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Ayer nomás

Al fin y al cabo cien mil años no es tanto tiempo: estamos todos dentro del cuaternario, si no me equivoco: nosotros, los perros, las vacas, las plantitas con flores, los pajaritos, los dinosaurios no (salvo en Jurassic Park y en Fantasía) porque vaya una a saber lo que les pasó, y todo lo otro que ya había aparecido en el Cámbrico y el Cretácico y esos períodos que una siempre confunde.

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Al fin y al cabo cien mil años no es tanto tiempo: estamos todos dentro del cuaternario, si no me equivoco: nosotros, los perros, las vacas, las plantitas con flores, los pajaritos, los dinosaurios no (salvo en Jurassic Park y en Fantasía) porque vaya una a saber lo que les pasó, y todo lo otro que ya había aparecido en el Cámbrico y el Cretácico y esos períodos que una siempre confunde. Se supone que gente casi como usted y yo y todos los que nos rodean ya andaban por ahí en el Pleistoceno, que viene a ser una época del Período Cuaternario. Qué lío, ¿no? Y encima vienen ahora los estudiosos de no sé dónde a decirnos que terminó el Holoceno y estamos en el Antropoceno, que viene a ser, como su natural perspicacia le ha dado a entender, la época del hombre o sea humanidad en el Período Cuaternario. Y entonces, finalmente cien mil años no es tanto tiempo porque en lo que tenemos que pensar con respecto a nosotros es en cientos de miles y en millones y a mí para eso no me da la cabeza, como dicen los chicos. Llego a los cien mil y me entero de que se ha descubierto un cráneo de un señor (o señora, no está muy claro ese asunto) de esa edad. Lo que a mí me interesa, que es lo que le quiero contar, es que este cráneo tiene por la parte de adentro una especie de tapiz del que carecen otros restos prehistóricos del Paleolítico. No es un tapiz textil, no se me haga más lío que para lío ya tenemos bastante: es peor. Es “una membrana fosilizada” que va a posibilitar a los investigadores de marras el estudio del sistema nervioso de nuestros remotísimos antepasados. ¿Se da cuenta? La tal membrana es el resto del tejido del sistema nervioso de los tipos estos del pleistoceno. Ay. No le voy a ocultar que la cosa me impresiona bastante. No recuerdo que el Hombre de Pekín (descubierto allá por 1920 pero que ya tenía la respetable edad de 400.000 años) me haya conmovido como éste, que vendría a ser, si nos atenemos a la geografía, el Hombre de Xuchang o el Hombre de Henan. Pero es que con los otros, más antiguos o menos antiguos o lo que fuera, se trataba de huesos, y nadie vino a hablarme de restos del sistema nervioso ni de ningún otro sistema. Huesos, nada más que huesos, ni siquiera sombras nada más, como en el tango. Algo inerte, duro y para mí absolutamente opaco. Esto es otra cosa: el señor, o doctor, como suelen ser estos descubridores, el doctor Li Zhanyang sostiene que van a poder estudiar pautas de vidas y comportamientos a partir del tapiz, que imagino suave y espeso, de tejido nervioso.
Y no dejo de preguntarme: ¿qué van a encontrar? ¿Sabrán gracias a esos restos si hace cien mil años la gente pensaba? ¿Sabrán qué clase de pensamientos los ocupaban cuando se iban a dormir, antes de que el sueño les cayera encima, como nos cae a nosotros en la noche después de un día de mucho trabajo? ¿O serán solamente datos físicos e hipótesis indemostrables? Yo quiero enterarme de otras cosas y como no sé escribir en chino, terrible hueco en mi cultura, no puedo escribirle al doctor Li Zhanyang para decirle: “Oiga, doctor, fíjese si por ahí no encuentra restos de pensamientos, de proyectos, de deseos, de rechazos, de terrores”. De veras: lo que quiero saber es qué soñaba este Hombre de Xuchang: despierto, ¿pensaba en el sol que se ocultaba?; dormido, ¿volvían a su cerebro, ese cerebro regado por el tapiz del suave tejido nervioso, las mariposas, las flores que había visto al salir de su refugio esa mañana muy muy temprano, los picos curvos de las aves, las garras del tigre? Dicho de otro modo: ¿era ese hombre algo desconocido y lejano o era efectivamente, nuestro hermano?