COLUMNISTAS
GUIOS ORTODOXOS, SETENTISMO Y CORRUPCION

Crujidos ideológicos

En los Estados Unidos y en la Argentina, las ideologías crujen a causa de fuertes virajes. Sin embargo, los Kirchner, tan pragmáticos y tan peronistas a la hora de moverse sin culpas por todo el espectro del pensamiento político, están pagando muy caras algunas de sus peores características personales, como el maltrato, la arrogancia y la tozudez.

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En los Estados Unidos y en la Argentina, las ideologías crujen a causa de fuertes virajes. Sin embargo, los Kirchner, tan pragmáticos y tan peronistas a la hora de moverse sin culpas por todo el espectro del pensamiento político, están pagando muy caras algunas de sus peores características personales, como el maltrato, la arrogancia y la tozudez.

El gobierno de Cristina sigue carreteando y no termina de despegar, pese a que le han puesto un combustible muy potente: los anuncios de que van a pagarles al Club de París y a los bonistas que quedaron fuera del canje. Ese cambio de frente hacia el realismo es leído por el ala izquierda del kirchnerismo como un volantazo hacia la derecha y es caracterizado por el Financial Times como un giro en “U”. La desesperación intervencionista y estatizante de George Bush ha llevado al Wall Street Journal a titular que esas medidas proclamadas con la fe de los conversos “hacen llorar a los liberales y esperanzar a los socialistas”.

Cambia, todo cambia. Los dogmatismos y las verdades reveladas se derrumban más que los mercados y los bancos de inversión. Se podría bromear teorizando sobre la “vía norteamericana hacia el socialismo”. Lo cierto es que Cristina y Néstor hicieron o están por hacer todo lo que dijeron que jamás harían y todo lo que le venían recomendando algunos organismos financieros internacionales que hoy están en el subsuelo de su credibilidad, al punto de poner seriamente en duda la necesidad de su existencia.

Pagar todas las deudas y salir de todos los defaults para volver al mundo era la medicina que los Kirchner se negaban a tomar. El punto de inflexión hay que buscarlo el día en que, en forma irresponsable, el Gobierno quemó bonos al 15% en el altar del chavismo pagando tres veces más que en los mercados. Encima, los bolivarianos tardaron segundos en armar la bicicleta de costumbre que se aprovecha del dólar paralelo para ganar fortunas en forma ilegal. Eso disparó los rumores huracanados de que la Argentina podría dejarse tentar nuevamente por el diablo del default frente a los importantes vencimientos del año que viene.

Los Kirchner vieron el abismo y todas las puertas de salida cerradas. Incluso la de Hugo Chávez. El pánico por los posibles embargos aceleró los tiempos. Por su propia impericia y falta de economistas profesionales avezados fueron a parar derechito al recetario más liberal, al que tanto habían denostado y que también incluía el enfriamiento de la economía. Para peor, la economía se enfrió sola y de la peor manera. Es decir, sin poder controlar sus consecuencias. Los serios problemas contables de las provincias, el parate del consumo y el menor crecimiento industrial y automotriz son algunos botones de muestra.

Lo único que les quedó en el tintero fue el tema más grave de todos para los más pobres y para el mundo productivo: la inflación y la estafa estadística del INDEC. Las declaraciones de Cristina en el corazón del establishment norteamericano hacen suponer que en este tema se van a mantener intransigentes, y van a aferrarse a Guillermo Moreno y su patota aunque hasta sus máximos aliados les adviertan que es una piedra gigantesca que se hunde con ellos. “Nunca creí que la inflación se pudiera medir con estadísticas”, respondió cortante la Presidenta. Diputados que se sienten referentes del pensamiento progresista, como Vilma Ibarra, Ariel Basteiro o Victoria Donda, quieren interrogar a Moreno en el Congreso. Todo indica que sin Moreno y con un sinceramiento de la inflación como primera etapa de un plan integral para combatirla, los inversores mirarían con más simpatía hacia estas pampas.

