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derechos humanos

Archipiélago venezolano

Organizaciones de DDHH denuncian que el régimen de Nicolás Maduro utiliza metodos de tortura como la crucifixión, el submarino y la picana.

Marcha opositora en Venezuela.
| AFP

Región de Moscú, década de 1930. Al final de la conferencia distrital del partido, celebrada en una fábrica de papel, se adopta una resolución de fidelidad al camarada Stalin. Todos se paran y aplauden. Tres minutos. Cuatro. Cinco. Las palmas de las manos duelen ya. Nadie se atreve a ser el primero en dejar de aplaudir, ante la atenta mirada de agentes del NKVD, que no sólo baten palmas, sino también vigilan quién osa parar. Al llegar al minuto once, el director de la fábrica se deja caer en su asiento. Y se produce el milagro. Todos dejan de aplaudir de una sola palmada y se sientan. Pero aquel arrebato de sentido común –o de valentía– no es gratuito. Aquella misma noche el director de la fábrica es arrestado y sentenciado a diez años de prisión. “¡Y nunca sea el primero en dejar de aplaudir!”, le ordena el juez de instrucción.

La anécdota, relatada brillantemente en Archipiélago Gulag por Alexandr Solzhenitsyn –Premio Nobel de Literatura 1970 y difusor de la represión en la ex URSS–, podría haber sucedido hoy en Venezuela. ¿Cuántos de los militares de la Guardia Nacional Bolivariana reprimen a sangre y fuego porque ésa es su forma de aplaudir? ¿Cuántos efectivos del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) detienen y torturan con la misma lógica?

La ONG Una Ventana a la Libertad (UVL) denunció que el Sebin tortura –con métodos como la crucifixión, el submarino, la picana– y encarcela en condiciones infrahumanas a cientos de venezolanos. El 80% de los moradores de los gulags del siglo XXI –categoría que  también hermana a las fuerzas de seguridad bolivarianas con las “cárceles secretas” de la CIA– son presos políticos juzgados ante tribunales militares, según advirtió la fiscal general Luisa Ortega Díaz.

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En ese contexto, algunos venezolanos irán hoy a votar a sus constituyentes, que les prometieron “alcanzar la paz”. La oposición y el chavismo crítico anunciaron que no participarán del cuestionado proceso. Empleados públicos y beneficiarios de las misiones sociales acudirán a los centros electorales tras oír al presidente Nicolás Maduro advirtiendo que controlarán “nómina en mano” quiénes votan -y quiénes no– .

Es lógico que muchos venezolanos aplaudan por temor a perder la vida, la libertad o la asistencia del Estado. Pero, ¿cuánto tiempo más aplaudirá la comunidad internacional, que expresa en voz baja y “despacito” su preocupación por la violencia en Venezuela? ¿Cuánto más aplaudirá Maduro, que al sepultar la Carta Magna no se percató que quien presida la Constituyente tendrá la facultad para disolver cualquier poder constituido, incluso el suyo propio? ¿Cuánto tiempo más aplaudiremos todos?