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Casas vacías

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Empieza de noche en una casa de country, en penumbras. Por el pasillo pasa un adolescente con máscara de Shrek, casi desnudo, peludo, con una bikini de mujer estirada hasta los hombros como Borat. Pero no pasa caminando sino parado sobre un autito eléctrico para chicos que avanza despacio. Tiene un arco tenso en la mano y cuando asoma por la puerta del living dispara una flecha contra un blanco puesto contra el respaldo de un sillón. Le dicen Toño. Su amigo Ezequiel chequea dónde pegó la flecha. Se turnan para disparar flechazos desde el autito en movimiento. Ezequiel tiene un corpiño puesto de vincha. Algunas noches durante la semana entran a casas que están vacías y exploran. Se toman unos dedos del whisky de los dueños, se disfrazan con la ropa que encuentran, usan los juguetes de los chicos y tratan de dejar todo más o menos como estaba.

Esta casa les gusta en particular, porque es de un chico de su edad al que detestan y porque la madre, según sus palabras, está más buena que ganarle a Brasil. Esa noche oyen ruidos y se esconden. Toño se sube al techo y se queda parado en una cornisa. Ezequiel se mete en un ropero. Entran los guardias de seguridad con linternas. Revisan toda la casa. Ezequiel escucha pasos, se abre la puerta del placard, un brazo corre la ropa colgada y lo apunta con la luz. Soy Ezequiel, Sosa. Sosa es el guardia de seguridad más viejo del country, lo conoce desde que era chico. Ezequiel lo iba a ver a la garita sur, cerca de las canchas de polo y tomaba mate con él, hablaban. A veces, Ezequiel llevaba la guitarra. Después, la administración le puso una advertencia a Sosa. Ezequiel sólo pasaba en bicicleta un rato, pero sin guitarra. Ahora Sosa, cerrando el placard, le dice: ‘Esta es la última, nene, la próxima los entrego’.

Zafan. Al poco tiempo, con su registro flamante, Toño se mata manejando borracho en una curva del camino a Tigre. Ezequiel, después del entierro de su amigo, vuelve caminando por el costado de la autopista. Llega casi de noche. Nunca había caminado por ahí. Siente que se salió de la atmósfera y que tiene que volver a aprender a respirar.