COLUMNISTAS

Argentinos vs. argentinos

Quienes no podemos influir en las decisiones del Gobierno ni en las de los sectores del campo sobre este doloroso y peligroso conflicto, pero tenemos edad suficiente para haber vivido las tragedias de varios golpes de Estado, las aberraciones del llamado Proceso y las extraordinarias oportunidades perdidas por el país después de la Segunda Guerra Mundial y en la década del 60, cuando fueron derrocados los gobiernos de Frondizi e Illia, somos al menos testigos calificados para señalar, con enorme preocupación, que este conflicto es el mayor y más peligroso producido en estos veinticinco años de democracia.

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Quienes no podemos influir en las decisiones del Gobierno ni en las de los sectores del campo sobre este doloroso y peligroso conflicto, pero tenemos edad suficiente para haber vivido las tragedias de varios golpes de Estado, las aberraciones del llamado Proceso y las extraordinarias oportunidades perdidas por el país después de la Segunda Guerra Mundial y en la década del 60, cuando fueron derrocados los gobiernos de Frondizi e Illia, somos al menos testigos calificados para señalar, con enorme preocupación, que este conflicto es el mayor y más peligroso producido en estos veinticinco años de democracia. Ya bastante muerte criminal teníamos y tenemos en las calles, y muertes por accidentes en las rutas o en los estadios de fútbol, como para abrir ahora un escenario nacional de violencia social desatada por grupos de reconocida acción delictual, por la cual ya ha habido en estos días algunas víctimas, que incluyen al director de este medio, con la excusa del dramático y lamentable conflicto que nos ocupa y que está dañando no sólo económica, moral e institucionalmente a nuestro país, sino que lo coloca frente al mundo –según lo muestra la prensa internacional– como el ámbito menos seguro para fuertes inversiones de genuino desarrollo.
Frente a ello, como simple periodista, sólo puedo expresar mi más ferviente deseo de que se abra un diálogo abierto y sincero entre el gobierno y el campo, que ponga fin al conflicto cuya continuidad sólo va a traernos división, odio, ruina y dolor. Entonces, se hace evidente que continuar con disputas supuestamente ideológicas, que ya no importan en el mundo avanzado y que aquí constituyen el ornato intelectual del atraso, es un nuevo tiempo imperdonablemente perdido. Así las cosas, sólo debemos discutir con seriedad las cuestiones que hacen a los más altos intereses y a las políticas que deciden el futuro del país, y para ello el gobierno debe convocar a la sociedad argentina toda, sin prejuicios ni exclusiones, para enfrentar juntos, en libertad y pluralismo, sin falsos orgullos o soberbia, los verdaderos desafíos de la hora. Si no lo hacemos, nuestros descendientes colocarán sobre nuestra memoria el baldón justificado de haber sido quienes consintieron y promovieron el fracaso histórico de la nación argentina en las vísperas de su Bicentenario.