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Cerca de los humildes

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La gran noticia nos conmueve. Los medios ya se han encargado de  decirnos que Francisco es el primer papa de ese nombre, el primero no europeo, el primero latinoamericano y el primero que es miembro de la orden de los jesuitas. Y desde luego, que es el primer argentino que accede a la más alta autoridad espiritual del planeta. Para muchos, esto último basta para producir la noticia. A otros nos admira que busque inspiración y ejemplo en el Santo de Asís, el “Poverello”.

Francisco (1182-1220), nació en Asís, en la Toscana, en el corazón  geográfico y cultural de Italia. En esa época el papa Inocencio III imponía su autoridad a reyes y príncipes además de predicar  la cruzada  contra los infieles. Entretanto en las ciudades donde prosperaba una nueva clase de mercaderes que anunciaba los tiempos modernos, había una tensión espiritual disconforme con la visión triunfalista de la Iglesia y que aspiraba a algo diferente. Fue precisamente ésta la misión del “Poverello”, quien se presentó un día ante Inocencio y le pidió permiso para practicar y predicar una forma de vida desprendida de todo y entregada a los que más sufren. El pontífice, acostumbrado a la pompa que lo rodeaba, estimó   la propuesta  superior a las fuerzas humanas. Estaba a punto de negarle su aval, cuando soñó que  la basílica de Letrán amenazaba desmoronarse y que se sostenía gracias a un hombrecillo en quien creyó reconocer a Francisco. Así logró la  orden mendicante de los franciscanos el reconocimiento, y su fundador se convirtió en el santo más próximo al modelo cristiano de vida.

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Primer papa no europeo. Sí, es sorprendente que la Iglesia Católica, pese a su carácter universal haya reservado su más alta jerarquía a los europeos, italianos en su mayoría. La renuncia –o el portazo dado por el papa alemán– un gesto que con el tiempo se valorizará  en su real dimensión, indica que la globalización se impone hasta en los reductos más conservadores. Esta apertura permitirá al  nuevo papa, si logra mantener el rumbo, superar el encierro de la burocracia del Vaticano.

Primer papa latinoamericano. Como observa el historiador Loris Zanatta, estamos asistiendo a un acontecimiento épico: el traslado del punto de apoyo de la catolicidad de Europa a América. Y para esta tarea se ha elegido a un jesuita, asociación histórica que evoca la labor misionera de la Compañía de Jesús en el Nuevo Mundo y aquella utopía cristiana que dejó su huella en la Nueva España mexicana, en las misiones del Paraguay y en  las primeras ciudades coloniales.

También llama la atención que la Orden fundada por Ignacio de Loyola hace casi cinco siglos, no haya contado antes con un pontífice salido de sus filas. ¿Era el poderío del padre general de la compañía, el llamado “papa negro”, residente en Roma, lo que parecía temible? Lo cierto es que los jesuitas, pese a su formación de excelencia, y a su peso en la historia de la Iglesia tuvieron que esperar. Quizás la elección de Bergoglio sea un síntoma de que la orden perdió poder, que hay otras congregaciones religiosas  tanto o más influyentes y fuertes en el mundo actual, y que por eso mismo le llegó su turno.

El origen italoargentino de Bergoglio es por sí mismo un indicio de que la transición de Europa a América no será brusca y que nuestra sociedad,  de carácter cosmopolita, ha sido un buen lugar para el aprendizaje de este pastor de almas, que de acuerdo a los indicios, es lo que buscaron los integrantes del Cónclave. Asimismo, en cuestiones políticas el nuevo papa tiene una amplia experiencia personal como parte de  la generación que vivió los terribles años 70. Entonces optó por llevar adelante su trabajo pastoral sin recurrir a la violencia. Esta decisión, algunos compatriotas no se la han perdonado.

A lo largo de su vida, como sacerdote y como prelado no buscó la cercanía de los poderosos, ni se empeñó en halagarlos; por el contrario, les manifestó con franqueza su pensamiento. Así lo ha hecho, ya investido de la dignidad papal, a sus colegas del Colegio Cardenalicio.

De su voluntad de acercarse a los humildes y a los que sufren, son testigos quienes trabajan con él y quienes reciben su labor, amigos, colaboradores y hasta parientes que aparecen hoy en los medios. La serenidad y alegría de sus rostros logran captar al interés de la audiencia. No es para menos, dichos testigos privilegiados relatan cuál ha sido la escuela de vida de un sacerdote  que hizo su aprendizaje de pastor en la Argentina y que hoy ocupa el dos veces milenario trono de San Pedro.


*Historiadora.