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Ampliación del campo de batalla

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Acabo de leer una nota en la que cuentan cómo les afecta el poder a los presidentes. En la Argentina, aun animales políticos como Cristina y Néstor Kirchner tuvieron que pasar por quirófanos, y este último terminó pagando con su vida la ampliación del campo de batalla. Hay algo ontológico que tiene que ver con “la velocidad argentina”, acá todo pasa más rápido que en otros lados: por eso Prince, en River, toco sólo 77 minutos. Esta semana que pasó, Mauricio Macri también sufrió la erosión  de estar sentado en la silla eléctrica de la Rosada. Macri, un hombre joven, de unos 57 años, ha envejecido muchísimo en este último tiempo. De hecho, ya casi parece un hermano mellizo de su padre. Y su presión nerviosa, el ritmo cardíaco que no puede prever ni Duran Barba, les dieron un susto a él y a todos sus seguidores.
¿Qué le habrá pasado? Sin duda, la revolución de la alegría tiene un costo alto cuando se llega finalmente al poder. Ahí uno tiene que enfrentar a Dios y al Diablo que juegan del mismo bando. Fijémonos en el caso de Marcelo Tinelli, que ambicionó el sillón de Don Julio y debe haber pensado que a la AFA la manejaba de taquito con el Chato Prada, uno de los productores de su programa. Pero las cosas no son tan fáciles. Salgamos del maldito fútbol, miremos nuestro inmenso país. ¿Estará preparado nuestro presidente para soportar tamaña presión? Hay algo en Macri que siempre me inquietó. El tipo no parece querer estar en el lugar que está. Sé que suena raro, pero íntimamente siento eso. Cuando lo veo dar un discurso, decir las cosas que le dicen que tiene que decir, me imagino que todo eso, todo lo no dicho, es un boomerang envenenado que queda estancado en el cuerpo. Macri parece ser una radio a través de la cual se comunica alguien de otra galaxia. ¿Cómo será su verdadera voz? ¿Cuáles serán sus verdaderos sentimientos?
Ahora bien, ¿por qué quiere estar dónde está? Mi teoría es sencilla y un poco psicoanalítica: por un lado, Macri es el presidente de los argentinos porque Cristina Kirchner hizo todo lo que pudo para que lo fuera. Pero eso no termina de explicarlo ¿Por qué se postuló? ¿Por ambición desmedida? ¿Para hacer negocios? ¿Para quedar en la Historia? ¿Para poder recibir a los Rolling Stones y que su mujer saliera, de una buena vez, en la tapa de la revista Vogue? Creo que hubiera seguido haciendo todas esas cosas sin la necesidad de estar en la Casa Rosada. El forma parte de la elite empresarial. ¿Macri tiene deseos reales de ayudar a la gente, de estar de manera desinteresada en el poder para poner su vida al servicio de los demás? Me parece que no. Alguien con ese temperamento no guarda su dinero en paraísos fiscales. ¿Entonces por qué está? Yo creo que buscó ser presidente de Boca, luego gobernador de Buenos Aires y ahora presidente de la Gran Llanura de Los Chistes para cerrarle la boca a su padre. Me parece que todo lo que hace Macri es para convencer a su padre. Y ése es su combustible y su tragedia.
La editorial Losada viene publicando buena parte de la obra del dramaturgo británico Harold Pinter. La traducción de uno de los libros que yo tengo es de Rafael Spregelburd. Es muy buena. En un momento, por ejemplo, uno de los personajes de Pinter, traducidos por Rafa, para decir que alguien murió dice que “crepó”. Eso me encantó. El libro tiene cinco obras y en ella está La habitación, una de las primeras de Pinter. Es un trabajo sencillo y hermoso: un hombre y una mujer viven en un cuarto. Hace frío, nieva. El hombre se va a trabajar y la mujer se queda sola. De golpe viene el casero y le dice que abajo hay un hombre negro que la busca, que quiere verla. La mujer se pone nerviosa, le dice al casero que le diga que no está, que no conoce a nadie así. El casero le dice que el hombre insiste en verla y que no se va a ir hasta que ella lo reciba. La mujer acepta recibirlo. El casero trae al hombre negro, la mujer le pregunta qué quiere, quién es. El tipo le dice: “Volvé a casa, Sal”. La mujer le dice: “No me llame así, yo no me llamo así”. El tipo insiste: “Volvé ahora. Volvé a casa ahora, Sal. Quiero que vuelvas a casa”. La mujer se niega. ¿Le sonará esto a Macri?