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Brújula del comunismo

Un gran acierto del Festival Internacional fue invitar a la obra Atlas des Kommunismus, de Lola Arias, ya que es un ejemplo muy consolidado de lo que ocurre con talentosos directores argentinos que trabajan con asiduidad en el extranjero, incluso con algo más de asiduidad que fronteras adentro.

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Un gran acierto del Festival Internacional fue invitar a la obra Atlas des Kommunismus, de Lola Arias, ya que es un ejemplo muy consolidado de lo que ocurre con talentosos directores argentinos que trabajan con asiduidad en el extranjero, incluso con algo más de asiduidad que fronteras adentro. Repatriar esta obra, como pasó con Campo minado, es una suerte de justicia de carpetas en estas tristes épocas post Conicet.

Lola trabaja para el histórico teatro Gorki. Lejos de trazar el mapa del comunismo prometido en el título, la obra escudriña en la singularidad de algunos relatos de sobrevivientes de una de las experiencias de Estado más utópicas, contradictorias y dramáticas de la historia reciente. Aquello que podemos escuchar con parsimonia de países lejanos o del Africa profunda se nos torna simple delirio cuando se trata de Alemania, en el corazón de Europa. Lola se aleja todo lo que puede de la información conocida (el Estado policial de la Stasi, la resistencia al nazismo y su resurgimiento evitable, la crisis de la unificación con la caída del Muro) y, con instinto maternal, se adentra en las voces menos difundidas: las de las mujeres, las migrantes, los gays, las niñas, en un país cuya historia ocupará folios, obras, imaginarios hasta morderse la cola.

A treinta años del Wende, los alemanes vuelven a un tema mítico y eterno: ¿quién es nosotros? Los alemanes, que fueron por un tiempo “ellos y nosotros”, suelen pedir prestadas voces ajenas (en este caso, argentinas) para desentrañar un nudo que los obsesiona y los redime.

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De las heridas abiertas por el fracaso del socialismo en la Alemania Oriental, jaqueada por mil flancos, se habla con justo dolor y con cotidianas razones. De las atrocidades del fracaso del capitalismo día a día, todo el tiempo, en todas partes, ya no se habla, porque es como el aire que respiramos y que siempre ha estado allí. No hay lamentablemente capítulo dos al caer el telón. Pero sí hay aplausos tristes, enormes y tristísimos.