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Plan B del brexit tiene serias fallas y no resultará

Cuando los líderes de la Unión Europea se reunieron en Bruselas el domingo para finalizar el acuerdo de divorcio del brexit, dejaron clara una cosa: no hay un “plan B”. Pero algunos legisladores conservadores, escépticos de que el acuerdo sea aprobado en el Parlamento, están trabajando duro, sí, en un “plan B”.

European Union Leaders Meet To Break Brexit Deadlock
European Union Leaders Meet To Break Brexit Deadlock | Bloomberg

Cuando los líderes de la Unión Europea se reunieron en Bruselas el domingo para finalizar el acuerdo de divorcio del brexit, dejaron clara una cosa: no hay un “plan B”. Pero algunos legisladores conservadores, escépticos de que el acuerdo sea aprobado en el Parlamento, están trabajando duro, sí, en un “plan B”.

Su idea básica –la opción de Noruega– no es nueva. Algunas veces ese pedazo de papel arrugado en el basurero merece una segunda mirada. En este caso, la idea revisada tiene un gran mérito, pero todavía parece condenada, tanto por la política electoral como por el sentimiento que provocó la propia votación del brexit.

Su principal defensor es el legislador conservador Nick Boles, exministro vinculado a Michael Gove, un importante partidario del brexit al interior del Gabinete de Teresa May. El plan, denominado “Noruega Plus”, es considerado la mejor alternativa a que no haya acuerdo, y según se informa, cuenta con el apoyo de varios ministros.

La mecánica es simple; la política no tanto. Noruega es miembro del Espacio Económico Europeo (EEE), que está compuesto por Estados miembros de la UE, además de Liechtenstein e Islandia. Gran Bretaña perderá su pertenencia al EEE al salir de la UE; para mantenerla, el Reino Unido tendría que volver a solicitar el ingreso a la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), a la que renunció en 1972. Ese proceso es sencillo al menos.

Los miembros de EEE-AELC disfrutan de los beneficios del mercado único de la UE, pero, de manera crucial, están exentos de las políticas agrícolas y pesqueras del bloque, ambas criticadas por los partidarios del brexit. Los miembros de la AELC también pueden negociar sus propios acuerdos comerciales individualmente o en bloque, otra de las libertades que han exigido los partidarios de la salida y que May ha prometido.

Pero el acceso siempre viene con condiciones. El mercado único incluye la libre circulación de mano de obra. Y si hubo una fuerza motivadora en el referéndum del brexit, esta fue el deseo entre los votantes de limitar la inmigración. El tema sigue siendo totémico para la mayoría de los partidarios de abandonar el bloque.

Teniendo en cuenta esto, algunos conservadores plantearon la idea de Noruega "por ahora", una estación de paso que minimiza los trastornos económicos, evita una salida sin acuerdo y permite al Reino Unido una mejor posición desde la cual negociar un acuerdo comercial con la UE. Su argumento era que el acuerdo de May contiene un período de transición con acceso al mercado único y la libre circulación, que en virtud del acuerdo finalizado puede durar hasta diciembre de 2022. Así que esta opción no significaba renunciar a mucho.

Pero la insinuación de que una opción de Noruega podría funcionar como una estación intermedia mientras Gran Bretaña negociaba un acuerdo comercial a largo plazo siempre fue fantasiosa. Los miembros existentes dejaron en claro que no quieren la perturbación de dejar una economía tan grande, en términos relativos, en su pequeño club solo por un corto período.

La UE tampoco sería complaciente. La membresía temporal no satisfaría la demanda de la UE de un tratado que garantice que Irlanda del Norte seguirá estando tan integrada a la UE como sea necesario para mantener abierta la frontera irlandesa, sea cual sea la futura relación comercial.

Boles ha aceptado estas objeciones, y ahora aboga por un "compromiso indefinido" con la membresía en el EEE y la AELC. Tras el periodo de transición en el acuerdo de salida negociado, o antes, Gran Bretaña se uniría a la AELC y celebraría un acuerdo aduanero con la UE, que obviaría la necesidad del llamado “backstop”, o salvaguarda, para la frontera irlandesa en el acuerdo de la UE con el Reino Unido. Mientras tanto, buscaría soluciones tecnológicas que mantengan abierta la frontera y permitan a Gran Bretaña perseguir sus propios acuerdos comerciales.

La UE difícilmente podría quejarse, ya que significaría mantener a Gran Bretaña atada a las normas del mercado único con poca opinión sobre cómo están hechas. Los partidarios del brexit de línea dura, sin embargo, lo verían como una traición que dejaría a Gran Bretaña en una posición peor que permanecer en la UE, donde al menos el país tiene un puesto en la mesa.

Ese no es un obstáculo pequeño, suponiendo que May quiera mantener a su partido unido. De hecho, es difícil imaginar que el plan avance bajo su liderazgo.

Por lo tanto, el plan de Boles necesitaría el apoyo de un gran número de legisladores laboristas. Si bien sin duda cumpliría con las pruebas del partido para un buen acuerdo, la oposición tiene otras prioridades: quiere una elección y, en su defecto, un segundo referéndum.

Incluso si contara con el apoyo parlamentario, una opción de Noruega enfrentaría importantes obstáculos. Podría requerir una extensión al actual período para las negociaciones con la UE, que termina en marzo, para preparar los detalles. Como señala John Springford, del Centro para la Reforma Europea, la UE podría imponer a cambio demandas adicionales, como cambios en los mecanismos de gobernanza. Ahí habría oposición a la jurisdicción del Tribunal de la AELC y a los continuos pagos al presupuesto de la UE para tener acceso al mercado. Lo que es más problemático, es que si bien el plan de Boles prevé un "freno de emergencia" a la inmigración en circunstancias especiales, está muy lejos de retomar el control de las fronteras del Reino Unido.

Irónicamente, el “plan B” puede incluso hacer más probable que el “plan A” sea rechazado. Algunos legisladores pueden verlo como una colchoneta en caso de que el acuerdo de May sea rechazado. Pero eso es un falso sentido de alivio. Cualquier plan que retrase el control de las fronteras de Gran Bretaña indefinidamente es probable que provoque una reacción electoral sísmica.

El brexit y el control de la inmigración se han entrelazado en las mentes de demasiados votantes, para quienes todas las aulas atestadas o la lista de espera del Servicio Nacional de Salud son un recordatorio de que los recursos de Gran Bretaña son limitados y sus servicios públicos tienen alta demanda. Sin crecimiento económico, mejor productividad y un esfuerzo sostenido de relaciones públicas que cambie las percepciones de la UE, esas actitudes serán difíciles de cambiar. Por esta razón, es posible que quizás muchos parlamentarios sean partidarios del “plan B”, pero tendrán dificultades para convencer a los votantes.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.