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Cordial saludo

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En el programa de Mirtha Legrand me entero de los TOC de Marcelo Longobardi. Miento si digo que no me muero por examinar esa libreta prodigiosa en la que anota y decide la distribución de sus remeras en el placard, o esa colección de cajas siempre idénticas en las que guarda zapatos siempre distintos. El personaje ya me interesó en su programa radial de las mañanas: reina el jolgorio a su alrededor, cunden los chistes y las carcajadas, y él permanece fatalmente circunspecto, condenado a la seriedad, enemigo involuntario de la diversión de todos, blindado contra la euforia, hermético a las alegrías.
Sus ideas, debo decir, las rechazo, y en general sus editoriales me dejan, o bien deprimido, o bien furioso. Tengo no pocas veces la impresión de que quiere que con la sociedad entera se haga lo mismo que hace él con su placard. Usa, como usan tantos, el vocabulario del liberalismo aparente, para hablar como el conservador que es, y ante eso debo decir que me pongo al instante a distancia.

No obstante, desde aquí, la orilla opuesta, desde aquí, la vereda de enfrente, me permito modestamente dirigirle un cordial saludo, y decirle, por qué no, que si un día quiere se venga a casa a echar un vistazo a mi heladera, donde productos de una misma marca lucen todos en fila y con las etiquetas hacia delante, o en todo caso, si prefiere, a asomarse debajo de la cama, donde se reúnen en silencio varios pares de zapatillas razonablemente iguales, cosa que, sin dudas, él tendrá a bien comprender.