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Cristina divide los caminos de Clarín y el Gobierno

Los golden boy de la comunicación macrista mantienen irreductible su fascinación con la comunicación segmentada en las redes, donde vale más armar una página de Facebook sobre mascotas y bombardear subrepticiamiente a sus seguidores con mensajes políticos que preocuparse por la portada de un diario.

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Los golden boy de la comunicación macrista mantienen irreductible su fascinación con la comunicación segmentada en las redes, donde vale más armar una página de Facebook sobre mascotas y bombardear subrepticiamiente a sus seguidores con mensajes políticos que preocuparse por la portada de un diario. Pero los contendientes que competirán en la provincia de Buenos Aires, de nuevo la madre de todas las batallas, están atraídos por un evento inédito: por primera vez la táctica electoral del macrismo choca con la estrategia del Grupo Clarín en la arena política; una tensión donde pescadores furtivos intentan sacar rédito.

El macrismo persiste en sus ansias por mantener a Cristina Kirchner como una protagonista activa, quiere que el kirchnerismo presente una lista propia de candidatos y obligue al resto del peronismo a armar una nómina aparte que divida votos. Los separa un océano de Héctor Magnetto, quien prefiere ver a su adversaria fuera de juego, sin poder ni fueros.
La sintonía que el Gobierno y el Grupo Clarín exhibieron en otros ámbitos, como por ejemplo en la aplicación del darwinismo en el mercado de medios, se rompe frente a Cristina Kirchner.

Sin inocencia, Margarita Stolbizer metió el dedo en la llaga al asociar el “parate” de las investigaciones contra Fernández de Kirchner con “una estrategia funcional al Gobierno”. El macrismo debió salir a desmentirlo cuando la ola comenzó a caer sobre sus cabezas. En forma defensiva, un ministro llegó a decir que la verdadera razón es que el kirchnerismo le paga a los jueces para garantizar la lentitud. El juego de la mancha venenosa en pleno apogeo.

Futuro electoral. Cualquiera sea el ritmo de las causas, el macrismo trabajará para polarizar la elección con el kirchnerismo y por volver invisible la alianza entre Sergio Massa y Stolbizer, que le resulta más incómoda como oposición. Todo, claro está, elucubrado en la asepsia del laboratorio. Después juega la realidad.
“Nuestro candidato tiene que ser un desconocido a quien María Eugenia Vidal tome de la mano y lo saque a pasear por la Provincia”, aconsejó el publicista Jaime Duran Barba al definir su perfil del postulante. El objetivo es repetir el fenómeno de Vidal. Hay un problema previo: ¿quién juega el papel de Aníbal Fernández? No existe uno sin el otro.

La búsqueda de candidatos que fragmenten la oferta opositora los llevó directamente a las puertas de Florencio Randazzo. No le faltan interlocutores en el macrismo. Dialogó intensamente con Federico Salvai, mano derecha de Vidal y con intendentes. Pero la historia lo emparenta en especial con Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, a quien cobijó en tiempos de corazones rotos.

Alquimias. El macrismo manipula en el laboratorio bonaerense tubos de ensayo cargados de nitroglicerina. Si Cristina Kirchner se impusiera en la Provincia, el esqueleto entero de la gobernabilidad macrista temblaría como un flan en un terremoto.
Por ahora, cuenta con la incomparable ventaja de un peronismo fragmentado y sin liderazgo, sumergido en la búsqueda de alquimias inesperadas. Por ejemplo, las que ensayaron en el restaurante Estilo Campo, el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, el ex presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez y el otrora ultrasciolista, Guido Lorenzino. Ninguna incluía en los primeros puestos a sus antiguos jefes políticos.