El domingo pasado, un camión se llevó puesto un cable de teléfono en la esquina de las calles
Alicante y Anchorena, en General Rodríguez. El cable colgaba muy por debajo de la altura necesaria
porque uno de los postes sobre la calle Alicante se había caído y desde el mes de noviembre de
2009, los vecinos venían solicitando, sin éxito, su reemplazo. Ahora, el camión que arrastró el
cable cortó la línea telefónica y arrancó dos postes (evidentemente, ya podridos) del tendido a lo
largo de la calle Alicante, que quedaron colgados de la línea aérea de electricidad.
Avisada la odiosa empresa Telefónica de Argentina de la emergencia, sus operadores
respondieron que habrían de resolverla “entre 1 y 90 días”. Inútil fue insistir en el
grave riesgo que implicaba la mezcolanza de cables que se había producido y la necesidad de evitar
que se cortara la línea aérea de electricidad, además de los posibles casos de electrocución
accidental. Allí quedó el cable de la Telefónica, tirado sobre la vereda, bloqueando las entradas
de las casas y atravesado en las bocacalles del barrio.
Avisada la empresa proveedora de electricidad (Edenor), llegó una cuadrilla para observar el
caso. Nada podían hacer, salvo recomendar que no se usaran los teléfonos, dado que las líneas
podrían conducir electricidad.
Avisados los bomberos voluntarios de General Rodríguez, llegó un camión de salvataje. Los
amabilísimos muchachos se limitaron a precintar la cuadra y a tomar la denuncia, pero nada podían
hacer “porque ya habían tenido problemas con Telefónica”.
Tan absoluto es mi odio a esa compañía y cualquier otro monopolio telefónico que rindo mi
voto a quien se atreva a estatizarlas. Cruzo los dedos, Santa Cristina.