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Jair Bolsonaro y la "reserva moral de la patria"

El capitán que ganó en las elecciones confía en el prestigio de los militares.

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Militares brasileños en el desfile por el Día de la Independencia, el 7 de septiembre. | Cedoc

Entre las muchas afirmaciones que se han leído o escuchado en los últimos días sobre Jair Bolsonaro se destaca la de que su triunfo representaría una especie de regreso o reivindicación de Adolf Hitler y sus ideas. El argumento sostiene que los casi 60 millones de brasileños que votaron al ex capitán comparten al menos en parte los ideales de creador del nazismo y la solución final a mediados del siglo pasado. 

Se insiste en que Bolsonaro no ganó a pesar de lo que dijo durante la campaña –en realidad durante toda su vida pública, ya que siempre sostuvo las mismas barbaridades- sino precisamente por lo que dijo. Esto no explica, entonces, por qué si hay tantos antisemitas, homófobos e intolerantes en Brasil el hoy presidente electo fuera durante casi 30 años una figura marginal, casi pintoresca, podríamos decir,  de la vida política de Brasil, del que todos se burlaban. 

A esto hay que agregar, por supuesto, que “meter bala a los delincuentes”, querer expulsar a los inmigrantes, avanzar sobre el poder judicial o encarcelar opositores no es patrimonio del nazismo. Sin ir más lejos, la Venezuela chavista no anda muy lejos de eso y nadie cree que sean nazis.  Y finalmente, que un líder tenga “rasgos fascistas” tampoco lo convierte en nazi. 

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No, Bolsonaro no representa el regreso del nazismo. Si representa el hartazgo y la irritación –el odio, en muchos casos- que una abrumadora mayoría de la sociedad brasileña siente hacia su clase política. Hacia todos los políticos, es verdad, pero en esta elección esa clase política la encarnó el PT. 

Lo que también expresa la victoria de Bolsonaro –y que se escucha en las entrevistas a electores o se ve en los comentarios de Internet- es que en Brasil la dictadura no ha dejado la huella que dejó la argentina, muy especialmente en cuanto a la valoración social de los militares. Se percibe en muchas personas la percepción tan popular en vastos sectores de nuestro país hasta 1976 de los militares como la “reserva moral de la patria”.

Los uniformados son vistos entonces como una casta especial, ética, al servicio de la patria y no de la politiquería, sin las manos sucias por la corrupción –como el propio Bolsonaro dijo en un discurso en la Cámara de Diputados años atrás. Es decir, hombres (no mujeres) ideales para la crisis de valores que vive Brasil. Hombres al servicio de la Nación, una palabra clave que repite siempre el presidente electo brasileño: “Brasil es un gran país; ahora debemos ser una gran Nación”, dijo en su primer mensaje tras las elecciones.

El top 20 de las frases más polémicas de Jair Bolsonaro.

Es por esa convicción que Bolsonaro adelantó su intención de nombrar a un general al frente de la Petrobras, la “madre de todas las corrupciones” del Lava Jato, la caja clandestina e interminable de la que partían los millones que se repartieron durante años entre empresarios y políticos, y otro “montón” de militares en su próximo gobierno. 

Después de experiencias trágicas, la sociedad argentina sabe que no existe una “reserva moral de la patria”. No lo son los militares, no lo son los sacerdotes, los políticos ni los periodistas. Ojalá que a Brasil le cueste menos dolores descubrirlo.