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Breaking Bad López

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Existe una famosa frase que no recuerdo a quién se atribuye y que dice: “Puedo explicar cómo hice cada uno de los millones de dólares que tengo, pero no me preguntes cómo hice el primer millón, porque sobre eso no me conviene dar explicaciones”.
La afirmación es interesante. El cinismo, cuando condesciende a la sinceridad, siempre genera un primer movimiento de simpatía, que luego se vuelve amargura. Recuerdo, sí, a una persona que en un momento de expansión etílica me comentó cómo se habían beneficiado, él y muchos otros, con el sistema de inflación de costos (que implicaba también retornos) en una industria visualmente atractiva. Esta persona estaba angustiada al decirme: “Yo soy un corrupto y lo admito, pero ¿cómo puede ser que nadie más que yo lo diga?”. Curiosamente, aunque buen católico, no era de esos que creen que lavan sus pecados en el secreto de la confesión y la suma de Avemarías, y tampoco parecía confiar en las ventajas del griterío televisivo de los programas de columnistas.
Siguiendo con las anécdotas, hace unos días fui a cenar a un precioso e íntimo sushi de Recoleta con amigos y amigas. La mesa, inverosímilmente macrista, tratándose de intelectuales y artistas, contaba como detalle de color con una kirchnerista belicosa y compungida. La discusión, bien regada y bien servida, era interesante: ¿quién es más delincuente?, ¿un ministro procesado por encajarnos el megacanje, otro que aumenta sideralmente los precios y compra insumos de la empresa de la que es accionista, un funcionario que compra bonos de la deuda argentina y luego, como quien no quiere la cosa, se sienta a negociar con los fondos buitre, o un gilastro alucinado como López?
Desde luego, en la charla, el caso López opacó pronto toda otra consideración, porque los grandes temas siempre implican crecientes niveles de conocimiento e información, segmentación de perspectivas, datos contrastantes. En cambio, ¡Jesús, María y José!, un ex secretario de Obras Públicas que arroja guita al cielo de madrugada para que Dios se lo tenga en cuenta, es, como bien dijo una contertulia, pura literatura. La anécdota se convierte en caso. Y el caso da para la humorada, para la comprobación de que, en este país, el desesperado intento por asumir el épico escalafón de lo ético se vuelve siempre un chiste. Así como los K se hacen los pelotari devolviendo los tiros cuando pueden y fingiendo que el sistema de acumulación y retornos de su facción fue un caso de corruptela individual, así también doña Carrió, reserva moral psycho, calla y otorga sobre las defecciones flagrantes del gobierno que ella más que nadie nos supo conseguir. Algún día, con suerte, este país sabrá darse como destino algo mejor que una conducción buscada en listas de ineptos, crápulas, mentirosos y estafadores.