CIENCIA
50 años de la llegada a la Luna

Las mujeres que hicieron posible la misión lunar

Pionera, la ingeniera JoAnn Morgan fue la única mujer en la sala de control de Cabo Cañaveral y se encargó de controlar los críticos momentos iniciales del despegue de Apolo 11.

JoAnn Morgan, pionera en la NASA. La única mujer en la sala de control de la Apolo 11.
JoAnn Morgan, pionera en la NASA. La única mujer en la sala de control de la Apolo 11. | NASA

El 16 de julio de 1969 despegó desde Cabo Cañaveral, en Florida, el cohete Saturno V, impulsando a la humanidad a la superficie de la Luna por primera vez. Desde la sala de control, el equipo de ingenieros y técnicos observaba atentamente el despegue a través de una ventana. En esa habitación llena de hombres con camisas blancas y corbatas oscuras, estaba sentada una mujer. De hecho, era la única mujer en la sala: la ingeniera aeroespacial JoAnn Morgan, encargada de controlar los críticos momentos iniciales del despegue de Apolo 11, antes de que el mando de la operación pasase a Houston.

Morgan fue pionera en el programa espacial de Estados Unidos y abrió la puerta a que de a poco muchas profesionales como ella comenzaran a trabajar en la NASA. Además de ser la primera mujer en la agencia espacial en ganar una beca Sloan, en sus 40 años de carrera fue la primera mujer jefe de división de la NASA, la primera mujer ejecutiva senior en el Centro Espacial Kennedy, la primera directora asociada, la primera mujer directora de Seguridad y Garantía de una misión ... y la lista continúa.

Pero ser la primera tuvo su precio. Hubo muchos obstáculos que Morgan tuvo que superar en un contexto machista: desde recibir llamadas telefónicas obscenas hasta la necesidad de limpiar el único baño disponible: el de hombres.

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En una entrevista de la NASA, Morgan cuenta que el primer día de trabajo, el jefe del equipo –temiendo reacciones inapropiadas– reunió a todos los miembros menos a ella y les convino a que la tratasen como a un colega más, a lo que uno respondió: “¿Podemos, al menos, pedirle que nos haga café?”. “No  –fue la respuesta–, no podés pedirle a un ingeniero que te prepare café”. “En casi todas partes era la única mujer en la sala. En cierto modo, tenía una sensación de soledad, pero yo quería hacer el mejor trabajo que pudiera”, dijo.

Como Morgan, hubo un puñado de pioneras que hicieron grandes aportes para que Amstrong, Aldrin y Collins descendieran en la Luna y volvieran a la Tierra a salvo. Entre ellas se destaca un equipo de matemáticas conocidas como las “computadoras humanas” que calcularon, con lápices, reglas y sencillas calculadoras, las complicadas ecuaciones que permitieron lanzar los cohetes y a sus astronautas al espacio.

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Su desconocido trabajo salió a la luz con la publicación del libro Hidden Figures de Margot Lee Shetterly y el posterior film. La película se centra en tres de esas mujeres excepcionales que formaban parte de la sección computación del ala oeste –donde trabajaban los afroamericanos– del laboratorio de Langley, en Hampton (Virginia): Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson. De las tres protagonistas, la única que sobrevive es Katherine, quien contribuyó a la misión Apollo 11: calculó el momento preciso en el que la sonda debía abandonar la superficie lunar para que alcanzara justo a tiempo y se pudiera enganchar al módulo de servicio. Johnson participó en numerosos proyectos durante los treinta y tres años que estuvo en la NASA. Esta dedicación y sus contribuciones en momentos decisivos la hicieron merecedora en 2015 de la Medalla Presidencial de la Libertad de EE.UU., otorgada por el entonces presidente Barack Obama.

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