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Blufs en cadena

Hace dos semanas iba a escribir sobre el PRO pero su página web seguía congelada desde la víspera electoral de diciembre. Por eso escribí poco sobre el PRO y más sobre el progreso y pronto volveré sobre el tema.

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Hace dos semanas iba a escribir sobre el PRO pero su página web seguía congelada desde la víspera electoral de diciembre. Por eso escribí poco sobre el PRO y más sobre el progreso y pronto volveré sobre el tema.
Esta semana pretendía escribir sobre el PRO, y como encontré que el PRO no manda publicaciones a los kioscos de la ciudad, salí a buscarlas en locales del PRO, pero los que funcionaron en la campaña estaban desactivados o cambiaron de rubro: quizás algunos se hayan convertido en firmas inmobiliarias. Es admirable la agilidad con que la gente cambia de rubro. Por su propia cadena de mail me entero que el coleccionista de arte Ignacio Liprandi, que tanta propaganda le hiciera a PRO entre artistas e intelectuales durante la campaña, ha inaugurado una suerte de cabaret literario en Avenida de Mayo 1480. Custodiado por un patovica que sólo puede franquearse con una contraseña, el miniemprendimiento funciona los miércoles a medianoche con un programa variado de música y lecturas ambientado entre las excelentes obras de la colección del huésped.
Hace tres semanas escribí que el desafío al campo por parte de un poder sentado sobre más de cuarenta mil millones de dólares en reservas bien podía ser un bluf, como su iniciativa de despenalizar el consumo de drogas, y la promesa de reducir los accidentes viales, a la que la Semana Santa y su prolongación en el “festejo” del 24 de marzo respondieron con la amarga burla de los acontecimientos reales. En esos días, como obedeciendo a la consigna de “Que se vayan todos”, todos, comenzando por la Presidenta y su mentor y esposo, se fueron de vacaciones y en su mayoría volvieron vivos. También los viajes, como las joyas caras y los pisos de Puerto Madero pueden ser blufs.
Para que haya un bluf se requieren dos conciencias concertadas. Una, la de la iniciativa, aspira a ganar simulando un naipe o un poder que no tiene o que no está dispuesto a jugar. La otra, la destinataria, responde según sus posibilidades y su grado de sorpresa, pero, aunque casi no quedan inocentes en el planeta, es posible que en la masa de pequeños propietarios y trabajadores rurales algunos hayan jugado ingenuamente contra el k-bluf del otoño pero los conductores y los mayores beneficiarios de la respuesta operaron a puro cálculo, movilizando a su gente a golpes de indignación, tal como el Estado movió a la suya con transporte gratuito, vino, choripán y un poquito de porro a tono con la nueva era permisionista.