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A imagen y semejanza

Se supone que es el mayor invento de la humanidad. No en vano se lo viene llamando “La máquina de Dios”. Sí, de Dios; otro ampuloso invento de la humanidad. Ambas maquinolas (Dios y la flamante “máquina de Dios”) –como buenos aparatos motorizados– se basan en un principio de inestabilidad entre polos fluctuantes (lo Conocido vs. lo Otro, lo Claro vs. lo Oscuro, lo Finito vs. lo Infinito, el Bien vs. el Mal).

Rafaelspregelburd150
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Se supone que es el mayor invento de la humanidad. No en vano se lo viene llamando “La máquina de Dios”. Sí, de Dios; otro ampuloso invento de la humanidad. Ambas maquinolas (Dios y la flamante “máquina de Dios”) –como buenos aparatos motorizados– se basan en un principio de inestabilidad entre polos fluctuantes (lo Conocido vs. lo Otro, lo Claro vs. lo Oscuro, lo Finito vs. lo Infinito, el Bien vs. el Mal). Estas máquinas traducen esas inestabilidades dicotómicas insolubles en efectos más o menos operativos: credos, dogmas, instituciones, bulas, santos, inquisiciones, estampitas, excursiones para salvar el Grial o viajes de Ratzinger a evangelizar a los franceses.
Me parece lógico que la llamen la máquina de Dios. Al menos mientras su uso siga siendo tan oscuro como el de esa otra máquina, ese Dios mismo y mayúsculo. Pero debo confesar mi desazón. Doble. Primero, porque cuando un amigo inquieto (que sabe de mi interés lateral por leer la Física como si fuera la Poética) me alertó sobre la máquina de Dios, pensé que por fin habían dado con una lengua universal que no sólo contuviera las denotaciones del mundo sino también todas las connotaciones. No hubo suerte.
Segundo, porque la pomposa polea acaba de ser hackeada. Sólo unos archivos, bah, pero los hackers expresan así su amenaza. Es su forma amable de decirles a estos laboriosos arquitectos de Babel que no tienen idea de nada.
Qué peligro. El seguro de mi auto, por ejemplo, me cubre de un montón de cosas, pero no del Y2K. Por suerte ya pasó el diabólico año 2000, pero –como un trauma nunca cerrado– me lo siguen recordando legalmente en mi póliza. Ahora se trata de unos pequeños agujeros negros, de antimateria, de cosas apenitas imaginables. Que ya están en manos de unos hackers.
No me creo mucho el perfil romántico del hacker. Se lo supone de una densidad ontológica similar a Robin Hood, pero sospecho que el hackeo es un negocio fabuloso, una rémora más del neoliberalismo. Te hackeo primero, te asesoro después, y te cobro. La falla de tu sistema es mi alimento, qué bueno que tu sistema falle. Siendo organismos complejos, ni siquiera hemos decidido darles un nombre castellano, como si al omitir del diccionario el tal concepto éste pudiera perder materialidad y desaparecer entre las cosas informes que no tienen nombre.
Ojalá los hackers sepan algo de antimateria. Si puedo, seguiré la evolución del experimento. Como cuando plantaba un poroto entre un secante y un frasco. Mm... Ahora que recuerdo, las germinaciones terminaban invariablemente con olor a podrido.