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sin planificacion

Cuando aflora lo invisible

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Las jornadas vividas a partir de la madrugada del martes en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) muestran el peso de algunos aspectos del escenario urbano, particularmente desatendidos en los últimos años, que afloran en tragedias cada vez más habituales, y exigirán para su resolución grandes esfuerzos de todos nosotros. Que constituimos un tercio de la población nacional y estamos concentrados en una gigantesca urbanización a orillas del Río de la Plata, cuyas extensiones tentaculares han anexado sin pausa nuevos territorios. Con la incorporación reciente de la subregión La Plata, ha alcanzado una extensión superior a los 110 km sobre la costa del río. Asentada sobre la pampa, cuya pendiente escasa dificulta su escurrimiento por los afluentes de la cuenca del Plata, generalmente meandros de transcurso errático y poca profundidad. Que además, pueden correr en sentido contrario a la corriente durante las sudestadas, aportando aguas adicionales al territorio que dificultan el funcionamiento de las infraestructuras de escurrimiento. Con el fenómeno climático conocido como calentamiento global, las tormentas se han intensificado y su frecuencia se ha acelerado.

Una gigantesca urbanización, construida sin herramientas de planificación a su escala, constituye nuestro aporte regional al citado fenómeno, convirtiendo un rosario de poblaciones separadas en el pasado por territorio rural en una edificación prácticamente continua. Cuyas obras de infraestructura de saneamiento más importantes son heredadas de aquel estado de situación, ya que fueron realizadas entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. No han recibido aportes significativos en los últimos años, salvo unos pocos trabajos, como los realizados para ampliar un entubamiento del Maldonado que tomó cuatro gestiones sucesivas del Gobierno de la Ciudad. Esta obsolescencia fue acompañada por el crecimiento y la intensificación urbana, con pérdida de superficie absorbente, ascenso de las napas freáticas y rebalse de los entubamientos. Que se han demostrado insuficientes y transportan aguas con altos índices de polución, contaminando las playas naturales y el río. Frente a un Estado por lo menos ausente, se han loteado, pavimentado y construido territorios inundables de la cuenca, y los más pobres han ocupado con viviendas precarias las orillas y cauces de los arroyos que no han alcanzado todavía el entubamiento.

Por su parte, las áreas metropolitanas y su ambiente, la meteorología y el escurrimiento de las aguas han demostrado su absoluta indiferencia por los límites jurisdiccionales de partidos y provincias, que fueran trazados siguiendo contingencias de la historia. Para superar la situación en la que hoy estamos empantanados, en todos los sentidos de esta palabra, resulta indispensable construir y reconstruir instancias políticas y de gestión que permitan la planificación territorial inter/jurisdiccional atendiendo las necesidades ambientales del conjunto urbano, así como sus infraestructuras de servicios y transporte.

Los últimos días, junto a las marcadas insuficiencias, afloraron a la superficie todas nuestras miserias físicas y morales. Un escándalo de pobreza, de pobreza de muchísimos pobres ya existentes y de empobrecidos instantáneos, pero también de medios, de ideas y de aspiraciones. Por no mirar al futuro, hemos cambiado la planificación por el corto plazo de la improvisación permanente, y transformado la estadística en un desfile  de cifras optimistas. También hemos asistido en estos días a un derroche de solidaridad individual, que desgraciadamente nunca alcanza para quienes se sienten librados a la buena de Dios. Revertir el sentido del camino transitado en las últimas décadas aportaría quizás resultados más duraderos, y contribuiría a la reconstrucción de un país que supo ser solidario, decente y visionario.
 

*Doctor, arquitecto, profesor titular FADU-UBA.