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humaredas

Brasas quedan

Dicen que donde hay humo hay fuego, pero esas son cosas de la sabiduría popular que según decía la Simone no es ni sabiduría ni popular. También dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero me parece que sería mejor decir que brasas quedan en donde hubo fuego, y no es que yo les quieran enmendar la plana a los dichos que funcionan por ahí ni bajarle los humos a nadie.

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Dicen que donde hay humo hay fuego, pero esas son cosas de la sabiduría popular que según decía la Simone no es ni sabiduría ni popular. También dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero me parece que sería mejor decir que brasas quedan en donde hubo fuego, y no es que yo les quieran enmendar la plana a los dichos que funcionan por ahí ni bajarle los humos a nadie. De todos modos no sé muy bien lo que es el humo, salvo que se lo ve cuando algo se quema. Los diccionarios, sin excepción, dicen que es un “producto” de la combustión incompleta (¿qué? ¿si es completa no hay humo?) compuesto de vapor de agua y de ácido carbónico, que debe ser lo que pica en la garganta, y de carbón en polvo muy tenue que debe ser lo que oscurece las rutas y parece que es de noche o por lo menos de tarde aunque sea de mañana. Yo lo único que sé es que gracias a todo eso, el producto y los ácidos y el vapor, ha habido muertos en los caminos. También sé que el fuego no salió del rayo que enviaron los dioses a la Tierra, sino que un alguien o unos álguienes los prendieron. Y ya que estamos, también sé que a esos álguienes hay que meterlos en cana y dejarlos guardados durante unos cuantos años. Contra eso, por supuesto, conspiran varias situaciones: que no tenemos policías confiables ni jueces confiables ni funcionarios confiables. Serán asesinos, nadie lo niega, los que prendieron los fuegos, digo, pero mientras no haya voluntad que es como la lluvia bienhechora que cae de arriba para abajo y ya que estamos fertiliza la tierra y apaga los fuegos, mientras no haya voluntad que caiga de arriba para abajo, estamos fritos. Fuego hay, sin duda: ahí está el humo para probarlo. Una sartén se consigue fácil. Nos ponen a todos en la sartén y nos fríen a fuego fuerte. “Al freír será el reír”, eso también es sabiduría popular. Claro que habrá que ver quién se ríe. Algunos álguienes, probablemente. Por ahora hay mucha gente que interjecciona frases escandalizadas y hay un ping-pong de acusaciones y los aviones hidrantes no parece que sirvieran para mucho y los heroicos bomberos tampoco, porque el daño es muy grande. Que alguna vez servirán, no lo dudo, después de que hayamos inaugurado un tren bala o varios trenes balas y los viajes a Japón en media hora. Antes no. Mientras nos friamos alegremente pensando en lo que podría hacerse y no se hace, en lo que debería haberse previsto y no se previó, la flota de aviones hidrantes eficaces dormirá el sueño de los justos en las imaginaciones y fantasías de quienes sueñan con el rayo de los dioses. Hay algo que me preocupa: los diccionarios dan, además de las definiciones antedichas, otra para humo. Dice: hogares, casas. Qué cosa; nunca se me hubiera ocurrido