Las vueltas de la vida. De la vida en la naturaleza, en este caso.
La pesca excesiva de un interesante recurso económico como la
anchoa que vive en el Mar Argentino podría degenerar en graves inconvenientes para gran parte de la
fauna marina patagónica. La especie
Engraulis anchoita, ingrediente de una de las pizzas más
saladas que el gusto humano pueda imaginarse, forma parte vital de la cadena alimentaria de
pingüinos, lobos marinos, delfines y cormoranes, entre otros animales de la zona.
Aunque su pesca indiscriminada todavía no es un hecho, un programa experimental de la
provincia de Chubut genero inquietud y esta semana científicos argentinos y norteamericanos
alertaron sobre los problemas que podría traer al ecosistema de la zona, que también terminaría,
incluso, afectando a la principal industria de la zona: el turismo.
Uno de los autores del trabajo publicado en
Science,
Guillermo Caille, de la Fundación Patagonia Natural, le
explicó al
Diario PERFIL que
“la anchoa no es una especie más. Cumple un papel
fundamental, un rol intermedio entre el fito y el zooplancton (algas) y los predadores como aves y
mamíferos marinos”.
Por lo tanto, el artículo titulado
“La pesca de anchoas amenaza al ecosistema
patagónico”, que dio a conocer la prestigiosa revista esta semana, es un llamado de
atención para evitar males mayores. Para poner un ejemplo, la mitad de la alimentación del pingüino
de Magallanes está constituida justamente por este pececito.
Situación. Quedan pocos mares con la biodiversidad y la
riqueza de especies que aún muestra el mar del sur argentino. “Cuando uno como investigador
empieza a hacer foco en los procesos que hacen que crezca la fauna carismática para el turismo,
como ballenas y lobos marinos, y que la población de pingüinos en Punta Tombo, de un millón de
ejemplares, se mantenga, descubre que
las pequeñas anchoas son clave”, dijo Caille a
PERFIL.
Conocida en España como
“boquerón argentino”, esta anchoita vive sólo
un par de años, se desplaza en las zonas intermedias de los mares, lo que hace que su pesca sea
relativamente sencilla, y no mide más de 20 centímetros.
La pesca compite en muchos casos con estos predadores de alto nivel trófico y eso ya sucedió
en otros océanos. Según Caille, biólogos del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo
Pesquero (Inidep) estimaron en 20 mil las toneladas de pesca por año que podría hacerse de anchoas
para no romper el equilibrio. “Aunque hoy en la Patagonia no se llega a las mil toneladas,
buscamos hacer una estimación. La idea es llamar la atención, ahora que estamos a tiempo, para
planificar una pesca responsable y hacer una previsión lógica a 5
o 10 años. Las pesquerías avanzan lentamente, hasta que se vuelven explosivas, como sucedió
con el langostino”, remarcó.
La tendencia de la industria es dirigir la pesca de anchoas para producir harina de pescado,
algo que ya se hizo en Chile y en el Uruguay, sobre todo para alimentar a los salmones de criadero.
En la Argentina,
la mayor parte de la pesca ocurre en Mar del Plata: se procesa en
sal y se exporta a España sin ahumar.