La semana de Antonini Wilson

La Presidenta, en el Consejo de las Américas, retó a empresarios poderosos: “Los que necesitan el plan B son ustedes”, les dijo, en referencia a los Estados Unidos. Tom Shannon, brazo ejecutor de Bush para América latina, estaba en la mesa principal entre Néstor Kirchner y el canciller Jorge Taiana. Incómodo, el funcionario norteamericano ya no sabe qué palabras utilizar para jurar que el juicio de Miami no oculta ninguna bomba de fragmentación para el Gobierno argentino.

Pero la realidad, aunque sea un efecto no buscado, demuestra que las esquirlas siguen lastimando al corazón del poder económico del kirchnerismo y confirma que el que se acuesta con Chávez amanece manchado. Las relaciones carnales con Venezuela pasan por su peor momento. Chávez parece un rey Midas al revés: todo lo que toca lo convierte en barro. Ahora despertó la ira de Lula, quien le recrimina la voracidad para armarse hasta los dientes con sofisticados productos rusos y el hecho de importar un conflicto ajeno al continente con la presencia de naves rusas en aguas caribeñas.

Los negocios paralelos entre Venezuela y Argentina son balas que pican demasiado cerca de Julio De Vido, Claudio Uberti y del único jefe que reconocen: Néstor. Ya no importa demasiado si esa montaña de dólares bolivarianos era para la campaña de Cristina o una coima por alguna transa energética. Es un delito que comenzó en la petrolera venezolana PDVSA (la caja de Chávez) y que terminó en la Aduana argentina. Si la mitad de las cosas que Antonini cuenta de su relación con Victoria Bereziuk, Uberti y las palmaditas de De Vido en plena Casa Rosada son ciertas, el Gobierno va a estar obligado a tirar un lastre mayor para bajar la presión social por el escándalo. Los fiscales piden el procesamiento de Uberti y la oposición pide la renuncia de De Vido.

Como si esto fuera poco, los fuegos de la corrupción están rodeando la pelea pública entre la ministra de Salud, Graciela Ocaña, y el superintendente de Servicios de Salud y recaudador de la campaña de Cristina, Héctor Capaccioli. Este funcionario, uno de los lugartenientes del reaparecido Alberto Fernández, quiso ensuciar a Ocaña asegurando que ella había designado al asesinado Sebastián Forza como titular del comité de acreedores del Hospital Francés. La ministra está dispuesta a jugar a fondo para mantener inmaculado su nombre, aun a riesgo de quedarse afuera del Gobierno.

La “hormiguita” trabaja de sol a sol y junta información delicada para denunciar varios negociados vinculados al mundo de la salud, las droguerías, las obras sociales y los aportes negros para financiar la política. Aportó importantes pruebas a la Justicia sobre medicamentos con troqueles falsificados, entre otras cosas. A Forza, en realidad, lo designó el juez durante la intervención de otro amigo de Alberto, José Luis Salvatierra, que también salió a acusar de mentirosa a Ocaña. La pelea, las zancadillas y los reclamos de “lealtad” como sinónimo de “omertá” van creciendo.

Este choque de planetas se va a convertir en un caso testigo. ¿Cómo va a reaccionar el gobierno de Cristina? ¿Pedirá encubrimiento para no hacer olas? ¿O premiará públicamente a los que investigan la corrupción y se desprenderá de los sospechosos? Ya vimos que hay un creciente cuestionamiento por parte de los que vienen de la centroizquierda por los cambios en el rumbo económico del Gobierno. El alejamiento de alguien como Graciela Ocaña sería una señal muy fuerte en el peor de los sentidos.

Las alquimias matemáticas

La cuarta Carta Abierta de los intelectuales kirchneristas llamada “El laberinto argentino” dice que el Gobierno “no ha sabido, no ha podido y tal vez no ha querido profundizar en la creación de una base de sustentación popular”. En otro párrafo y en referencia a la ley de movilidad jubilatoria, se queja porque no se evitaron las “alquimias matemáticas”. Se refiere al papelón gigantesco que hicieron los oficialistas en el Senado al no poder encontrar un ejemplo práctico y sencillo de cuánto va a cobrar un jubilado según la nueva ley.

