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A golpe de maza

“La destrucción es un espectáculo agradable a los ojos del hombre”, decía Arlt en una de sus aguafuertes sobre las demoliciones que trazaron las avenidas diagonales del centro. Ahora las cámaras de los noticieros enfocan hipnóticas a los vecinos enfurecidos de Villa Forito que tiran abajo con mazas, martillos y patadas la casa de un asesino violador.

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“La destrucción es un espectáculo agradable a los ojos del hombre”, decía Arlt en una de sus aguafuertes sobre las demoliciones que trazaron las avenidas diagonales del centro. Ahora las cámaras de los noticieros enfocan hipnóticas a los vecinos enfurecidos de Villa Forito que tiran abajo con mazas, martillos y patadas la casa de un asesino violador. Lo que atrae de la destrucción es el cambio, la alteración de la materia, el derrumbe, la liberación de energía, y en este caso la liberación de la fuerza de la bronca.
En cueros, el padre de la nena de 9 años asesinada abre un boquete en la pared, a mazazos, metido en la pesadilla, en el horror. Golpea, sigue golpeando. No se cansa hasta que se cansa. Se acomoda el jean que se le cae (el pudor es capaz de sobrevivirnos). Lo reemplaza un adolescente grandote. Dale, Mr. Músculo, le gritan los chicos. Hay muchos chicos, casi todos con ese peinado Rodrigo Palacio, el jugador de Boca, de pelo corto y viborita en la nuca, con camisetas de fútbol auspiciadas por las grandes marcas. Todos los chicos en la calle, todavía de vacaciones. ¿Qué hubiera pasado si el crimen sucedía durante un paro docente? ¿Cuál hubiera sido la lectura de ese hecho? Si la nena hubiera estado en la escuela… etc.
Los vecinos dolidos, asustados, enfurecidos, hacen catarsis por televisión. Las cámaras catalizan la bronca, aceleran la reacción, la exigen. La cámara pide acción con su sola presencia. El padre llora ante las cámaras. Alguien le sopla y él grita “¡Que venga Scioli!”. Pero está de perfil y los noteros lo agarran de los hombros y lo ubican de frente, le marcan el lugar a sus actores. La madre en shock también es apuntalada por micrófonos y preguntas hasta que se desmaya.
¿Cómo se lee todo esto? ¿Cuántas fallas del tejido social inciden en que suceda un crimen así? ¿Cómo se comunica la noticia? ¿Y cuánto nos dura el morbo, la curiosidad y la empatía? Uno se despega, sigue adelante con el zapping. Quizá sea cierto eso que dicen, que somos la materia de la que está hecha la televisión, pero en este país cada vez es más la gente que está atrapada en el mismo canal.