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Carrió y el PJ: la alianza menos pensada para terminar con Cambiemos

Tanto el Peronismo no kirchnerista como el Cristinismo saben que el fuego amigo de la chaqueña es nafta sobre el fuego en un momento de recesión económica.

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La líder de la Coalición cívica -ARI, Elisa Carrió. | NA

No confío más en el Presidente”, “ el Gobierno elige o cae”. Las amenazas textuales y a través de los medios de Elisa Carrió terminaron por desnudar estos días lo que siempre fue una presunción que sobrevolaba la política doméstica: su inestabilidad personal no le permite estar a la altura del cambio que la Argentina necesita, según la prédica del espacio político al que dice pertenecer y cascotea a piacere.

Y sobre todo lo que Mauricio Macri necesita a su lado para llevar a cabo un plan que dicen en el Gobierno, no es sólo económico o político y coyuntural, sino cultural y para siempre. Quizás sea el momento de que el Gobierno tome nota de que la sociedad no votó a Carrió, que la gobernabilidad no depende de ella, y que los latigazos hacia quienes la sostienen volverán si un despertar confuso, el clima o alguna sospecha la impulsan a hacerlo. Garavano es el síntoma, no la enfermedad.

El genial Pablo Giussani esgrimió un concepto que acaba por dibujar a Carrió de cuerpo entero: la diferencia entre rebelde y revolucionario es que el primero no tiene un cauce, el segundo es rebelde por un objetivo y un fin último, el primero es tan solo rebelde por rebeldía. Quizás, los últimos años de Carrió en política, habiendo creado y destruido tres espacios políticos en menos de diez años, sea el sello del final de la última gran rebelde de la política moderna.

El peronismo lo sabe y sólo celebra las pobres frases de la diputada que apuntan a desgastar al presidente, pero que sólo la esmerilan aún más siempre. Tanto el Peronismo no kirchnerista (Sergio Massa, Juan Urtubey, Juan Schiaretti y Miguel Pichetto) como el Cristinismo saben que el fuego amigo de la chaqueña es nafta sobre el fuego en un momento de recesión económica y un noviembre venidero inolvidable en términos de inflación y caída del consumo y el empleo.

El peronismo teje sin descanso hace ya un par de meses con la intención de tener un concepto de alternativa a Cambiemos y Cristina. Tanto es así, que no creen en la elección de tercios y hasta llegan en un optimismo envidiable a dudar de la presencia de Cambiemos en un eventual balotaje.

“¿Estás seguro que el Gobierno no queda tercero si sigue acumulando problemas, despidos y no ofrece nada nuevo a la sociedad?”, azuzó un dirigente con espesor personal nacional a este cronista mientras masticaba el segundo turrón de la tarde. La sensación interna es que los roles van quedando claros dentro del Peronismo, que Cristina es el pasado aislado y no se va a renovar aunque podría, pero las ganas de seguir siendo lo que es son más fuertes que sus intenciones de cambio, y que el Gobierno sólo exhibe errores estos días. Y no están errados, el gran desafío es saber si eso tiene consecuencias cuantitativas es las urnas: es decir, cuántas personas van a votar a Cristina o el Peronismo porque la gestión de Macri no fue lo que esperaban.

Dentro del armado federal que construye sin pausa el PJ, tabican fuerte las presencias de Pichetto, Schiaretti, Diego Bossio y Juan Manzur. El bonaerense aspira a gobernar Buenos Aires, pero por ahora sólo se dedica exclusivamente al armado del espacio. Quienes lo frecuentaron últimamente repitieron a PERFIL su metáfora: “esto es un astillero, y hay que armar el barco entre todos, hay que trabajar aportando para que esto flote y nos lleve a ganar la elección”, dice quien comandó el futuro de los jubilados en tiempos pasados.

Manzur trabaja en el norte del país dialogando con cristinistas desencantados y llega a dialogar con los que pensaron que Cambiemos funcionaría y lo votaron como castigo a CFK. El peronismo cuenta con una aliada que trabaja duro para ellos y que jamás imaginaron tener, que nadie quiere y que los puede llevar a una gran elección si simplemente no la atacan más hasta fin de año: la propia Carrió.

El gobierno tiene la paciencia al límite y los exabruptos morenistas, patoteriles y absolutamente adolescentes vertidos mediáticamente el fin de semana enojaron mucho al Gabinete, empezando por quien lo coordina, Marcos Peña. La relación Peña/ Carrió nunca fue la mejor, siempre hubo desconfianza y los dardos de la ruidosa legisladora lograron que el coordinador ministerial pierda para siempre la confianza en ella.

Ya se lo hizo saber y Fernando Sánchez, Lilito de paladar negro, podría dejar su cargo en la Rosada si la sangre llega al río. Así entonces, el Peronismo trabaja con diversas encuestadoras y especifica roles internos para posicionar a Sergio Massa y Juan Urtubey como precandidatos a presidente en los próximos meses con recorridas por el país y la intención de mostrarse como lo nuevo con capacidad de ejercer el poder.

Dicen tener 20 puntos y en crecimiento, aunque las mañas no les permiten circular las encuestas. Tamaño desafío primario para este espacio: convencer a la opinión pública que el pasado kirchnerista de todos los integrantes está terminado y que CFK no tiene lugar allí. Primer problema: la posición de Felipe Solá de plantear una interna con la ex jefa de Estado adentro; no porque Solá tenga un caudal de votos interesante, sólo ha perdido adhesión en los últimos diez años.

Querer mostrarse renovado y moderno incluyendo a Cristina en una interna; es decir, un curso naviero dictado por el capitán del Titanic. Difícil encontrar un análisis más errático que el del ex gobernador en tiempos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner donde Cristina pueda asociarse a la nueva política. Difícil la autocrítica en el peronismo variopinto que apunta al 2019 basándose por ahora en la descripción de lo que consideran el fracaso estrepitoso del plan económico oficial.

Quedará entonces en el temple admirable que Macri supo cultivar para sostener a Carrio en un vínculo complejo de entender, evaluar si se aferra a quien lo descalifica, o elige respaldarse en la opinión pública, los funcionarios que entienden que las críticas son puertas adentro y la construcción política se basa en el debate puertas adentro, no con vulgares discursos de barricada.

Quizás Carrio no lo sepa y termine por enterarse que su ADN político está más cerca de Guillermo Moreno o Aníbal Fernández que de Cambiemos, y allí pueda sentirse cómoda políticamente. Juan Perón, en su inabarcable orbe de frases, acuñó: “quien le da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro”.

AG CP