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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Cambia, todo cambia en el mundo de la inflación

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Haciendo uso del título de la canción de Mercedes Sosa intentaré mostrar como ha cambiado el objetivo sobre la variable inflación en el mundo, y también, porque no, describiremos los cambios a nivel local.

El mundo. Tres trimestres atrás el tamaño de las deudas en el mundo avanzado era todavía un tema, en particular en Europa. Todo el tema era como podrían los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), que habían establecido planes de austeridad fiscal, no caer en procesos recesivos.

El nivel de la actividad económica dominaba el debate dentro de los países desarrollados, y la inflación, principalmente en alimentos y energía, tenía aproximaciones microeconómicas, nada más. Nadie pensaba en un problema inflacionario, más bien se temía por un proceso deflacionario.

Pero la prioridades cambian. La abultada deuda en términos del PBI de esos países parece ser hoy menos restrictiva. Asimismo, la inflación aumenta en la realidad, tornándose en la preocupación de las autoridades monetarias del mundo desarrollado.

¿Qué desató ese cambio? Las revueltas sociales de Africa y el Medio Oriente dispararon la posibilidad de un shock de oferta de energía, el cual tendría efecto sobre el resto de los precios internacionales, y si se disparaban los precios de los alimentos el efecto sobre el índice de precios al consumidor de esos países sería importante (y por qué no decir que las revueltas sociales continuarían).

Trimestres atrás, cada cual andaba por su lado en materia de política económica. Por ejemplo, en Europa, con Alemania a la cabeza, la prioridad era la inflación, el ajuste fiscal y el endurecimiento monetario, a la vez que supervisar a los países que habían mentido en sus estadísticas (por ejemplo, Grecia) para que no volvieran a “la fiesta” que finalmente debían pagar todos los integrantes de la Unión Europea. En Estados Unidos la prioridad era el empleo, no quedando clara la discusión fiscal. En Japón la prioridad era la actividad económica y la solvencia fiscal, situación que seguramente cambiará para permitir la reconstrucción luego del terremoto enfrentado semanas atrás. China cambiaba la prioridad de crecimiento a inflación; lo hacía a través de un endurecimiento monetario, esto es, suba de la tasa de interés y aumento de encajes bancarios. El resto de los países iban rotando hacia el combate de la inflación.

Debe tenerse presente que la variación del precio de las commodities, principalmente alimentos, afecta el IPC de los distintos países de acuerdo a la ponderación que los mismos tengan dentro de ese índice. Por ejemplo, en Egipto la ponderación es 39,9%, muy alta, como también lo es en Nigeria (51.8%) y en Ucrania (53,3%). En otros países la participación es mucho menor, por ejemplo Turquía (26,8%), Polonia (21,5%), República Checa (17,4%), entre otros. Para el conjunto de países emergentes asiáticos, China incluida, la ponderación es del 28,4%, mientras que para los emergentes de Latinoamérica la participación es del 24,2%.

Conclusión: más del 25% de la canasta del IPC de ese conjunto de países está representado por alimento y bebidas. La suba de alimentos acontecida entre principios de 2007 y septiembre de 2008 (que se observa en el gráfico adjunto) determinó un aumento de la tasa de inflación significativo, no alarmante, pero aumento al fin.

Dado que estamos frente a un shock externo no esperado en energía, y no es clara su real dimensión (si será moderado o severo) los países han virado en sus políticas para atacar el problema inflacionario. Por supuesto que al no haber un objetivo común ni una respuesta uniforme, se puede esperar ajuste a través de los tipos de cambio, tasa de interés más altas y distintas tasas de crecimiento entre países.

El mercado local. Por casa ¿cómo andamos? Primero veamos el IPC oficial, el que publica el Indec, el cual muestra una tasa de inflación anual acumulada a febrero pasado del 10%, de por sí bien alta, dado que triplica la tasa de inflación de países “civilizados” en cuanto a esa variable.

Segundo, otras estimaciones oficiales, las que realizan un conjunto de provincias, más que duplican la inflación que anuncia el Indec. O sea que de acuerdo a esos organismos provinciales de estadísticas la inflación argentina sextuplica la de un país “civilizado”.

Tercero, estimaciones realizadas por el sector privado ubican la tasa de inflación en un rango del 22% al 26%, muy similar a las anunciadas por los organismos provinciales de estadísticas.

Por último está la percepción de la población de la inflación futura, medida a través de la evolución de las expectativas de enflación que publica la UTDT. Los resultados de marzo pasado, al ser consultada las personas sobre la tasa de inflación a un año vista, muestra que en “promedio” la gente espera una tasa de inflación del 33%, mientras que la “mediana” (el valor medio) se ubicó más abajo, 25%. Puede ser que la gente equivoque su percepción de la inflación futura, o no, pero se podrá corroborar en un año.

A todo ese conjunto de distintas variaciones de precios estimados por distintos actores se le deberá sumar algunos puntitos adicionales por la suba de los precios internacionales de los alimentos. Estamos en el horno. Algo de “inflación importada” formará parte de nuestros IPC.

¿Reconoce el problema el Gobierno? Los dichos de sus distintos integrantes parecen no reconocer el proceso inflacionario, excepto en las subas salariales que homologa el Ministerio de Trabajo, que son del doble o más de la suba del IPC oficial.

Seguramente en el Gobierno hay preocupación con este tema, y bien que hace. No sólo por la suba de precios, sin por la distorsión de precio relativos. Sin embargo, no reconoce públicamente la enfermedad.

En 2011 la economía argentina se va acomodar a los movimientos de oferta y demanda, que pueden provocar una mayor tasa de inflación o deteriorar el balance comercial. En forma simple, la capacidad de oferta domestica de la economía no puede acompañar la expansión de la demanda. O ajusta con precios más altos o con mayores importaciones para completar la oferta doméstica. Ello no será uniforme entre sectores. En los que restrinjan las importaciones, los precios subirán más que en los que no se vean sujetos a esa restricción.

¿Por qué no hacer algo para atacar (reconocer el problema) la inflación? Porque a esta altura y sin credibilidad, cualquier iniciativa para contener la inflación generará primero un menor crecimiento del producto, e incluso podría ser caída. Por este motivo, la probabilidad de un programa es muy baja.

Resultado: más de lo mismo, con inflación y controles crecientes.