COLUMNISTAS

Autobiografía teórica

Si hay alguien en Buenos Aires que puede hablar de Gérard Althabe soy yo. Parece un poco soberbia esa frase, así que mejor bajar el tono: por supuesto que hay otras personas que conocieron a Althabe, que lo leyeron, que estudiaron o trabajaron con él, y que por lo tanto están en perfectas condiciones para participar en un libro en su homenaje. Pero no deja de ser raro (al menos para mí) que yo no aparezca.

|

Si hay alguien en Buenos Aires que puede hablar de Gérard Althabe soy yo. Parece un poco soberbia esa frase, así que mejor bajar el tono: por supuesto que hay otras personas que conocieron a Althabe, que lo leyeron, que estudiaron o trabajaron con él, y que por lo tanto están en perfectas condiciones para participar en un libro en su homenaje. Pero no deja de ser raro (al menos para mí) que yo no aparezca. El libro en cuestión es Gérard Althabe: entre varios mundos, publicado por la editorial Prometeo en una edición a cargo de Valeria Hernández y Maristella Svampa. El volumen contiene un extraordinario texto autobiográfico de Althabe, ensayos de Marc Auge, Patrice Vermeren, una entrevista a Miguel Murmis y un muy buen artículo de Svampa sobre las condiciones de posibilidad para un tipo de “investigador-intelectual como anfibio”. En total, 192 páginas y mi nombre no aparece una sola vez. ¿Estoy molesto? Claro que no. ¿Celoso? Sólo un poquito. ¿Sorprendido? Al principio sí, pero ya no. En realidad, mi ausencia vuelve a expresar el estado de mi relación con las ciencias sociales. Para ellas soy un personaje sospechoso, un diletante, alguien que pertenece a un afuera. Al fin y al cabo, ¿cómo definirme? ¿Periodista? ¿Escritor? ¿Editor? ¿Ensayista? ¿Traductor? ¿Docente? ¿Sociólogo (en retiro efectivo)? A cada uno de esos oficios me dediqué en algún momento de mi vida (a veces ejerciendo dos o tres a la vez) y en ninguno prosperé realmente, hasta llegar a ese punto en el que, como diría Pessoa, no soy nada. En verdad, si yo fuera realmente un sociólogo no incluiría a alguien como yo en un libro como ése. A mi pesar, debo reconocer que hicieron bien Hernández y Svampa, sobre todo porque el libro es excelente, una pequeña pieza clave sobre la noción de implicación en las ciencias sociales.
Y sin embargo, traté mucho a Gérard Althabe. Lo conocí en París, a fines de 1989, y lo seguí viendo regularmente durante cinco años, el tiempo que duró mi estadía francesa (luego lo seguí viendo cada vez que él venía a Buenos Aires o yo viajaba a París). Entremedio, dirigió mi tesis para obtener un diploma académico de esos que sirven para acceder a otra tesis mayor, y luego para obtener una beca en una institución como el Conicet, y así sucesivamente (eslalon que recorrí con destreza, hasta desertar justo cuando ya estaba la bandera de llegada preparada y el champán descorchado). Conocí a Althabe por Sofía Fisher, como él, también profesora en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. No sé por qué, pero Sofía supuso que Gérard y yo podíamos tener algo en común. El, un antropólogo reconocido que publicaba en la editorial Maspero, que había investigado la descolonización francesa en Africa y luego, cercano a Auge, había virado hacia los estudios urbanos centrado en la noción de “antropología del presente”. Y yo, un muchacho de 22 años que leía a Copi y que quería ser… bueno, tantas cosas (y finalmente ninguna). Pero inmediatamente congeniamos. Quizá porque Althabe, más que un antropólogo o un cientista social, era un gran intelectual. Intelectual en el sentido mínimo y definitivo del término: alguien curioso. Propenso a reflexionar sobre muchos temas, abierto al mundo (quizás allí resida el problema de las ciencias sociales: no sabe qué hacer con la gente curiosa). Hablábamos entonces de política, del campo intelectual, del mundo editorial. Y sobre todo hablábamos de relatos. Nos interesaba la potencia de los relatos –antropológicos, literarios, mediáticos, urbanos– en la vida cotidiana, los modos en que el poder construye relatos hegemónicos (hoy, veinte años después, me sigue afectando el mismo tema).
Gérard Althabe nació en 1932 y murió en 2004. Francés, detestaba los salones parisinos. En él todo era erudición, ironía, sabiduría, malicia. Entre varios mundos es una gran autobiografía teórica, una aventura en donde pensamiento y vida se imbrican hasta ser uno