El Teniente General (RE) Martín Balza estaba en la ciudad de Cartagena cuando el pasado viernes
hurgaba en el laberinto de su memoria. Le resultaba imposible recordar quiénes habían sido los
destinatarios de las cientos de cartas de salutación que envió hace veinte años atrás. Dando largas
zancadas, tardó un minuto en salir de una de las salas donde se estaba desarrollando la II
Conferencia de Revisión de la Convención de Ottawa. Y tardó otros cinco segundos para jurar que no
recordaba haber enviado esquelas de buenos augurios a Jorge Rafael Videla, el ex Teniente General
que en 1976 desató un golpe de estado y puso en funcionamiento una sanguinaria maquinaria represiva
que le costó la vida a miles de personas.
Desde que el ex presidente Néstor Kirchner lo nombró como embajador Argentino en Colombia,
Balza no se mueve de su puesto. Y cada fin de año su nombre suena como candidato a ocupar la
jefatura del Ministerio de Defensa que hoy capitanea la ministra Nilda Garré. El General sabe que
su histórico rol en la vida institucional del Ejército Argentino le abre las puertas de esa
posibilidad.
Pasó a la historia cuando el 25 de abril de 1995 utilizó uno de los programas periodísticos
de mayor rating, en aquel entonces, para leer una declaración considerada como la primera
autocrítica profunda que hace un General sobre el papel de las Fuerzas Armadas sobre el llamado
“Proceso de Reorganización Nacional” y los golpes de estado en el país. En aquel
momento, Balza era el jefe del Estado Mayor General del Ejército.
Su autocrítica no sólo le valió un gran reconocimiento social, sino que fue aplaudido por los
Organismos de Derechos Humanos. Ahora, su aplaudida actuación puede quedar empañada por una serie
de cartas reveladoras en las que Balza elogia a Videla. Las esquelas llegaron a manos de PERFIL a
través de una fuente del círculo íntimo del dictador que se encuentra detenido en el Penal de Campo
de Mayo por la sustracción ilegal de menores durante la última dictadura.
Cartas a “mi general”. Balza, desde el puerto de Cartagena, no recordó haber enviado
una salutación a Videla para las celebraciones Pascuales de 1989. En aquel momento, el ahora
embajador, estaba al frente de la Dirección General de Institutos Militares.
El 26 de mayo de ese mismo año, según los documentos a los que accedió PERFIL, Balza le envía
otra carta a Videla donde se lee: “Con motivo de conmemorarse un aniversario más de la
creación de nuestro Ejército, haciéndole llegar su más profundo agradecimiento a quien tanto diera
por el engrandecimiento y profesionalización de la Institución que con tanto cariño hemos
abrazado”. Desde la soleada Colombia, el General dijo que no le venía a la memoria haber
escrito semejante elogio.
La tercera carta que llegó a este diario es la más contradictoria con los pensamientos que
irradió Balza desde que en 1991, el ex presidente Carlos Menem lo nombró como jefe del Ejército.
Fue enviada el 20 de diciembre de 1989, en vista a las fiestas navideñas, cuando el General ya
firmaba como subjefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. “A nadie escapa ya que
los tiempos de la historia han comenzado a reubicar los hechos, iluminando la verdad que algunos
intentaron colocar bajo un cono de sombra tan falso como poco creíble”, se lee en el segundo
párrafo.
El tercero no es menos fuerte: “La conjunción de estas fiestas navideñas y el brillo de
una gesta heroica que empieza a adquirir su real dimensión a pesar de las falacias, debe ser
interpretado con la Fe y la Esperanza del que contempla un nuevo amanecer”.
En aquel año el contexto político-militar giraba en torno de las ya aprobadas leyes de
Obediencia debida y Punto final, levantamientos de los “carapintadas” y
reivindicaciones militares. En octubre de 1989, un indulto presidencial benefició a 215 militares y
65 civiles.
Seis años después, Balza decía en televisión: “Sin buscar palabras innovadoras, sino
apelando a los viejos reglamentos militares, aprovecho esta oportunidad para ordenar una vez más al
Ejército, en presencia de toda la sociedad: nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que
se aparte de las leyes o reglamentos militares. Quien lo hiciera incurre en una conducta viciosa,
digna de la sanción que su gravedad requiera. Sin eufemismos, digo claramente: delinque quien
vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien para
cumplir un fin que cree justo emplea medios injustos e inmorales”.
No dejó constancia. “No recuerdo en mi vida haberle escrito una carta a Videla, nunca
fue amigo mío”, juró Balza cuando PERFIL le consultó el viernes pasado sobre el contenido de
las polémicas cartas que tenían a Videla como destinatario.
De repente, el embajador que nombró Kirchner recordó que “eran unas tarjetas de
salutación que presentaron en la Justicia, eran fotocopias. Si yo firmé eso soy un torpe, porque
son salutaciones y firmaba muchas. Firmaba y firmaba, por ahí decía teniente general y en esa época
ya estaba destituido y no era amigo mío. A veces he firmado cosas de personas que están muertas,
porque hacían mal en protocolo”.
Balza nunca negó haberlas escrito, sólo dijo “no lo recuerdo”. “Nunca logré
que me dieran los originales”, esgrimió en su defensa. “Si usted tiene los originales,
debe haber sido una torpeza mía. Me deben haber dicho firmalas, vaya a saber bajo qué
circunstancias. Me acuerdo que algo en salió en La Nación en 2001, pero nunca vi los originales.
Jamás recuerdo haberle firmado una nota a Videla de ningún tipo”, dijo Balza.
El General se queja porque nunca vio los originales, no descarta una “torpeza”,
pero por sobre todo, jura que no recuerda.