COLUMNISTAS
EL gobierno sigue con sus fantasmas

Cobos y Reutemann, enemigos

El matrimonio K insiste en sus errores. El vice y el senador santafesino son sus blancos predilectos. La clásica y fracasada receta contra la inflación.

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El trance que puso en riesgo la salud de Néstor Kirchner le agregó un condimento de dramatismo al turbulento presente político de la Argentina. Cuando la doctora Patricia Carrascosa diagnosticó la placa de ateroma que estrechaba la luz de la arteria carótida derecha del ex presidente en funciones, un halo de conmoción embargó a todos los que vivían el vértigo de ese momento. Que Kirchner tuviera una lesión igual a la que padeció Carlos Menem hace casi 17 años es una de esas paradojas propias de una novela que tanto abundan en la historia. La exitosa intervención quirúrgica que realizó el doctor Víctor Caramutti trajo calma a la atribulada vida política de Kirchner.
Fue una calma que duró lo que la nada. A las horas de haber concluido la operación, la clínica se transformó en una unidad básica. Muchos dirigentes del kirchnerismo se acercaron no sólo para hacerse ver sino para saber qué es lo que vendrá. Para cualquier persona que haya atravesado por una situación como la que le tocó vivir al ex presidente en funciones, lo aconsejable es, hablando en términos futbolísticos, “parar la pelota”. Ya se sabe que nada de esto ocurrirá.
Se sabe que en los hábitos de vida de Kirchner abunda el desorden. Esta es una alternativa nociva que debería modificar en aras de un mejor cuidado de su salud. No es éste, sin embargo, el pensamiento del ex presidente en funciones, quien, inmediatamente después de haber dejado el sanatorio, se encargó de redoblar la apuesta para apurar su vuelta a la conducción del PJ y para seguir demostrando que sigue en el ejercicio del poder.
Allí estuvieron, pues, las órdenes para que los legisladores díscolos del justicialismo bonaerense publicaran una solicitada de apoyo a su persona, con el objetivo de borrar la afrenta de las críticas vertidas en la cena que se realizó hace unos días en la casa que uno de ellos tiene en Pinamar; también hubo órdenes para que desde el oficialismo salieran a pegarle a Carlos Reutemann, a causa de sus fuertes declaraciones de comienzo de semana en las que trató al matrimonio presidencial de ladrón.

Lo que la reacción del Gobierno expresa es la preocupación que produce en Kirchner el ex piloto. La razón para esto es muy simple: Reutemann es el rival a quien el ex presidente en funciones más teme para la interna del PJ. “Si Reutemann se presenta, no hay con qué darle”, reconoce una voz del riñón K. Y la verdad es que el actual senador santafesino, a quien las encuestas le dan bien, sigue trabajando con dos objetivos: tener un rol más activo en las sesiones ordinarias del Congreso, que comenzarán el 1º de marzo y el armado político con el que piensa dar la batalla en la interna peronista de 2011 por la candidatura presidencial. Con relación a ello, distintas fuentes confirman la existencia de contactos con Alberto Fernández. El ex jefe de Gabinete, a su vez, está hablando con algunos gobernadores ultrakirchneristas, quienes, suplicándole absoluta reserva, le vienen manifestando sus crecientes desacuerdos con el enfoque político de Kirchner. Uno de esos gobernadores suele aparecer haciendo una defensa a ultranza del matrimonio presidencial.

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Volviendo a Reutemann, hay que señalar que Kirchner en persona ha decidido ponerse al frente de las operaciones políticas en Santa Fe. Su primera acción fue motorizar una solicitada contra el ex piloto de F1 que subscribió un grupo de intendentes de esa provincia.
Es en atención a esa batalla que Kirchner cree imperiosa su reasunción de la conducción del PJ. Es con vistas a esa batalla que necesita sí o sí del Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad. Ahí las cosas vienen complicándose día tras día. Las esperanzas del kirchnerismo para que el Decreto de Necesidad y Urgencia sea aprobado por el Congreso están puestas en el Senado. “Allí hoy estamos dos votos abajo, aun cuando las cosas no están cerradas. Daremos batalla”, reconoce una voz que habita en la Casa Rosada. La disputa pasa por la crucial votación de los senadores pampeanos Carlos Verna y María Higonet. Verna podría votar una ley que creara el Fondo especificando cómo se va a repartir entre las provincias. Esto no es lo que quiere el matrimonio presidencial, ya que le quitaría poder de decisión sobre el direccionamiento de esa plata.
La no aprobación del DNU del Fondo del Bicentenario significaría, además, una derrota de alto significado político para el Gobierno que, al insistir en su modalidad del todo o nada, demuestra su negativa a reconocer la nueva realidad política que emergió tras los comicios del 28 de junio pasado.

En el horizonte de preocupaciones del oficialismo también viene creciendo el proceso de rearmado de la UCR. En Olivos se festejó el costo político que para Julio Cobos tuvo su voto en la comisión bicameral que aconsejó la remoción de Martín Redrado al frente del Banco Central. Las encuestas demostraron que el vice pagó políticamente y cayó su imagen.
La posibilidad de una ruptura en el seno de la UCR entusiasmó al matrimonio K, deseo que se perturbó ante el encuentro de los radicales en San Nicolás, al que asistió Cobos y en el que se limaron asperezas. Por eso fue que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, recibieron la orden de salir a acusar al radicalismo de “cuasi golpismo”. Por lo que se sabe, a Randazzo le disgusta cada vez más recibir órdenes para salir a decir estas cosas en las que no cree.
Es cierto que la situación de Cobos es insólita y cada vez más difícil de explicar. De ahí a hablar de golpismo, hay un abismo. Pero éste es ya un clásico del Gobierno, para quien si no gana una elección sobreviene el caos, si la oposición discrepa afecta la gobernabilidad y es golpista y si los medios critican son destituyentes, hechos todos desmentidos por la realidad.
Así como le cuesta reconocer esta realidad, le sucede con otras. En estos días el objeto de la polémica es la inflación. Frente a esto el Gobierno está encarando su clásico plan de acción. Para ello ya llamó a Guillermo Moreno. Ya se puede predecir, pues, la metodología a utilizar: el apriete. Ya se puede anticipar, también, cuál será el resultado efectivo del método Moreno: el fracaso, que es el resultado que se obtuvo cada vez que se utilizó el método en el pasado. Sin embargo, esto poco importa al matrimonio presidencial, siempre obstinado en repetir una y otra vez, con ahínco, sus errores.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.