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Adiós, Peluffo

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Me gustaría que esta columna adquiriera forma de denuncia, pero frente a las atrocidades de rigor de esta semana (como el conteo de desaparecidos de Lopérfido o la designación por parte de Macri de Federico Young, el coquito de la pilusa Cecilia Pando, para el control comunal) sospecho que no pasaré de la ramplona anécdota.
Resulta que políticos ociosos han decidido cambiarle el nombre a mi calle. Lo han hecho sottovoce, un poco para no irritar y otro poco porque en la Argentina los nombres (como las leyes) son meras sugerencias. Como señala Zaffaroni en alusión a otro tema (los supuestos motivos de la detención de Milagro Sala), lo legal no debe confundirse con lo legítimo. Los fallos de jueces nombrados por decreto y hace cinco minutos para resolver conflictos sociales mediante electroshock serán recordados en años como tristes maniobras corruptas. Esto ya pasó.
Pues bien, mi calle, Angel Peluffo, ya no aparece en los mapas de la ciudad, pero sí en Google, que es más verdadero que la Verdad. Me obligaron a inscribir a mi beba con este domicilio que no coincide con el de ninguno de sus padres, jurando que el hecho de que la beba viviera sola no era un problema real. Si no me gustaba podía anotarla con el domicilio de cualquier familiar. Cualquiera menos el verdadero, claro.
A ninguno se le ocurrió cambiar el único cartel de la calle o avisar en el correo. Ante la tardanza en recibir el DNI, pregunté a mi cartero si estaba al tanto de que la calle ahora se llama Dr. Carlos Gianantonio, pero ni él ni el correo lo sabían. Allí me informaron que el DNI había sido devuelto al registro civil por “domicilio insuficiente”. Yo, que vivo en un barrio, tuve que hacer los trámites en Núñez para descentralizar, exactamente en la otra punta de la ciudad. Como debo trabajar, quise saber en qué horario retirar el DNI, cuyo costo de envío ya pagué por adelantado. En el 147 nadie lo sabe. Pedí el teléfono de Núñez pero tienen prohibido dar los números de sus sedes. Villanos: por sus entuertos burocráticos mi beba vive aún en el limbo del que llegan los bebés y no tiene acceso a la obra social, que es urgente si se enferma. No saben nada de ningún limbo y al final de cada estéril pesquisa me someten a una encuesta de satisfacción, que califico siempre con un justísimo 0, esperando que los echen a todos por ineptos, ahora que los cargos laborales serán pagados según las leyes de la productividad y no las de las horas de trabajo.
Este cambio, insisto, es cualquier cosa.