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CAUSAS Y CONSECUENCIAS

Cachito “desocupado”

El real paso en falso del seleccionado masculino de hockey sobre césped en su frustrado camino a los Juegos de Beijing se dio hace poco más de seis meses, cuando se perdió la final panamericana con Canadá, y no hace una semana, con la justa y ajustada derrota en Nueva Zelanda. La Argentina es el equipo más poderoso del continente desde que el hockey existe como deporte organizado en la región.

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El real paso en falso del seleccionado masculino de hockey sobre césped en su frustrado camino a los Juegos de Beijing se dio hace poco más de seis meses, cuando se perdió la final panamericana con Canadá, y no hace una semana, con la justa y ajustada derrota en Nueva Zelanda. La Argentina es el equipo más poderoso del continente desde que el hockey existe como deporte organizado en la región. Lo fue históricamente –sólo en un par de ocasiones se perdió en los Juegos Panamericanos– y lo sigue siendo a partir del momento en que es uno de los seis equipos que disputará el muy selecto Champions Trophy. Curiosamente, el derecho para jugar el torneo con los mejores del planeta lo ganó derrotando en la final del Champions Challenge con gol de oro a... Nueva Zelanda. Es decir, ganar o perder con los neozelandeses es cuestión de levantarse con mejor pie. La diferencia real está en ganar o perder con Canadá o Estados Unidos. Ahí esta el real bache en esta historia dolorosa que debiera tener un viraje feliz en un tiempo no demasiado lejano.

El viraje tiene que ser necesariamente feliz porque la gran mayoría de los jugadores que volvieron entre lágrimas del Preolímpico tiene edad y talento suficientes como para disfrutar de una década entera con la celeste y blanca. Porque, por mucho que cueste aceptar la ausencia de hombres como Jorge Lombi –uno de los goleadores más importantes de la historia del hockey mundial–, la apuesta del cuerpo técnico fue la de poner en marcha cuanto antes a una generación de jugadores que son una real garantía de futuro. Duele en el alma que no podamos verlos brillar en China. Pero muy pronto tendremos buenas noticias con ellos como protagonistas.

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Concretamente, no existe consuelo para una ausencia olímpica en este deporte. Sin embargo, hay un futuro por aprovechar. En tanto no abunde el canibalismo.

La conducción de nuestros seleccionados es una presa codiciada en todos los deportes. Si encima hablamos de un deporte con antecedentes o presente de primer mundo, si ello significa garantizarse tres o cuatro series con potencias extranjeras, jugar sudamericanos, panamericanos, mundiales, Champions o Challenges y olímpicos más un puñado de esos torneos informales que te dan la chance de foguearse dentro de casa o fuera de ella, entonces el desfile de gente con servilleta al cuello y tenedor y cuchillo exhibidos con gesto amenazante se hace incesante.

Es muy probable que jamás sepamos las verdaderas razones por las cuales Sergio Vigil decidió dejar de ser el técnico del seleccionado masculino, según dijo, aun antes del cachetazo de Nueva Zelanda. Por si usted no lo sabe, y en tanto confíe en mi palabra, Vigil es el más importante diseñador de un equipo y un cuerpo técnico en la historia de nuestro deporte. La gesta de Cachito como entrenador de Las Leonas significó, entre otras cosas, no bajar del cuarto puesto en ninguna competencia oficial en diez años. Por mucho que piense, revise o consulte, no encontrará un proceso tan exitoso en la Argentina. Ni en el hockey, ni en el básquet ni mucho menos en el fútbol. Pero además del resultado deportivo, la Argentina convirtió a su seleccionado femenino de hockey en el símbolo del deporte que todos queremos: competitivo, virtuoso, tenaz y capaz de dejar en la habitación del hotel cualquier conflicto interno, algo que nunca interfirió dentro de la cancha.

En el ambiente mismo del hockey se barajaba como difícil la transición entre conducir mujeres y hombres. “Con los hombres, la poesía de Cachito no va a andar”, pregonó más de uno, como si sólo de eso se tratara todo. Algún otro daba la impresión de mirar a Vigil como si hubiese invadido un territorio ajeno. Si encima de eso el entrenador decidió prescindir de algunos próceres –empezando por Jorge Lombi y terminando en el Chapa Retegui, quien terminó sumándose al cuerpo técnico–, ni siquiera habría que descartar que el ruido interno que puede haber agotado la inagotable energía de Sergio haya tenido como protagonistas a gente cercana al mismísimo equipo. Por cierto, éstas serán sólo elucubraciones, ya que Vigil es demasiado buena gente como para acusar públicamente a nadie. Eso sí, sospecho que el ambiente de nuestro hockey –y espero que también los dirigentes que deben decidir sobre la sucesión– ya tendrá en claro por dónde y por quiénes pasaron los conflictos.

Entiéndanse, además, que una cosa es la derrota deportiva y otra el barullo que se genera alrededor de un proceso con altibajos que se topa con un fracaso semejante y que implica dejar vacante uno de los espacios más codiciados de nuestro deporte.

Como sea, lo que más duele es tener a Vigil “desocupado”, en un tiempo tan intenso para la vida de nuestros seleccionados de hockey. Duele eso y que algún perejil crea que la derrota en Auckland pueda ser algo más que una nube en el cielo luminoso de la historia deportiva de Cachito.