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¿BCRA rumbo a Keynes?

El Gobierno comenzó su gestión con gradualismo pero mutó hacia un keynesianismo deficitario.

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El Gobierno comenzó su gestión con gradualismo pero mutó hacia un keynesianismo deficitario. Al no tener una vocación de corrección fiscal quedó a mitad de camino, asumiendo un elevado costo político con muy poco beneficio a cambio. Así, malgastó los primeros meses de administración en los que debió generar correcciones relevantes. El gradualismo fue un gran fracaso y los funcionarios lo abandonaron como estrategia. Generó en la ciudadanía la sensación de un mega-ajuste que no fue tal, por lo que el espacio político y social para continuar esta corrección se terminó. Pareciera que el Gobierno tiene un solo objetivo en mente: instaurar la noción adolescente de que lo peor ya pasó y que, a fuerza de obra pública, blanqueo, deuda y shock de consumo, habrá un rebote de la economía. El objetivo es verse lo mejor posible en las legislativas de 2017.

El keynesianismo se apoderó del Gobierno con una efímera excepción: el Banco Central. La pregunta que surge es si logrará afiliarlo a ese club de keynesianos. A pesar de que el Central está pataleando ante esa situación, no parecería ilógico imaginarlo bajando tasas más agresivamente de lo que el mercado espera y, con ello, coordinándose con un Ministerio de Hacienda que intenta una reactivación con una sustancial injerencia de la obra pública y sin muchas ideas. Imagino al Central jugando con la Curva de Phillips al estilo clásico, generando el conocido trade-off entre la inflación y el desempleo. De cara a fin de año y a 2017, anticipo un Banco Central uniéndose a desgano a la pata keynesiana de Hacienda y licuando sus objetivos de inflación en la búsqueda de un rebote económico que el Gobierno necesita a los efectos de salir bien parado en las legislativas.

Insisto: la gestión de Macri abandonó el gradualismo fiscal para incursionar en algo aún más perdedor, como el keynesianismo apalancado. Es lo que la ciudadanía espera, lo que tendremos a futuro y lo que, paradójicamente, podría redundar en un éxito político del Presidente aunque a costa de transformar en víctima a la economía. A los que sugieren que “lo peor ya pasó”, les respondo que no mientan. Es imposible borrar 12 años de delirio económico en poco más de un semestre. Corregir la economía argentina llevará dos décadas; el daño fue así de severo. Y la sociedad argentina, que permitió semejante descalabro, debería también bajar su nivel de ansiedad y hacerse cargo, al menos, con la paciencia que la circunstancia amerita. En economía no existe la magia y mucho menos después de un descalabro fiscal como el que padecimos en la “déKada arrasada”.

Parecería quedar bien clara la mutación del Gobierno: del gradualismo, insisto, pasamos a un keynesianismo con muy poco énfasis en aplicar reformas estructurales en la economía argentina. No culpo al Gobierno por no poder cambiar; la herencia social del peronismo es enorme. Mi única crítica es respecto al nombre del movimiento: Cambiemos. Llamarlo “Hacemos lo que podemos y lo que podemos es poco” sería mucho más sincero y humilde.
Lo que se intentará es hacer rebotar la economía a fuerza de pedal. Un “mágico” salto del ajuste a la expansión vía deuda. Probablemente no será más que eso. ¿Cómo logrará ese salto de la recesión a la expansión? De mágico no habrá nada. De hecho, el keynesianismo no tiene nada de mágico ni de innovador. La brecha se cerrará, probablemente, con endeudamiento. Sería útil que la población comprenda que ser keynesiano hoy probablemente implique estar más endeudado mañana, por lo que el shock de consumo con el que se pretende ganar las elecciones de medio término será financiado al mejor estilo peronista: con deuda.

La restricción relevante del Gobierno es la herencia social. El déficit, la deuda y la inflación son irrelevantes: el problema somos nosotros. Una porción sustancial de la sociedad no tiene capacidad de ajuste por una sencilla razón: fue saqueada por la administración anterior. Si este gobierno sobrevive políticamente el cambio vendrá, aunque no antes de 2036.

* Director de la Maestría en Finanzas de la UTDT.