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Cristina y la línea de tendencia

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En agosto de 2002, cuando Alberto Fernández concluyó su gestión para que Duhalde respaldara a Kirchner como candidato a presidente, nos acercamos junto a otro compañero que también trabajaba con el santacruceño para expresar nuestra preocupación por este acuerdo. Reunidos con Néstor, le manifestamos que si venía Duhalde nosotros no teníamos otra opción más que irnos. Frente a esta disyuntiva, el ex presidente nos contestó de forma muy directa que “sin ellos no ganamos. Pero si ganamos y ellos marcan la línea de tendencia, yo me voy con ustedes”. Y agregó: “Ahora bien, si la línea de tendencia la marcamos nosotros, los que se van son ellos”. Con eso bastó para convencernos de permanecer en el naciente Frente para la Victoria, y la historia demostró que tenía razón: poco tiempo después, el duhaldismo era parte del pasado.

Mientras se acerca el próximo proceso electoral, y se discute cada vez más sobre los perfiles de los candidatos peronistas, los parecidos estéticos o discursivos con Néstor o Cristina, la continuidad del proyecto nacional y popular (o su opuesto, el “fin de ciclo”), siempre recuerdo el concepto línea de tendencia. Mucho se ha construido desde 2003 a la fecha, con incontables avances para el pueblo –conquistas sociales, políticas y culturales profundas– que deben ser defendidos, pero que cuesta creer que puedan ser revertidos fácilmente. Más aún: si analizamos la oferta electoral del justicialismo, es evidente que contamos con compañeros de lealtad comprobada, como Scioli, Randazzo, Rossi o Aníbal Fernández (por nombrar algunos), que dirimen sus diferencias con los pies dentro del plato y sin poner en duda el núcleo duro de los últimos doce años de gestión.
Hoy podemos afirmar que el peronismo recuperó lo mejor de sus principios y doctrina, que cuenta con una militancia sólida y organizada y dirigentes comprometidos en toda la patria. Y que la línea de tendencia de la que hablaba Néstor en 2002 ha quedado expuesta, marca el camino y es imposible de detener: es la que nos indica seguir luchando por los derechos de los trabajadores, la desmonopolización de la economía, la federalización de las políticas de inclusión, la defensa de un Estado presente y activo. Y es un punto en el horizonte que determina Cristina desde que le tocó asumir la dirección de nuestro espacio, que quedó claramente ejemplificado durante su último discurso ante la Asamblea Legislativa como presidenta de la Nación.
Un hecho destacable de sus palabras fue no sólo el exhaustivo balance de lo realizado –la política de desendeudamiento, la inversión en infraestructura, trabajo, educación, salud, ciencia y tecnología, la gestión estatal de industrias estratégicas, la cobertura social y previsional–, sino la clara reafirmación de un rumbo político y económico soberano e independiente de los poderes concentrados. Y a propósito del futuro, una frase categórica: que la Argentina “no será un país cómodo para los dirigentes, sino un país cómodo para la gente. Va ser incómodo, sobre todo, si piensan sacarle derechos adquiridos”. Entiendo que el nivel de organización del peronismo será fundamental para defender estas conquistas, independientemente de quién asuma la jefatura de Estado.

Valga recordar en este sentido las palabras de Perón cuando identificaba a la juventud como la vanguardia de la nación, y la imperiosa necesidad de que ésta permanezca unida y solidaria para luchar por la justicia, la libertad y la soberanía. El futuro del país –un acontecimiento que sólo el peronismo hizo posible en los últimos setenta años– requerirá que cumplamos nuevamente un deber ante la historia, que exigirá compromiso ideológico, sacrificios de toda índole y una férrea defensa de la línea de tendencia iniciada en 2003. Esto resulta imprescindible si, como la doctrina nos indica, elegimos continuar luchando por la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.

*Secretario político del Mup.