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Crecen las noches

Las noches crecen y los días siguen acortándose. Ayer, se cumplió el equinoccio de otoño y hoy, los lectores porteños podrán verificar que el sol navegará doce horas por el cielo recorriendo un arco de este a oeste cuyo punto más alto se encuentra exactamente a treinta y cuatro grados con treinta y seis minutos de la vertical.

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Las noches crecen y los días siguen acortándose. Ayer, se cumplió el equinoccio de otoño y hoy, los lectores porteños podrán verificar que el sol navegará doce horas por el cielo recorriendo un arco de este a oeste cuyo punto más alto se encuentra exactamente a treinta y cuatro grados con treinta y seis minutos de la vertical. Los cordobeses lo verán más alto –a treinta y un grados– y los que anden turisteando, haciendo negocios inmobiliarios o cabildeando por El Calafate lo verán más bajo: apenas a cincuenta grados con veintiún minutos. Todo es cuestión de perspectiva y justo hoy esos valores angulares coinciden con la latitud desde la que se mida la declinación solar.
Griegos y romanos determinaban la fecha equinoccial en la que el día dura igual que la noche, porque en aquel momento el sol intersectaba la constelación de Aries. Eso no ocurre más. La tierra gira, pero también su eje, como el de un trompo, con el paso de los siglos va trazando un círculo. Hace quinientos años los brutos españoles tropezaron con la civilización maya cuyos sabios habían medido con precisión el desplazamiento del eje de la tierra y su amplitud de 47 grados que lo devolvería al punto partida al cabo de 25767 años. Por ese bamboleo, durante los próximos treinta días nacerán niños que serán engañados por los astrólogos como marcados por el signo de Aries, siendo que en estos tiempos el sol ya va lo más campante por la constelación de Piscis. Pero los únicos engañados son los astrólogos y cualquier escolar, puesto a elegir un mejor lugar para nacer, elige antes una clase social que un signo del zodíaco. Muchos políticos y legisladores consultan a astrólogos inspirados en el zodíaco y en los animalitos de la mitología china. En general les importa más conservar sus posiciones que medir la oscilación del eje de la tierra u observar el inexorable desplazamiento aparente del sol. Tal vez la decisión de anticipar la elecciones responda a la necesidad de sorprender a los opositores y a precipitar su evidente descomposición, pero también acelera la descomposición interna de su sello electoral. No hay, ni habrá en el curso del inminente otoño, horóscopo ni encuesta electoral válidos para vaticinar el resultado de la puja pero la jugada ha sido exitosa en reforzar el posicionamiento del presidente consorte como árbitro supremo e interlocutor privilegiado de la inminente transición. ¿Transición hacia dónde? No sé: tal vez hacia Cobos, tal vez hacia una oposición rendida a los pies de Duhalde, pero muy probablemente hacia un retorno triunfal del “que se vayan todos”. Habría que consultar a los mayas.