El senador José Pampuro, conductor de la sesión en reemplazo de Julio Cobos (quien a su vez estaba reemplazando a Cristina), abordado por un periodista radial, cometió un furcio de antología cuando habló de que “se trata de una fórmula poligonal muy compleja”, cuando en realidad la fórmula es polinómica. Peor le fue a su colega Miguel Angel Pichetto, asustado porque como jefe de bloque no puede llevarle buenas noticias a los Kirchner: acusó a los opositores de tener una conducta inmoral, destructiva y desestabilizadora cuasi destituyente. El presidente del bloque de senadores oficialistas quedó muy averiado tras el voto “no positivo” de Cobos. Pichetto, uno de los cómplices de José Luis Manzano y defensor fogoso de Carlos Menem, tuvo la osadía esta semana de decir en el recinto que “éste es un tiempo de fragilidades, donde la palabra lealtad y el compromiso pueden no cumplirse”.

Los senadores peronistas no kirchneristas y los radicales tienen una modesta utopía y sueñan con repetir el escenario del voto cobista. Piensan que tienen una mínima posibilidad cuando se vote en particular el artículo que tiene esa cláusula jeroglífico de la ley de movilidad jubilatoria. Pero es casi imposible, porque el oficialismo hasta ahora tiene una sólida mayoría.

Otra rebelión en la granja patagónica hay que buscarla en los mensajes antikirchneristas que enviaron varios sindicalistas de peso como el propio líder de la CGT, Hugo Moyano, en su campaña pública para declarar de lesa humanidad el asesinato de José Ignacio Rucci. Mucho de lo que se dijo en los homenajes y en las solicitadas fueron tiros por elevación (con perdón de la metáfora) a Néstor, a Cristina y a todos aquellos que hoy militan con ellos y fueron cuadros montoneros, como Carlos Kunkel o Miguel Bonasso, entre otros.

Algunos gremialistas que siguen ganando elecciones y fortunas bajo el amparo de los Kirchner respaldaron la teoría de los dos demonios. Varios equipararon el condenable foquismo guerrillero irracional que se practicó desde el llano con el terrorismo de Estado. El matrimonio presidencial todavía no ha dicho una palabra sobre el crimen de Rucci. Los hijos le pasaron esa factura al Gobierno porque nadie respondió al pedido de ayuda que hicieron para esclarecer el hecho. Claudia Rucci fue más allá: “Parece que según quien sea el que haya matado a mi padre se puede pedir justicia o no”. Traducción al castellano: con los militares se meten a fondo y con Montoneros miran para otro lado. Se sospecha que los Kirchner comparten la postura de Juan Carlos Dante Gullo (“fue un error de Montoneros”) pero no creen que sea justo ponerlo en igualdad de condiciones con el genocidio de Videla y su banda uniformada. Los que más odian a los Kirchner quieren seguir mortificándolos con los reclamos por otros asesinatos como los de Dirck Kloosterman (SMATA) o Rogelio Coria (UOCRA).

Al lado del tsunami financiero global que no para de hacer destrozos, nuestros problemas domésticos parecen insignificantes. Pero hay cada vez más piedras en el camino de despegue del gobierno de Cristina. La inexistente relación y bronca en aumento con Cobos; la interna por el tren bala, donde Juan Carlos Pezoa y Ricardo Jaime dan información distinta por los diarios; la desilusión de Nilda Garré por el manejo del reemplazo del general Bendini; el choque frontal con Mauricio Macri, a quien Néstor sólo le quiere tirar anchoas en el medio del desierto, y la creciente idea de Daniel Scioli de recuperar su personalidad política dialoguista que tanta satisfacciones le dio son sólo algunos de esos problemas que esperan a Cristina en la agenda local.

Y, sobre todo, la discusión ideológica que dividirá aguas entre la propia tropa y que promete ser para alquilar balcones en medio de los virajes que hacen crujir las certezas.