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¿Cómo entender a esa esposa humillada?

El (ex) gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, admitió su relación con prostitutas. Lo hizo junto a su mujer, quien no sólo sigue a su lado sino que se transformó en una de sus pocas defensoras. ¿Cómo entender esta actitud en una mujer humillada?

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El (ex) gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, admitió su relación con prostitutas. Lo hizo junto a su mujer, quien no sólo sigue a su lado sino que se transformó en una de sus pocas defensoras. ¿Cómo entender esta actitud en una mujer humillada?
Históricamente la mujer ha sido considerada por la moral judeo-cristiana, la generadora del pecado, y de ahí la posición sumisa que se supone debe asumir. Esta fuerte influencia cultural determina conceptos y modos de comportamiento. La feminista Marta Lamas, al cerrar el ciclo Conversaciones entre mujeres, dijo: “El tema del amor propio es básico, sobre todo para una sociedad como la nuestra, influida por la cultura judeocristiana occidental, en donde el amor y el respeto a las mujeres ha estado entretejido de toda una serie de valores como la abnegación, el sacrificio, el renunciamiento”.
En El problema económico del masoquismo, Freud distingue tres formas de masoquismo: erógeno, femenino y moral. El masoquismo femenino está ligado a lo que Freud llamó “la envidia al pene”, concepto retomado por Lacan y reconceptualizado como “envidia al falo”, siendo el falo aquello que no se tiene, la falta. Si lo sabrá Hillary Clinton, quien en su libro Recuerdos, vivencias y confesiones, señala que “las decisiones más difíciles de mi vida han sido permanecer casada con Bill y presentarme al Senado por Nueva York”. Pero cuando se refiere al caso Lewinsky, menciona que fue la experiencia más “dolorosa, devastadora y espantosa”. ¿Es esta aparente sumisión sólo una muestra de masoquismo femenino, o podríamos suponer que también es una forma de retaliación? ¿Quién ostenta el poder ahora?: ¿un marido licencioso, adúltero, o su mujer, noble y abnegada que sabe perdonar pero no olvida? Volvamos a Hillary, que en sus memorias cuenta que luego de Lewinski, sólo Buddy, el perro que vivía en la Casa Blanca, “vino para hacerle compañía a Bill; era el único miembro de nuestra familia que aún tenía ganas de estar con él”. Hay politólogos que opinan que sin este suceso Hillary no sería hoy una de las posibles candidatas a la presidencia de EE.UU.
*Médico psicoanalista.