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De las dos novelas, a Gil de Biedma le parece superior El mirón, porque “responde mejor a esas exigencias técnicas”

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El azar me hizo estar en dos lugares en los que parecía que se definía poco menos que la continuidad de un país. Primero en Tesalónica, Grecia, unos días antes del referéndum de 2015, en el que se discutía si salían del euro y de la Unión Europea. La gente en los bares no hacía otra cosa que mirar los discursos electorales en la tele y charlar, aterrada, sobre su futuro. La siguiente vez fue el año pasado, en Madrid, el mismo día en que en Cataluña se celebraba el referéndum acerca de su independencia (declarado ilegal por el gobierno del PP, con apoyo de Ciudadanos, el PSOE y obviamente del rey, que por televisión dio un discurso de una chatura intelectual mayúscula). La gente en los bares no hacía otra cosa que mirar la televisión y charlar sobre el futuro de la nación (también colgaban en los balcones banderas de España, algunas con simbología franquista). En ambos casos, todo ocurría como si un día –ese día– se jugase el futuro definitivo del Estado. Pero las cosas no suceden así –en un día– sino en un proceso tortuoso –con idas y vueltas– en el tiempo (como enseña lo que va del 14 de julio de 1789 al Terror de unos años después). Mientras tanto, la situación de Cataluña sigue sin definirse, y al mismo tiempo que mi desinterés total por el futuro de Messi en el Barça si llegase a tener que retirarse de la liga española, me dieron ganas, en este verano porteño, de releer a dos de mis poetas catanes favoritos: Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater.

No sé por qué, pero opté no por su poesía sino por otros textos. De Gil de Biedma volví a El pie de la letra. Ensayos 1955-1976, y de Gabriel Ferrater a Noticias de libros, volumen que reúne sus informes de lecturas para diversas editoriales, libro sobre el que ya había escrito un par de veces en este mismo entretenimiento dominical (el público se renueva, así que podré repetirme a gusto si es necesario). El pie…, entre otros, incluye artículos sobre Eliot, Baudelaire, un largo estudio sobre Jorge Guillén, y otro sobre Luis Cernuda. También hay un breve e impecable ensayo sobre Las gomas y El mirón, de Robbe-Grillet, a las que describe, con una linda figura, como escritas según “la técnica de descomposición prismática de la realidad”. De las dos novelas, a Gil de Biedma le parece superior El mirón, precisamente porque “responde mejor a esas exigencias técnicas”. La idea de exigencia técnica no me parece en nada ajena a la propia obra poética de Gil de Biedma, más allá de que el suyo es un objetivismo de otro cuño que el del nouveau roman francés.

Noticias de libros debería ser de lectura obligatoria para todo editor. Irónico, ácido y erudito, Ferrater informa a los editores –a cambio de un módico estipendio– sobre las bondades (o no) de un libro para ser publicado. Si yo fuera editor no aceptaría informes de lectura (porque me parece que leer es lo único que no debe delegar un editor), pero aceptaría gustoso hacer una excepción con Ferrater, si todavía viviera (por cierto, su traducción de Escrito en la pared y otros ensayos literarios, de Mary McCarthy, es también perfecta). Escritas en durante el franquismo tardío para Seix Barral y otra editoriales, sobre An American Dream, de Norman Mailer, termina diciendo: “En definitiva, creo que la censura tendría buen cuidado de que la novela no fuera publicada en España, y que le haría un buen favor al país”.

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