Un poco de todo
“Néstor sigue muy golpeado por el desenlace del conflicto entre el Gobierno y el campo.
Todavía no se repone del voto ‘no positivo’ de Cobos”, confiesa alguien que, en
la semana, compartió una foto con el ex presidente en funciones.
“Cobos debería ir un poco más despacio. El apuro, se le nota”, reconocía,
mientras mostraba una lapicera con la inscripción de Cobos un dirigente radical que lo quiere poco
al vicepresidente.
“En el Gobierno antes las internas eran entre Alberto (Fernández) y Julio (De Vido).
Ahora, por lo menos, son tres: están los de Massita, los de Aníbal (Fernández) y los de
Julio”, explicaba con sonrisa irónica alguien que pasa horas recorriendo los pasillos de la
Casa Rosada.
“Los servicios de tren no son un desastre”, dijo el secretario de Transporte,
Ricardo Jaime. Se ve que no viaja nunca en tren.
“La hipótesis de que el aporte de 200.000 pesos que hizo Sebastián Forza a la campaña
hay salido de un sindicato crece. Que se pueda o quiera demostrar, es otra cosa”, reconocen
fuentes políticas que siguen con mucho detalle la investigación del triple crimen de General
Rodríguez.
La Presidenta decidió manejar el tema del pago al Club de París, como siempre, por sí sola.
En verdad, para ceñirse a la estricta realidad, la decisión fue exclusiva del matrimonio
presidencial.
La historia refiere que la determinación comenzó a gestarse en aquel fin de semana de furia
cuando, en Olivos, el bochorno de la compra de bonos de la deuda argentina por parte de Venezuela a
intereses usurarios generó el enojo y los reproches de la Presidenta.
Ya Martín Lousteau, cuando la ilusión del cambio que nunca fue le hizo creer que podía ser
realmente un ministro de Economía, tenía entre sus planes el de entablar las negociaciones que
culminarán con un pago decoroso y conveniente de la deuda con el Club de París. Pronto advirtió que
esto no estaba en los planes de Néstor Kirchner. Total, estaba Chávez.
Recién cuando los Kirchner se dieron cuenta de que para el presidente de Venezuela la amistad
es una cosa y los negocios otra, resurgió el tema de la deuda con el Club de París. Se habían
anoticiado que el país se había quedado sin fuentes de financiamiento externo.
Una vez que el matrimonio presidencial advirtió esta circunstancia, apareció otro problema:
cómo encarar el asunto.
“Lo que pasa es que Néstor y Cristina creen que todo debe hacerse a la manera de ellos;
y ahí es donde se equivocan”, reconoce alguien que los conoce mucho. Este episodio es una
contundente demostración de esta afirmación.
Veamos.
El pago de la deuda con el Club de París es, más allá de las lógicas polémicas que una medida
de este tipo siempre genera, una medida correcta. La forma a través de la cual el Gobierno la
instrumentó, es mala.
Nota al pie: Para fundamentar esta aseveración es imprescindible entender qué es el Club de
París.
En su página web
(www.clubdeparis.org) se lee:
“Qui sommes-nous?”
(¿Quiénes somos?)
“El Club de París es un grupo informal de acreedores públicos cuyo rol es el de
encontrar las soluciones coordinadas y duraderas a las dificultades de pago de las naciones
endeudadas. Los acreedores del Club de París acuerdan en reescalonar los pagos correspondientes a
sus deudores. Los reescalonamientos son un medio de aportar un alivio de la deuda en mora y, en el
caso de los reescalonamientos concesionados, de anular los vencimientos impagos de la deuda.
La primera reunión con un país deudor tuvo lugar en 1956, cuando la Argentina acepta
encontrarse con sus acreedores públicos en París. Desde entonces, el Club de París o los grupos ad
hoc de acreedores públicos miembros del Club de París arribó a 403 acuerdos (repartidos por año)
relativos a 85 países endeudados. Desde 1983, el monto total de deuda cubierta por estos acuerdos
se eleva a 511 mil millones de dólares (repartidos por año)
A pesar de esta fuerte actividad, el Club de París ha permanecido como una entidad informal.
Es la reunión voluntaria de países acreedores que desean tratar de manera coordinada la deuda que
se les debe por parte de los países en vías de desarrollo. Se la puede describir como una
‘no-institución’.
