COLUMNISTAS
Nuestra violencia cotidiana

Así, no hay arreglo

La pelea de la interna de la barra de Boca y el crimen de Emanuel Alvarez están relacionados, son parientes directos, aunque el Gobierno y los dirigentes de los clubes digan que no.

1107fucks
|

 La pelea de la interna de la barra de Boca y el crimen de Emanuel Alvarez están relacionados, son parientes directos, aunque el Gobierno y los dirigentes de los clubes digan que no.
En la cancha de San Lorenzo, el sábado pasado, la policía se enteró de que había muerto un chico porque los hinchas de Vélez destrozaron el alambrado. La policía no se enteró de nada. Mientras los simpatizantes de Vélez canalizaban su furia, el comisario a cargo del operativo hablaba por televisión: “Tengo entendido de que hay un herido, pero está bien, me dijeron”. Emanuel ya estaba muerto. En otro lado, apareció el presidente de San Lorenzo, Rafael Savino, reaccionando igual que sus colegas de Boca: “No tenemos nada que ver, fue a diez cuadras de acá. Y no podemos hacer nada”.
En la Boca, al día siguiente, dos grupos antagónicos de la barra brava se encontraron en la Bombonerita. Lo primero que hicieron los dirigentes de Boca fue decir que “el hecho fue fuera del club”, casi lo mismo que Savino. Dentro o fuera no cambia nada. Es un hecho de violencia generado por el fútbol y, en este caso, en Boca. Ningún dirigente dijo nada sobre el fajo de entradas que se encontraron en poder de los barras. ¿Qué van a decir si se las dieron ellos?
Todo fue un mamarracho. Seguir con “la fiesta del fútbol” mientras velaban a Emmanuel Alvarez fue una locura: debió haberse suspendido la fecha. Al menos, para que el grueso de la sociedad no note que a la gente del fútbol le importa un bledo una vida.
Y si a la dirigencia del fútbol, a Javier Castrilli (responsable máximo de la seguridad en los estadios porteños) y al Gobierno les parece que el hecho ocurrió “lejos”, imagínense lo que les parecerá la apretada a los jugadores de Gimnasia de Jujuy, la muerte de una chica salteña en un partido del Torneo Argentino, los tiros de la barra de Godoy Cruz en Mendoza y el revólver que les pusieron en el cuello a dos jugadores de Gimnasia y Tiro de Salta.
 Hay otro problema serio. Julio Grondona se la pasa en Suiza, lejos de los problemas domésticos, atendiendo asuntos concernientes a su puesto de “vicepresidente del mundo”. El presidente de la AFA de hecho, en estos días calientes, fue José Luis Meiszner, histórico dirigente de Quilmes, abogado de la AFA, mano derecha de Grondona. Meizsner (como le pasaría a cualquier otro en su lugar) funciona a control remoto. Y el control está en Zurich, lo manejan desde allá. Entonces, el pobre Meiszner repite acá: “No suspendimos el fútbol para no hacer demagogia”. Y agrega, de su propio diccionario: “En 40 años de dirigente, jamás le di plata a la hinchada”. Nadie le creyó.
Más allá de esto, tuvo que afrontar rumores de intervención de la AFA. Si el Gobierno interviniera la AFA  –esto es, que desplazara a Grondona o a su delfín Meiszner y pusiera a alguien hasta que nuevas elecciones determinaran a un presidente– sería un golpe de timón importante, una señal clara de un cambio real.
Pero eso no va a suceder. El ministro de Justicia, el también quilmeño Aníbal Fernández, fue claro y tajante: dijo que no están dadas las condiciones para intervenir la AFA. Además, se alineó con Castrilli y los dirigentes del fútbol  y atribuyó el asesinato de Emmanuel a “un imbécil que podría tirar un tiro en un partido de básquet o en cualquier reunión”. Olvidó mencionar que el 30 de abril de 1994 murieron dos hinchas de River baleados en una emboscada similar. Se repitió un modus operandi ya utilizado.
Esto, así como está, no tiene arreglo. Lo único que les interesa a los dirigentes es mandar a la gente a ver fútbol por televisión. No entienden qué se puede hacer todo, vender fútbol por televisión y cuidar a la gente que va a los estadios. Todos esos partidos de Europa que vemos los domingos a cancha llena son televisados en directo. Y se llenan igual.
Acá, en los estadios, a la gente la tienen una hora en la tribuna después del partido para que la policía trabaje menos. En Primera ya quedó visiblemente reducida la participación de hinchas visitantes a los estadios; al ascenso directamente no pueden ir. El precio de las entradas es una estafa, los operativos de seguridad son caros, ineficientes, molestos e incómodos, sobre todo para la gente a la que teóricamente se debe proteger; no hay baños, los pasillos están atestados.
No hay solución. Los vínculos de los dirigentes con los barras están más vigentes que nunca y, cuando el periodista de Olé Gustavo Grabia lo denunció por televisión, perdió el trabajo. Y eso que no hablamos acá de los pésimos negocios que hacen, de la plata cuyo destino no se conoce y de transferencias a grupos inversores de dudosa procedencia. Hay silencio en los medios oficiales. El Gobierno pone ejemplos inverosímiles, los hinchas están más intolerantes que nunca, Futbolistas Argentinos Agremiados, el sindicato de los jugadores, brilla por su ausencia. Parece absorbido por la AFA.
El fútbol argentino se está muriendo. La bala que terminó con la vida de Emmanuel Alvarez, además de una tragedia, fue un aviso.