Qué es un acontecimiento literario? No lo sé. Sin embargo, es una frase muy usada por los
suplementos culturales, los editores, los libreros, incluso hasta por los escritores. Quizá se
encierre en esas palabras una doble paradoja: para mí, todo acontecimiento es literario y, sobre
todo, la literatura es siempre un acontecimiento. Pero no creo que alcance con esta definición de
ida y vuelta. En todo caso, puedo hablar de lo que es un pequeño acontecimiento literario privado:
encontrar un libro que hace mucho vengo buscando. Por ejemplo, eso me pasó con Los años de
Orígenes, del poeta cubano Lorenzo García Vega. Publicado en 1979 en la editorial venezolana Monte
Avila, nunca circuló en la Argentina, y yo nunca pude encontrarlo en ningún viaje al extranjero; un
par de amigos míos lo tenían, pero nunca se los pedí porque no me gusta leer en fotocopias y mucho
menos robarles libros a mis amigos (no por altruismo, sino por miedo a sus venganzas). Finalmente,
acaba de ser editado en Buenos Aires en la buena editorial Bajo la luna, y su lectura estuvo a la
altura de tanta espera.
Dirigida por Lezama Lima, publicada en La Habana entre 1944 y 1956, Orígenes es una de las
revistas literarias más significativas de América latina. Su influencia estética y cultural sólo
puede compararse con la que en la misma época tenía Sur. García Vega integraba el concejo de
colaboración junto a Eliseo Diego y Cintio Vitier, entre otros. Orígenes es el punto más álgido de
una larga y extraordinaria tradición cubana de revistas literarias, que había comenzado con Espuela
de Plata (1931-41, también dirigida por Lezama Lima), luego pasado por Orígenes, más tarde por
Ciclón (mezcla de desprendimiento de Orígenes con recambio generacional, dirigida por Virgilio
Piñera), y finalmente con Lunes, un semanario cultural de la primera época de la revolución, cuando
todavía había lugar para la heterodoxia literaria.
Pero en verdad, García Vega no narra la historia de la revista. Su maestría reside en ser
fiel al equívoco del título del libro: cuenta los años en que surgió Orígenes, el clima cultural y
social de esa época, la forma de vida de la Cuba de entonces. No la historia de la revista, sino la
de su contexto de aparición. Los años de Orígenes son años de opresión, de desdicha, de una
sensación de desasosiego. Son los años del surgimiento de una nueva sensibilidad literaria y los de
un aburrimiento terminal. A mitad de camino entre la autobiografía y el retrato de una sociedad
pacata y pueblerina, Los años de Orígenes es un brillante ejercicio de cómo no escribir una
biografía oficial, una biografía profesional (con sus fuentes documentadas, sus datos chequeados y
su estilo pasteurizado), que sólo puede compararse con El mensajero, la genial biografía que
Fernando Vallejo dedicó al poeta colombiano Barba Jacob y con La operación Masotta, de Carlos
Correas. En los tres casos, la biografía funciona como ajuste de cuentas, como espejo
autobiográfico, como pesquisa sobre la temporalidad (desafiando la idea de que la biografía debe
comenzar por el comienzo y finalizar por el fin), como la puesta en escena de una subjetividad
descarriada, como diagnóstico crítico sobre una época y como el espectáculo de una prosa
inigualable.
Y en el medio del libro de García Vega, un solo actor: Lezama Lima. No Orígenes, sino Lezama.
El amor-odio por el gran poeta, por el gran vanguardista cubano que no dejó nunca de ser un
conservador (otra cosa que tienen en común las tres biografías es que corren por izquierda a su
objeto de estudio). Escribe el biógrafo: “Pues Lezama y los años de Orígenes es también la
pesadilla de Lezama y la pesadilla de los años de Orígenes”, para terminar el libro con una
confesión: “No, no he podido resolver mi rencor con Lezama, ni he podido resolver mi rencor
con aquellos años de Orígenes. Pero no he podido olvidar la ejemplar lucha de los origenistas, así
como no olvido la grandeza de Lezama, ni olvido lo cubano y tierno de Lezama”. La biografía
como la escritura de la ambigüedad.