América latina crecerá el 5% en 2007, y esto sucede cuando los 32 países de la región, sin
excepción, crecen al mismo tiempo. Es la primera vez que ocurre en 28 años. Incluso países que
experimentan un proceso acentuado de desintegración estatal, al extremo de convertirse en
“Estados fallidos” como Haití, crecen 5/6% en el año. Las economías latinoamericanas
han crecido un promedio de 5% anual en los últimos cinco años. Es el mayor nivel de crecimiento
desde la década del 60.
Este auge está acompañado de una serie de características que le otorgan originalidad
histórica. En primer lugar, todos los países de la región crecen con superávit en la balanza
comercial y de cuenta corriente, en un promedio de 6/7% del producto. Todos también tienen niveles
récord de reservas. Por último, los términos de intercambio (diferencia entre precios relativos de
exportaciones e importaciones) son los mejores desde la Segunda Guerra Mundial. Si la base es 100
en 1990, los términos de intercambio ascendieron a 123,7 en 2006.
Pero la región se retrasa en dos rubros estratégicos que definen su posición en el sistema
mundial. Más de 2/3 del aumento de sus exportaciones es producto del “efecto precios”,
no del incremento del volumen. El auge exportador de América latina responde al crecimiento de la
demanda mundial, sobre todo de commodities, con eje en China/Asia-Pacífico, no al aumento de la
productividad del sector exportador o de sus economías.
También la región pierde capacidad de atracción de inversión extranjera directa (IED) de las
empresas transnacionales. La IED aumentó en América latina el 1,5% en 2006 en relación al año
anterior, pero cayó significativamente en el flujo global, que creció el 34% en ese período. Este
año sucede algo similar. La participación de América latina en el flujo global de inversión
transnacional disminuye por segundo año consecutivo, mientras crece la participación de las otras
regiones emergentes, en primer lugar, Asia-Pacífico (China).
La IED que atrae América latina, con excepción de México (NAFTA), es la inversión de las
transnacionales denominada “horizontal”, destinada a satisfacer la demanda en los
mercados internos de los países en los que invierten, no la “vertical”, que es la que
integra las cadenas transnacionales de producción, núcleo de la globalización y que constituyen más
de 2/3 del comercio internacional de nuestro tiempo.
La tasa de inversión de América latina es baja, no obstante el crecimiento excepcional de la
región. El promedio de la tasa de inversión latinoamericana fue 21,6% del PBI en 2006, con un
aumento de 3 puntos con respecto al 18,4% de la crisis de 2002, aun así inferior al pico histórico
de 1998: 21,7%.
La tasa de inversión en México es 21,4%; en Brasil 20,4%; en Argentina 21,4%; en Venezuela
19,9%. Por encima del promedio regional sólo se encuentran Colombia (24,6%) y Chile (30,1%).
Chile es una categoría aparte; con una tasa de inversión de 30,1% en 2006, está diez puntos
por encima del promedio regional y se encuentra a cuatro puntos de diferencia del nivel promedio de
Asia emergente (34,3%).
Todo indica que el nivel de inversión de América latina no está vinculado en forma directa a
los factores económicos del crecimiento (nivel de productividad, aumento del PBI, saldo de la
balanza comercial, etc.), sino a las expectativas políticas de los inversores sobre la estabilidad
de las reglas del juego (la permanencia del sistema de poder), eufemísticamente denominada
“ambiente de negocios”.
Los países de América latina parecen haber fortalecido los regímenes democráticos y
asegurado, en forma prácticamente unánime, las políticas de estabilidad macroeconómica. Pero
enfrentan una situación generalizada de baja institucionalidad y crisis recurrentes de
gobernabilidad. En América del Sur son 13 los presidentes constitucionales que no terminaron su
mandato desde 1989 hasta 2005. Chile y Uruguay son las excepciones a esta tendencia de fondo que
recorre la región como un hilo rojo.
El resultado de estas crisis de gobernabilidad, sumado a la relación que los distintos países
establecen con el sistema mundial, ante todo con Estados Unidos, es una heterogeneidad creciente de
la región. Se profundiza al mismo tiempo la división entre América latina del Norte y la del Sur,
con el corte en Panamá. Latinoamérica del Norte está cada vez más integrada, económica y
políticamente, con Estados Unidos.
Estos datos latinoamericanos se muestran mientras se acelera el vuelco de la inversión
mundial a la red transnacional de producción que abarca al conjunto de Asia-Pacífico, con eje en
China. Más del 60% del crecimiento de la economía mundial provino de esa región en los últimos
cinco años.
La situación de América latina en materia de inversión, atracción de IED y su naturaleza
(“horizontal”, no “vertical”), y crisis recurrentes y generalizadas de
gobernabilidad, indican que la región, mientras experimenta el mejor momento económico de los
últimos 40 años, se margina cada vez más del núcleo central de la época, espacialmente ubicado
sobre el Pacífico, desde las costas de California a las de China.