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REALIDAD 2016

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Macri y la sociedad cargan con su propio pasado, y le agregan errores actuales.

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Mauricio Macri. | Pablo Temes

En qué se parecen las elecciones presidenciales argentinas de 2015, el Brexit, el triunfo del No en el plebiscito colombiano y las elecciones del próximo martes en Estados Unidos? En que fueron y son situaciones con finales impredecibles.

Es una época en la que se terminaron las certidumbres. Hasta principios del siglo XX la racionalidad, la ciencia y la burocracia parecían ser garantía de un mundo estable y de progreso indefinido. Hoy ya nadie puede asegurar eso. Es una era del descontento permanente, de aburrimiento y desinterés, y allí lo político se ha vuelto irrelevante, ya no se lo visualiza como transformador para la vida de las sociedades. Por eso, por ejemplo, las encuestas no logran predecir los resultados electorales. En 1936, en unos sufragios vitales –se jugaba el ingreso de Estados Unidos a la guerra–, Gallup con una muestra de sólo 5 mil casos aseguraba el triunfo de Franklin D. Roosevelt contra las opiniones dominantes. Allí nacía una forma imbatible de anticipación. Hoy, buena parte de los que participan en elecciones deciden su voto a último momento, y muchos ni se molestan en ir. Las grandes explicaciones sobre cómo funcionan las sociedades cayeron, lo cual también explica el poder de los medios de comunicación –ubicuos–, a los cuales la política les cedió el poder de la palabra.

Montaña rusa argentina. Dentro del contexto global y regional, Argentina se convertirá en el arquetipo del país inestable. Las constantes crisis económicas y políticas, la alta inflación, las bruscas devaluaciones, las confiscaciones de depósitos, etc., mostraron en estas décadas la falta de un norte hacia donde el país pueda dirigirse, dicho esto en un país que se soñó rico. Esa ruptura de la brújula se conecta con un país sin reglas o, mejor dicho, con miles de reglas que nadie parece dispuesto a cumplir. Se observa en situaciones de la vida cotidiana, como el tránsito en las calles, el comerciante que no da el recibo correspondiente, el vandalismo de los espacios públicos, la violencia como modo de dirimir desacuerdos, y un largo etcétera. Ausencia de reglas que favorece al más fuerte.

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Macri tiene razón cuando se pregunta –nos pregunta– qué nos pasó. Pero semejante historial de oscilaciones dejó una huella importante en el argentino medio, que se transformó en alguien pragmático, incrédulo e indiferente. Por eso no sorprendió cuando, en una situación económica tan delicada como la actual, los legisladores nacionales decidieron autoaumentarse la dieta en casi un 50%, decisión que se retrotrajo –por ahora– ante la indignación que levantó, pero que habla a las claras de la desconexión entre la clase dirigente argentina y la sociedad. Tampoco sorprende que el eje central de la campaña electoral de Cambiemos haya sido “Pobreza Cero” y hoy pase a ser minimizado porque “eso no pasa en ningún lado”. O que el atractivo Plan Belgrano, que implicaba una suerte de Plan Marshall sobre la zona del país más pobre del país, se haya transformado en una incógnita. La palabra ha perdido su valor performativo.

Dudas. La gran promesa del macrismo fue recuperar un norte de progreso alberdiano, discurso que caló en una parte de la sociedad convencida de que el proyecto que encarnaba Cristina Fernández de Kirchner era ilusorio, sin sustento y con rasgos autoritarios. Sin embargo, rondando el primer año de gobierno, no es claro el terreno en el cual se plantará el nuevo edificio. Parecieran existir pocas ideas de cómo llevar adelante un proyecto de cosas que modifiquen la situación actual, sobre todo cuando es claro que el mercado –de por sí– no solucionará los enormes bolsones de miseria. Falta la audacia de otros argentinos que nos precedieron para construir un sistema educativo, que fue orgullo, o para decidir construir los primeros subterráneos del planeta.

Inmigrantes. No es raro que en la sordidez del debate público se pase ahora a discutir la cuestión de los inmigrantes en Argentina. La migración es un tema que vale la pena sea debatido en su profundidad, pues no se puede obviar que va articulando una derecha global; sin embargo, como en otras cuestiones, parecen sólo existir dos posturas opuestas: a favor o en contra. La extrema pobreza de algunas zonas del planeta y la prosperidad de otras llevan a perseguidos por el hambre y las guerras a buscar otros horizontes a pesar del riesgo que implica ese viaje y el rechazo en los países receptores. Los grandes tratados de libre comercio suelen ser pensados para las mercancías y excluyen a las personas, que cuando cruzan las fronteras se convierten en ilegales. La libertad del circulación dentro de la Unión Europea (conocido como el espacio Schengen) fue una de las razones para la ruptura británica. Pero a contramano de la propia opinión de los argentinos, Argentina es vista como una tierra de progreso y bienestar posible para otros latinoamericanos. Un sistema de salud y otro de educación extensos y gratuitos para el que los necesita (y abandonados por la clase media) son un bien escaso para la gran mayoría de los habitantes de la región, aunque no pueden eludir situaciones de pobreza cuando llegan al país.

Elecciones norteamericanas. El martes por la noche los Estados Unidos tendrán nuevo presidente, tras una campaña signada como nunca por el escándalo. Gran parte de la campaña de Donald Trump estuvo precisamente impregnada por el rechazo a la inmigración –especialmente la mexicana– y el ataque a los tratados de libre comercio que deslocalizan la producción y el empleo. Hillary Clinton enarboló por su parte la continuación de las políticas de Obama sin mucho convencimiento y con el apoyo del sector financiero de Wall Street. Los grandes medios jugaron un papel fundamental al sostener la candidatura de Clinton, abriendo la enésima discusión sobre si los medios son un actor más del sistema político.

Mientras tanto, el mundo contiene la respiración y se pregunta sobre el futuro si ocurriera la contingencia de lo imprevisto.


*Sociólogo, analista político

(@cfdeangelis).