A pesar de que el Club de París no tenga existencia legal ni estatutos, los acuerdos siguen
un cierto número de principios y reglas en las que acuerdan los países acreedores, lo que permite
acrecentar la eficacia en las perspectivas de un acuerdo.”
Está claro que la Presidenta buscó generar un fuerte impacto político a través del anuncio y
de la sorpresa. Y, efectivamente, sorprendió a todos.
El factor sorpresa es un recurso válido de la política. El problema aparece cuando los
sorprendidos son los propios funcionarios de gobierno del área que está directamente involucrada en
la decisión que se adopta. Dicho de otra manera: a casi ningún presidente se le ocurriría tomar una
medida de esta envergadura sin el conocimiento de los funcionarios más relevantes de las áreas
involucradas en su instrumentación. En este caso esas áreas son el Ministerio de Economía y el
presidente del Banco Central de la República Argentina. Sin embargo, Cristina lo hizo. La imagen
más relevante la dio el hecho que, en el mismo momento en que la Presidenta hacía el anuncio en el
Salón Blanco de la Casa Rosada, el presidente del Banco Central, Martín Redrado, estaba dirigiendo
una conferencia totalmente ajena al asunto en otro lugar de la ciudad.
Como consecuencia de este engorro comienzan aflorar una serie de cuestiones legales que
tienen un alto contenido político y que le han venido quitando impacto a la medida.
El hecho de que se utilicen reservas de libre disponibilidad del Banco Central para pagarle
no a un organismo internacional sino a un grupo de acreedores nucleados en un “Club”,
al que ellos mismos definen como un “no-organismo”, genera una controversia legal.
El tema es así:
En el artículo 75 inciso 7 de la Constitución Nacional se establece que le corresponde al
Congreso “arreglar el pago de la deuda interna y externa de la Nación”.
He aquí un primer problema. El tema del pago al Club de París debió haber pasado por el
Congreso.
El decreto 1394/08 por el cual el Gobierno ha dispuesto cancelar en su totalidad la deuda con
el Club de París invoca los artículos 4, 5 y 6 de la ley de convertibilidad. El artículo 6 de esta
ley, que es la número 23.928, dice: “Siempre que resulte de efecto neutro, las reservas de
libre disponibilidad podrán aplicarse al pago de obligaciones contraídas con organismos financieros
internacionales”.
Aquí aparece otro inconveniente: queda claro que, al no ser el Club de París un organismo
internacional, la legislación invocada para fundamentar el decreto que autoriza el pago no es de
aplicación a este caso.
Dice el decreto 1394/08 que “el Club de París agrupa a la totalidad de los países
acreedores respecto del nuestro que en general ostentan deudas bilaterales originadas en créditos a
las exportaciones”.
Al respecto corresponde señalar que la legitimidad de parte de esta deuda está seriamente
cuestionada.
Otro de los puntos en cuestión tiene que ver con la potestad que tenga el Banco Central, que
es un organismo autónomo del Poder Ejecutivo, de ceder las reservas que le demanda el Gobierno.
Sobre todo esto ya hay, inclusive, una presentación judicial hecha ante el juzgado federal
del Dr. Norberto Oyarbide por el Dr. Ricardo Monner Sans y por el ex diputado Mario Cafiero.
Junto con estos aspectos legales del pago de la deuda con el Club de París, están los
aspectos políticos. En este sentido, resulta claro que la medida, al ser tomada a destiempo y con
una implementación desprolija, surge no como una muestra de fortaleza sino como una cuestión de
necesidad. Y esto genera dudas.
Un arreglo vía una negociación hubiera permitido discutir y discriminar la deuda legítima de
la ilegítima, con lo que se habría pagado menos;
A la vez se habría posibilitado el pago en cuotas y con intereses mínimos o nulos.
Todo habría guardado más coherencia con el discurso del Gobierno cuando habla de defender a
rajatabla los intereses del país por sobre los de los acreedores externos. Al actuar como han
actuado, los Kirchner se han constituido en los mayores pagadores de deuda externa de los últimos
años.
Es un ejemplo más del doble discurso permanente del matrimonio presidencial para quien, según
confesó Miguel Bonasso, cuyo apoyo al Gobierno ha sido innegable, “no hay modelo de país, el
matrimonio Kirchner gobierna para la coyuntura, pero no para el largo plazo, se resuelven las cosas
para el jueves que viene pero no para el futuro.”
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.