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Afiches viejos

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Lo más perverso es que los afiches amarillos están aún frescos, más frescos que el cadáver de Hamlet Padre en boda de Gertrudis con el vil Claudio. Pero este séquito infernal no ha querido siquiera dosificar los anuncios pour la galerie. Gráfica de amor y esperanza se hace incompatible con la semana de catástrofe y entrega. Es estéril armar ranking de indignaciones: soja y ganancias, Rosencrantz y Guildenstern por DNU, la viuda de Videla de gala del Colón, Nacho Viale para dirigir la TV Pública, el papelón del presupuesto de educación, los mensajes satánicos de las horrísonas declaraciones de Manfroni o Lopérfido sobre el fin de la cultura gratis. No sé por dónde empezar. Y aun así esos afiches mentirosos, ya vetustos y caducos a la semana, pretenden que no va a haber confrontación sino amor y lindo respeto. El respeto hay que ganárselo y para eso hace falta no ser un pelotudo.

Supongo que, de todas, la atrocidad que me corresponde hoy es ínfima: la malintencionada avanzada de La Nación sobre la producción audiovisual. Bajo la supuesta intención de denunciar alguna malversación (es difícil descubrir cuándo al PRO no le resulta una malversación destinar fondos a cultura, ya que es público que para estos energúmenos la cultura debería sostenerse sola, como si fuera un producto de una clase) lo que en verdad hace la nota es listar a quienes se beneficiaron con estos supuestos subsidios. Lo que omiten es que los subsidios fueron simples concursos, ganados por directores o productores con proyectos sustentados, que luego llamaron a los actores que se les antojó, y en la lista no se verifica ningún modelo de comportamiento en tales concursos, de los que beneficiaron incluso Pol-ka, Canal 13 o el Grupo Clarín. Es decir que no hay nota y la denuncia carece de contenido. Pero son sus ganas de denuncia interactiva lo que remite al más abyecto macartismo. Como en aquel entonces, ¿a nadie se le ocurrió pensar que si los intelectuales norteamericanos simpatizaban en general con el comunismo era precisamente por ser intelectuales, es decir, gente que piensa las cosas un poco más que los idiotas? Si algunos actores aparecieron trabajando en ficciones que otros países están envidiando no es primero por su filiación partidaria, sino porque su trabajo –si es bueno– consiste en la sensibilidad, la reflexión y la nobleza. Lo que La Nación condena es el trabajo. Y es quizá porque en sus filas difícilmente se cuente gran número de artistas. Tampoco es casualidad.