin pacífico a la peor crisis política y humanitaria de Latinoamérica. También puso a los vecinos hemisféricos de Venezuela en una situación difícil.

Hasta ahora, los disidentes políticos del país habían logrado lo inimaginable: provocar la acción de los compincheros países latinoamericanos, a quienes el temor de repercusiones en casa les impedía poner en evidencia a sus vecinos, incluso ante los excesos autocráticos. Bajo el Grupo de Lima, un pacto para la crisis dentro de la Organización de Estados Americanos, 11 países del continente condenaron al gobierno de Venezuela por jugar con la democracia y violar derechos humanos. Posteriormente reconocieron a Guaidó como el legítimo líder interino del del país y pidieron a Maduro hacerse a un lado en favor de elecciones nacionales.

Hubo algunas fisuras en América. México objetó y se alineo con Cuba en apoyar a Maduro como jefe del Estado venezolano. Una facción disidente, liderada por Uruguay, México y los países del Caribe, lanzaron una propuesta de arreglo con el Grupo de Lima al que llamaron Mecanismo de Uruguay, el cual llamó nuevamente al diálogo. El líder bolivariano ha conversado en todas las conversaciones para darle más tiempo a su desgastado régimen.

El peligro del obstaculizado levantamiento de la víspera del 1 de mayo era que podría haber abierto una grieta más profunda en el inestable consenso latinoamericano. En cambio, es admirable que el Grupo de Lima haya reiterado su apoyo a Guaidó, pidiendo el martes a las fuerzas armadas venezolanas que lo respaldaran como su líder constitucional y responsabilizando a Maduro por el "indiscriminado uso de violencia para reprimir el proceso de transición democrática".

Por supuesto, incluso algunos de los más férreos detractores de Maduro expresaron preocupación por el levantamiento. "La situación es impredecible", dijo el martes a reporteros en Brasilia Augusto Heleno Ribeiro Pereira, un retirado general de cuatro estrellas. "Lo que sabemos con seguridad es que la operación militar de Guaidó era precaria, mientras que la otra parte ha comprado el apoyo de cerca de dos mil generales, que es un número atemorizante". Heleno dijo que Brasil apoya a Guaidó pero no intervendrá.

Una fanfarronada agresiva de EE.UU. no ayudará. El Senador Republicano Marco Rubio tuiteó en vivo el levantamiento durante el día, dando bombo a la rebelión y al peligro de la permanencia de Maduro en el poder. El secretario de Estado, Michael Pompeo, cacareó que, de no haber sido por los asesores rusos de Maduro, habría salido en un avión hacia La Habana. A pesar de despachar docenas de asesores y 35 toneladas de equipos a Venezuela el mes pasado, Moscú negó cualquier participación en la confrontación de ayer. Ahora, la administración Trump amenaza con un embargo a Cuba, el aliado más fuerte de Maduro, e incluso suenan reportes de fuerzas mercenarias que se preparan para intervenir en Venezuela.

Usar a Venezuela como representación en las disputas geopolíticas no promoverá la causa de la democracia. La abatida oposición venezolana necesita presión internacional concertada, no vitoreos.

Nadie puede culpar a la audacia de Guaidó; un "enorme exceso de coraje", en palabras del economista de Harvard y asesor de Guaidó, Ricardo Hausmann. Pero la bravuconada conlleva riesgos. Analicemos la apuesta de Guaidó en febrero de usar la ayuda humanitaria como arma al despachar toneladas de alimentos y medicamentos desde Brasil y Colombia a Venezuela. Ese esfuerzo fallido fue al menos una Victoria pírrica en la que se puso a los manifestantes en peligro, incluso después de que Maduro mostrara su disposición a recurrir a la represión violenta.

El mismo espíritu apostador alentó el levantamiento del 30 de abril. Esta vez, sin embargo, la apuesta de Guaidó puede haber pagado un poco. La erupción rebelde ha puesto al gobierno a la defensiva: o Maduro arresta a Guaidó y se arriesga a las represalias internacionales, o no hace nada y proyecta una imagen de debilidad.

Aunque sus vínculos con los militares resisten, el control de Maduro sobre el poder se ve más tenue cada día. Un ejemplo de eso es la carta abierta del jefe del temido servicio de inteligencia de Venezuela, el Sebin, en la que exhorta a Maduro a "reconstruir el país". "Ha llegado el momento de buscar una nueva forma de hacer política", escribió el jefe de espías venezolano, Manuel Ricardo Cristopher Figuera.

Los vecinos de Venezuela pueden ayudar a las fuerzas democráticas del país a crear esa nueva forma, pero solo si sostienen la unidad diplomática que han fortalecido bajo el Grupo de Lima, a la vez que se alejan de nuevas y riesgosas aventuras, incluidas las de Guaidó. Mantengamos los ojos sobre Perú, donde nuevamente se reunirá el Grupo de Lima el 3 de mayo, y también en las calles de Venezuela.