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Causas, prueba y oportunidad

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En el momento en que esta nota está siendo escrita la presidenta de la Nación ha expresado su convencimiento de que el deceso del fiscal Nisman no fue un suicidio; parece una intuición sensata y coincidente con la conjetura que podría realizar cualquier ciudadano informado teniendo en cuenta que no aparece motivación alguna para que alguien que decidió difundir ayer una pesada acusación al poder pueda quitarse hoy la vida por decisión propia y en vísperas de dar a conocer muchos más detalles de su trabajo. La definición de la Presidenta, al igual que la reflexión que podría tener nuestro ciudadano informado, también clausura la hipótesis de un suicidio inducido (asesinato al fin) ya que es improbable que un fiscal que conocía
los riesgos de su profesión y de la causa que hace mucho tiempo llevaba sobre sus espaldas se hubiera doblegado ante una instigación de último momento y cometiera el acto extremo de quitarse la vida por no haber previsto respuesta a amenazas por terribles que fueran. Así la Presidenta avalaría a nuestro ciudadano informado que puede imaginar que especialistas en matar y diseñar escenas del crimen que “parezcan un accidente”, perdón, un suicidio, no deben faltar en el mercado y no pertenecen sólo al mundo de la cinematografía. Y sin duda ese aval es importante porque podría suponerse que la Presidenta dispone de más información que nuestro raso ciudadano.

Ahora bien, un asesinato puede haber sido instigado tanto por quienes temían las revelaciones de Nisman como por quienes quisieran perjudicar al principal sospechoso: el gobierno nacional. Por ende, y por ser su cabeza, Cristina Fernández de Kirchner necesita que se demuestre la inocencia de su gobierno mediante el esclarecimiento total del caso; es decir la identificación de los autores materiales e intelectuales que habrían intentado involucrarlo.

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Ahora, entonces, dos son las causas a las que abocarse. Por un lado el esclarecimiento de la muerte del fiscal y por el otro, la continuidad de su tarea para intentar acercarse a la verdad sobre la muerte de 85 argentinos. Es evidente que no esclarecer lo sucedido con el fiscal es un mensaje terriblemente amenazador, una espada de Damocles sobre quienes deben continuar su tarea. Por ello, si queremos la verdad sobre la AMIA, saber lo ocurrido con Nisman es imprescindible.

Por lo tanto el país está frente a una gran prueba: aclarar la muerte del fiscal para ayudar a proseguir y esclarecer el atentado contra la AMIA, protegiendo y apoyando decididamente a quienes tienen de aquí en más la responsabilidad de hacerlo. No pueden haber nuevos Nisman. El gobierno nacional debe entender que si es ajeno a lo ocurrido con el fiscal y a las acusaciones que éste ha realizado debe cooperar con la Justicia con determinación y con todos los recursos a su disposición para resolver el caso de su muerte con celeridad. Un fracaso en develar lo ocurrido implicará que no podrá quitarse de encima la sospecha de estar implicado y es de esperar que el caso no termine cargando la responsabilidad sobre el cerrajero. También el Congreso de la Nación debe sumar su decidido apoyo al esclarecimiento. Y por supuesto que las diversas fuerzas de la sociedad civil no sólo no deben bajar los brazos en la demanda de esclarecimiento de ambas causas sino que deben potenciar significativamente su voz.

La relevancia de la muerte de Nisman y la causa que estaba a su cargo colocan al país y sus instituciones frente a una gran oportunidad:
si lo ocurrido en ambas causas sale a la luz, se dará una clara señal de que hay decisión de vivir como una república y podremos regocijarnos de que nuestra democracia haya subido peldaños en su calidad. Si no se logra, será una vez más tiempo de desazón para unos y de victoria para quienes vienen ganando desde hace rato la pulseada: los empresarios corruptos, los sindicalistas mafiosos, los violentos barras bravas, los miembros venales de las fuerzas de seguridad, personajes siniestros de servicios de información, los ciudadanos indiferentes y los gobernantes que el país no merece. Y por supuesto estaremos varios escalones abajo en la república y la democracia.

*Sociólogo www.aldoisuani.com