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CELTICS Y LAKERS, CANDIDATOS

Ataque ochentoso

No hubo una liga deportiva local más globalizada y “mejor vendida” que la NBA; ni siquiera los torneos de fútbol de España o Inglaterra tuvieron el alcance en términos de marketing del campeonato profesional de básquet de los EE.UU. En buena medida, la captación de audiencia se diversificó en los últimos años por la política de fronteras abiertas, que provocó contagio al influjo de las estrellas no estadoundenses que se sumaron a la competencia en la traumática era post-Jordan.

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No hubo una liga deportiva local más globalizada y “mejor vendida” que la NBA; ni siquiera los torneos de fútbol de España o Inglaterra tuvieron el alcance en términos de marketing del campeonato profesional de básquet de los EE.UU. En buena medida, la captación de audiencia se diversificó en los últimos años por la política de fronteras abiertas, que provocó contagio al influjo de las estrellas no estadoundenses que se sumaron a la competencia en la traumática era post-Jordan. Y convengamos que, a diferencia de las distintas ligas futboleras de Europa, la oferta está más “concentrada”.
Desde esta realidad “planificada”, la NBA se apresta a vivir la etapa más apasionante, la postemporada, los playoffs. Y sin pretender ser un experto en la materia, apenas siendo un interesado en el desarrollo del torneo, se puede advertir que, como pocas veces en los últimos tiempos, este tramo de definiciones no arroja, a priori, superfavoritos.
No asoma un candidato de fierro, por más que el revitalizado Boston realizó un campañón (66 triunfos y 16 derrotas). Números inapelables que en los años más recientes chocan con el preconcepto de que los equipos del Este son “favorecidos” por el flojo nivel de sus adversarios de esa Conferencia.
Aunque los legendarios Celtics cuentan con un aval especial: al menos una vez en la temporada superaron a cada uno de los participantes de la extenuante competición. Y convengamos que los refuerzos –Ray Allen, el hombre de las dotes actorales, y Kevin Garnett, que dejó huérfano a los Timberwolves– se acoplaron a las maravillas, junto con el jugador emblema de la franquicia: Paul Pierce. Sin embargo, los entendidos hacen hincapié en otra notable evolución del equipo: su defensa, dicen, fue la de mejor rendimiento en el año y allí, en realidad, está la clave de semejante suceso.
Ajenos al paseo de Boston en el Este, los conjuntos de la otra Conferencia tuvieron que lidiar en el más que nunca “salvaje” Oeste, donde sólo en la última jornada pudo establecerse el orden de los clasificados y donde varios equipos, como San Antonio, Houston, New Orleans o Los Angeles Lakers (terminó primero, con récord de 57-25) se alternaron en la vanguardia hasta el suspiro final.
Incluso, los representantes del Oeste fueron los que sacudieron el mercado de transferencias en el medio del torneo, con las incorporaciones resonantes de Shaquille O’Neal (de Miami a Phoenix), Paul Gasol (de Memphis a los Lakers) y Jason Kidd (de New Jersey Nets a Dallas).
Y además están dos equipos que, sin tanto barullo mediático alrededor, son formaciones muy rendidoras, como New Orleans (segundo en el Oeste, récord de 56-26) y Utah (cuarto, 54-28).
Con este panorama, no será nada sencillo para el zigzagueante San Antonio conservar la hegemonía, paradójicamente en el mejor año de Emanuel Ginóbili, fenomenal performance sólo atenuada en los últimos dos meses, en parte por problemas físicos y en parte por una estructura colectiva que perdió consistencia y, sobre todo, intensidad.
Y justamente aquí, en la presencia de Manu y de otros cuatro argentinos, está centrada otra gran cuota de interés respecto de lo que ocurra en los playoffs. Porque Fabricio Oberto tratará, con su rol de fantástico hombre de equipo y su andar sin estridencias, de repetir en el propio San Antonio. Porque Luis Scola intentará agregarle gloria deportiva a su brillante primer año en la Liga con Houston (las producciones del talentoso Luifa hicieron olvidar al lesionado Yao Ming). Y porque Carlos Delfino encontró en Toronto un equipo más “a la europea” que cobijara y le diera espacio a sus innegables condiciones.
También Walter Herrmann, de escaso aporte en Detroit, estará en la postemporada, pero los Pistons (segundos en el Este) no han recurrido mucho a los servicios del alero argentino.
Sólo el Chapu Nocioni, con los decepcionantes Bulls, verá las finales por TV y eso que el santafesino puso todo su temperamento para sobrellevar una molesta lesión y un equipo que nunca reaccionó ante la adversidad.
La mesa está servida. Con Boston Celtics y Los Angeles Lakers como líderes de cada Conferencia, como en los buenos viejos tiempos en los que, a la distancia, empezamos a admirar ese “otro deporte” llamado NBA. Primero, a través de las crónicas de Ricardo Orcasitas (alias Oro) en El Gráfico, quien nos hablaba de las proezas defensivas de un tal Bill Russell en los Celtics y de las maravillas ofensivas del gigantón Wilt Chamberlain en Los Lakers.
Después vino la TV por cable y la posibilidad, en los años ochenta, de sacudirnos con esa vieja rivalidad que encarnaron Larry Bird, Robert Parish y Kevin McHale del lado de Boston contra Magic Johnson, James Worthy y Kareem Abdul-Jabaar, íconos del básquet espectáculo de Los Lakers.
Perdón por el “ataque ochentoso”, pero a través de esos héroes la NBA se lanzó a conquistar el mundo, luego su majestad Michael Jordan nos llevó al terreno de la fantasía y, finalmente, Manu nos cautivó hasta el fanatismo.