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La hermosa Muralla China no fue tan efectiva

Desde el momento en que lanzó su campaña presidencial, Donald Trump comparó la barrera que quería construir en la frontera sur de Estados Unidos con la Gran Muralla China. Ahora que el gobierno estadounidense está cerrado ante el punto muerto por el muro de Trump, tanto él como sus adversarios demócratas deberían mirar de cerca a la fortaleza China, y por qué falló.

China Daily Life
China Daily Life | Photographer: Kevin Frayer/Getty Images

Desde el momento en que lanzó su campaña presidencial, Donald Trump comparó la barrera que quería construir en la frontera sur de Estados Unidos con la Gran Muralla China. Ahora que el gobierno estadounidense está cerrado ante el punto muerto por el muro de Trump, tanto él como sus adversarios demócratas deberían mirar de cerca a la fortaleza China, y por qué falló.

La Gran Muralla, visitada hoy en día por los turistas por ser una manualidad de la Dinastía Ming (1368-1644), fue construida principalmente entre mediados y finales del siglo XVI. La percepción común es que la Muralla fue concebida como un único e importante proyecto de infraestructura para proteger la compleja frontera norte de China de los invasores extranjeros. En realidad no fue así. La Gran Muralla fue construida principalmente por defecto, por un sistema político demasiado paralizado por las luchas internas para pensar en algo mejor.

La seguridad fronteriza fue una preocupación para la corte imperial China desde principios de los tiempos. Los "bárbaros" de la estepa norte –ya fueran xiongnu, turcos, yurchens, mongoles u otros– a menudo amenazaban al imperio medio. Algunos, como los mongoles de Genghis Khan en el siglo XIII, lograron invadir todo el imperio.

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La extensa frontera norte atravesaba terreno hostil que la hacía difícil de defender. Los emperadores chinos habían intentado una variedad de métodos para asegurar la frontera, desde comprar a los bárbaros hasta montar expediciones militares gigantescas en su contra. El problema siempre regresaba cuando aparecía un nuevo grupo tribal en la frontera.

Para la Dinastía Ming, las dificultades de seguridad de la frontera empeoraban por una combinación de arrogancia, división e indecisión. La corte Ming era un lugar particularmente hostil, donde las facciones hostiles se peleaban casi todo el tiempo. El asunto fronterizo a menudo era arrastrado a estas competencias por el poder en el palacio.

En general, los Ming, después de haber retomado el imperio de las manos de los descendientes de Genghis Khan, adoptaron una línea dura contra sus vecinos del norte y a menudo les negaban la oportunidad de comerciar con China. Los mongoles dependían de ese comercio para los granos y otros suministros que necesitaban para sobrevivir a la inhóspita estepa. Entonces, no tuvieron más opción que lanzar saqueos en China para tomar lo que necesitaban. Los ataques endurecieron la opinión de China sobre las tribus mongolas y resaltaron la necesidad de seguridad fronteriza.

La fracturada corte Ming se devanaba los sesos en busca de una solución. Algunos oficiales abogaban por un enfoque diplomático que restaurara el comercio y aliviara la presión sobre los mongoles para saquear. A menudo eran abucheados por los mandarines más agresivos, quienes consideraban esas políticas excesivamente conciliadoras. Argumentaban que las solicitudes de relaciones comerciales de los mongoles eran solo una artimaña de los bárbaros para atraer a los chinos a una complacencia vulnerable.

Los mandarines a menudo preferían la acción militar para ahuyentar a los saqueadores de la frontera, pero enviar tropas a búsquedas en el norte para perseguir a jinetes nómadas era costoso, difícil de organizar y muy impopular. Las propuestas con frecuencia se enredaban en las ocultas intrigas personales de los cortesanos que luchaban por el favor imperial.

Aparentemente, eso dejaba a la corte con una sola opción: construir barreras defensivas que impidieran la entrada de los bárbaros. "Reacios a comerciar con los mongoles e incapaces de derrotarlos militarmente, a mediados del siglo XVI los Ming no tenían otra opción de política que... intentar excluir a los nómadas construyendo muros" escribió el historiador Arthur Waldron en su exhaustivo estudio "La Gran Muralla China: de la Historia al Mito".

La estrategia fue efectiva para mitigar los saqueos de los mongoles, donde se construyó muros. El problema era que los jinetes podían mover sus asaltos a áreas desprotegidas de la frontera. Eso fue exactamente lo que hizo un enorme grupo mongol en 1550, cuando penetró en los suburbios de Pekín. La respuesta de la corte fue construir más muros. La Gran Muralla fue el resultado de esta política defensiva aleatoria.

La tragedia es que la enorme y hermosa Muralla de los Ming no pudo cumplir su único objetivo: defender a China de la invasión. Los Ming seguían remendando la masiva estructura cuando la dinastía colapsó en 1644. En medio del caos resultante, una nueva potencia esteparia, los manchúes, descendieron por el norte, se tomaron Pekín y gobernaron como la Dinastía Qing.

Tal vez era imposible rechazar la conquista manchú. China dividida estaba destinada a caer. Pero los Ming evidentemente contribuyeron a su propia catástrofe. Un ambiente en la corte que priorizaba la defensa contra los propios rivales internos sobre la cooperación en las políticas obstaculizó cualquier esperanza de desarrollar una solución efectiva a un problema grave. Los emperadores, mimados en sus lujosos palacios y sin verdadero conocimiento de las condiciones en la frontera, prefirieron arreciar contra los extranjeros a negociar. La reticencia a un comercio mutuamente benéfico profundizó las causas de la inestabilidad en la frontera. Tratar a aquellos al otro lado de la frontera como bandidos, en vez de personas pobres con necesidades, condenó la política Ming al fracaso.

¿Le suena familiar? La lección principal de la Gran Muralla China es que una barrera física, sin importar cuán costosa o impresionante, fallará si no está unida a un conjunto de políticas que alivie las fuentes de inseguridad en la frontera. Los Ming nunca lo entendieron. Esperemos que los mandarines de Washington sí.