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crisis internacional

Cómo sigue la película

A estas alturas, aun con los datos del INDEC, está claro que la combinación crisis de confianza interna (con su fuga de capitales asociada)-crisis global está golpeando las costas del Río de la Plata, del lado de acá.

Szewach
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A estas alturas, aun con los datos del INDEC, está claro que la combinación crisis de confianza interna (con su fuga de capitales asociada)-crisis global está golpeando las costas del Río de la Plata, del lado de acá.

Mucho más está golpeando en el interior del país, en donde predomina la economía agropecuaria e industrial, por sobre la de servicios privados.

Así como la recuperación de 2003-2004 vino marchando desde el interior a los grandes centros urbanos, la caída del nivel de actividad se expande también desde el campo a las ciudades, desde las fábricas a los comercios y servicios.

Los planes de aumento del crédito que el Gobierno intentó poner sobre la mesa, hacia finales del año pasado, como mecanismo anticíclico, han hecho muy poco y ya están siendo “remodelados”, mientras que los anuncios de obras públicas, por razones burocráticas, de gestión, financieras y políticas, todavía no han podido compensar parcialmente, en algunas regiones, el freno que ha sufrido la economía local en los últimos meses.

Ante este panorama, la pregunta surge automática: ¿cómo seguimos?

La crisis internacional nos pega en forma directa a través de los precios de nuestros exportables y la caída del comercio internacional.

Al respecto, las commodities agrícolas están resistiendo mejor, pero claro, allí tenemos menos cantidades, por la sequía y los desincentivos a la producción de estos años, más allá de que los chinos seguirán comiendo carne alimentada a soja.

Las commodities industriales, por su parte, cuya producción local se vendía al exterior cuando la recesión interna achicaba el mercado aquí, hoy han caído fuertemente de precio y la demanda global no acompaña.

Por este lado, entonces –exportación agrícola e industrial de commodities– hay que esperar una caída, y en el caso de los industriales ello impactará, de manera clara, en el empleo y el ingreso de los asalariados industriales y sus familias.

La “industria Mercosur” (automotriz en sentido amplio, maquinaria agrícola, parte de textiles y calzado, parte de agroindustria) dependerá de la recesión brasileña y de la capacidad de administrar el comercio intrazona por parte de las autoridades binacionales.

Brasil tiene recursos fiscales y crédito internacional para moderar su propia crisis, pero no creo que le alcance para ser la locomotora latinoamericana que fue en estos años.

De manera que estos sectores también sufrirán su menor demanda, aunque difícilmente veamos números tan catastróficos como los de enero-febrero, dado que la comparación, ahora, se hace contra un primer trimestre de 2008 espectacular.

El sector agropecuario y el sector industrial, por lo tanto, vivirán el impacto pleno de la crisis global. Y, vía recaudación impositiva, se lo trasladarán al sector público, que no puede acceder al crédito internacional, poniéndole un límite fuerte al incremento del gasto público.

Es decir, el Gobierno nacional y los provinciales podrán gastar muy poco más que el año pasado.

En el capítulo de la industria orientada al mercado interno, los consumos imprescindibles, obviamente, sufrirán menos, pero habrá desplazamiento a segundas marcas, a envases más pequeños, y a comercios más reducidos. Con menos crédito y menos plata, ¿para qué ir lejos al súper?

Mientras que los consumos postergables sufrirán el impacto de la crisis financiera global, dado que los ahorros de los argentinos y de Santa Cruz no están en el país, sino en el exterior, allí donde los precios de los activos financieros se desplomaron.

En esta área de los consumos postergables, tanto en bienes como en servicios, es donde veremos los cambios más violentos y en donde puede haber cierres de empresas y concentración en torno a los que puedan resistir, tengan más capacidad de ajustar, o más espalda financiera (y en donde estarán las “oportunidades” que toda crisis presenta).

¿Puede el Gobierno hacer algo para eludir este escenario? Muy poco.

Por el lado fiscal, si insiste con manotazos de ahogado, para hacerse de fondos, como en el caso de las AFJP, por cada peso que gane perderá más en fuga de capitales por incremento de la desconfianza y el conflicto.

Por el lado monetario y cambiario, una devaluación fuerte podría ser tentadora, pero impacta sobre el poder de compra de los votantes y sobre la salud del sistema financiero en pesos.

Lamentablemente, entonces, con poco margen de maniobra y con el mundo de contrapeso, lo que cabe esperar, en el mejor de los casos, es una recesión moderada, si el Gobierno, insisto, no intenta, en camino de salvarse electoralmente, alguna de las locuras a las que nos tiene acostumbrados.