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derecho y legitimidad

Confianza dañada

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Las leyes de Nüremberg eran legales y según el extraordinario historiador Ian Kershaw, algunos alemanes las asumieron como una buena manera de resolver un problema histórico. Las prisiones aplicadas a los  homosexuales en Inglaterra también eran basadas en reglamentaciones consideradas como legales sobre hombres que amaban a otros hombres y cuyo desvío debía estar reglamentado en función de su necesidad de corrección. Franco gobernó España basado en las siete leyes fundamentales del régimen y utilizando un parlamento que solo jugaba a ser algo que no era. Stalin generó varias constituciones para la Unión Soviética a pesar de ir haciendo lo que quisiera con sus siempre nuevos enemigos, elegidos en cada década. Y Panamá te deja legalmente abrir la cuenta que quiera a quién quiera. Todos en la era moderna utilizan, de alguna u otra manera, al derecho para estructurar su orden.
Desplegar argumentos basados en que algo es legal resulta atractivo para la reflexión. El derecho tiene dos planos, uno el de aplicación y otro el de la reflexión y el cambio; uno que determina si algo es legal o ilegal, otro que establece si una norma deja de tener sentido y que por lo tanto merece ser modificada. Los ritmos sociales justamente dan forma a los tiempos correctos en que algo se hace insostenible y requiere un nuevo límite. La antigua normalidad de la esclavitud, es hoy un espanto insoportable.
La idea de que la sociedad genera formaciones de ideas que presionan al derecho, tiene en los medios de comunicación masivos su versión más exagerada e inmediata. Si bien el sistema del derecho puede sentirse irritado por las noticias, su reacción no suele ser de la misma velocidad que la que demuestra el sistema político. Cuando el presidente Macri finalmente se expone en público a dar cuenta de su situación sobre la difusión de los denominados Panamá Papers, no lo hace por una cuestión legal vinculada al ordenamiento que establece el derecho argentino, sino por evidente presión de la opinión pública. Mientras el derecho necesita tiempo para modificarse, la política gira a un ritmo espeluznante.
El primer intento de huida del escándalo fue en un medio cordobés. Igual que la defensa sobre los nombramientos de los jueces en la Corte, ingresaba en la secuencia de palabras que estructuraban su respuesta la idea de que era algo legal: “Es una operación legal hecha por otra persona (…) para invertir en Brasil”. Y seguía el presidente con “está todo perfecto, no hay nada extraño en esa operación”. La perfección legal de algo puede tener implicancias irrefrenables en los ánimos de la gente.
La discusión que despliega la divulgación de los archivos de las cuentas en Panamá no tiene que ver con el derecho en sí mismo, es decir con la legalidad, sino con la desilusión que genera en la opinión mundial que estos ahora nombrados dueños de sociedades y tal vez cuentas, estén involucrados. Dentro de Panamá es legal, dentro de los corazones es terrible y no habrá ya vuelta atrás. La legalidad no contiene a los ánimos colectivos, sólo contiene a las reglas del derecho.
Una conferencia de prensa del jefe de Gabinete y dos ministros, pero ya era demasiado tarde. Para esa altura ya había dos caminos abiertos, el de lo legal y el de la presión pública. El primero se hará complejo de seguir, el segundo será todo lo que importe al Presidente.
El anuncio de Macri de la creación de un fideicomiso estuvo acompañada de la mención en muchas ocasiones de la palabra confianza, y es allí donde está el secreto del impacto. El camino discursivo que va desde lo “legal” a la “confianza” es de lo que se ha tratado todo este affaire.
La confianza es un elemento de enorme peso para el funcionamiento social y no está reglamentado por el derecho. Nuestra vida cotidiana, en condiciones normales, está desplegada en redes de confianza asumidas, no dichas. La confianza descarga incertidumbre y las acciones de la vida cotidiana fluyen porque asumimos que todo saldrá de acuerdo a lo que conocemos y esperamos. Todo es así hasta que algo sale mal.
El intento de Macri de responder con el derecho a una decepción social tendrá un costo que habrá que evaluar en el tiempo. Tal vez Carlos Reymundo Roberts quiera hacer, mientras tanto, uno de esos videos tan graciosos que hace para sus lectores con cuentas en Panamá. Espero que se anime. Qué gracioso, ¿no?

*Sociólogo. Director de Ipsos Argentina.