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Crítica literaria

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Propondría, para el caso, trazar un arco que partiera de Indios, ejército y frontera, de David Viñas, y llegara hasta Un desierto para la nación, de Fermín Rodríguez. En el libro de Viñas, editado por Siglo XXI en 1982 y reeditado por Santiago Arcos en 2003, se examina, con rigurosa aspereza, de qué manera se estableció en nuestro país un régimen de propiedad basado en feroces matanzas. No ya que el origen de toda propiedad sea un robo, como postuló sabidamente Proudhon, sino más: un crimen de gran escala. La apropiación, antes que la propiedad, es lo que discierne Viñas, y un sentido de lo propio que se produce en la tierra, para transferirlo a su vez a la tierra: la tierra, el suelo, la gesta presunta de su conquista, como cifras cuestionadas para una identidad nacional.

El libro de Fermín Rodríguez, publicado por Eterna Cadencia en 2010, interroga esos espacios, interroga esos paisajes. Y despliega este planteo: que existió en algún momento un desierto para el que fue preciso inventar una nación, según analizó Halperín Donghi, pero existió también una nación que se forjó inventándose un desierto. Inventándolo, en los imaginarios, y produciéndolo, en los hechos: despoblando, para después llamar a poblar; vaciando, para después avanzar y conquistar; masacrando a los habitantes, para adueñarse después de esa extensión, que parecía ya no ser de nadie.

En un contexto de esta índole puede darse, a mi entender, una discusión mejor asentada sobre los aumentos de precios que la cadena de supermercados La Anónima habría dispuesto en una Comodoro Rivadavia arrasada por el desastre; hallando, una vez más, en la desgracia, una ocasión para los pingües negocios.
Poner el nombre a lo que se quiere sin nombre. Resignificar históricamente lo que se pretende sin historia. Hay textos extraordinarios en la crítica literaria argentina, me parece indispensable que se los lea mucho más.