COLUMNISTAS
TRUMP, el villano favorito

Antes del ‘Galtierazo’ global

default
default | Cedoc
El mundo vuelve a ser lo que era. Otra vez las cosas son menos complejas y resurge la división clarita entre buenos y malos, como nos enseñó Disney y tanto nos gusta.  
Contra Trump va a ser más fácil que contra Obama, que obligaba a reaprender nuestro lugar en el mundo, nuestro sitio no alineado. Se acabó la época de la oposición sofisticada. Basta de esa incomodidad de tener que reprimir la lucha antiimperialista porque en la Casa Blanca habitaba alguien demócrata, dialoguista, el primer negro norteamericano presidente, un débil al frente del país más fuerte. Si era capaz de aparecer comiendo hamburguesas en familia o cenando en un restaurante con su mujer, tan simpática como él, en las fotos del Día de los Enamorados. Si hasta terminó con Bin Laden.

¿Acaso hay algo más imbatible que ser Premio Nobel de la Paz?
Por eso hay que ver el lado bueno. Basta de esos presidentes que no hacen más que incomodar a algunos representantes del ala verbal del progresismo, que dejan sin argumentos. Es mejor así, simplifica todo.

Estados Unidos volverá a ser el villano favorito y Trump su responsable. Podrán volver las marchas, el “Yanquis go home” y la clásica quema de bandera incluida sin tener que hacerse cargo de contradicciones. Al mismísimo Francisco va a venirle como anillo al dedo una contrafigura poderosa y oscura. Casi un demonio como caído del cielo, si cabe la cuestionable metáfora.

Aunque ahora haya bajado la espuma electoral, no hay que dejar de codearse en público frente al libro de quejas para indignarse por el triunfo o por el nombramiento de cada talibán impresentable en su equipo de gobierno. ¿Para qué hacer el esfuerzo de entender?  
No es momento de aflojar y hacer caso a los que dicen que no es necesario convertirse en Trump para criticar a Trump. Que aún rechazando cómo piensa, cómo dice y cómo se supone que actuará, aún siendo opositor a lo que representan él y su triunfo, hay que aceptar el resultado ajeno a nuestro paladar. Y convivir con el temor de que en algún momento de su mandato, cuando decaiga su popularidad o le baje el nivel de Figuretti en sangre, provoque el anunciado apocalipsis.

Habrá que correr ese riesgo. Y en última instancia, si fuera así, si un día Trump desatara un ‘Galtierazo’ global, la culpa será de los norteamericanos que perdieron la conciencia cívica y, como se dice por estos días en nuestras tierras, se convirtieron en ignorantes políticos. No saben votar. No son como los argentinos, que jamás nos hemos equivocado con ningún presidente.